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viernes, mayo 16, 2025
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Belina  

Amigo lector, quiero suponer que tú piensas que los niños pequeños no tienen emociones sexuales y que son prácticamente ángeles en la tierra, sin embargo, para contradecir esta tesis te contaré que: cuando tenía yo unos tres años vivía en la Ciudad de México. Había una linda niña de cuatro años, muy despierta y con actitudes sorprendentes, pues un día, en idioma infantil, me dijo: “Vamos al baño pues me gustaría desvestirte y desvestirme”, cuando yo le contesté: “Yo no me sé vestir”. “No importa”, dijo ella, “yo te ayudo”. Y fuimos al baño, nos quitamos la ropa, vimos lo que teníamos que ver y Belina se vistió y me dejó sin ropa, lo que hizo que yo acudiera desnudo llorando a quejarme con la sirvienta, acusando a Belina que no me había ayudado a vestir.

¿Creerás que es mi primer recuerdo infantil? ¿Creerás que nunca olvidé a Belina?

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Años más tarde vine a vivir a Tijuana y me encontré con la sorpresa de que Belina vivía aquí y sus papás, la familia Alaluf, invitó a mi familia a su casa y esta Belina, atrevida y audaz como era desde chica, con frecuencia me encerraba en los clósets para darme besos y abrazos, lo cual me dejaba siempre pasmado y un poco asustado. Pasado los años la familia de Belina se fue de Tijuana lo que me dejó curiosamente nostálgico.

Eventualmente volví a la Ciudad de México a estudiar. Tendría yo  15 años y estudiaba en el colegio Hebreo Sefaradí, donde los alumnos hacían tardeadas para bailar en diferentes casas.

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Ethel Soriano, la guapa rubia, amable y cariñosa, nos invitó a una tardeada vespertina en su casa; entonces tenía yo una novia muy guapa de bellos ojos azules, piel morena, pelo azabache que se llamaba Andrea, pero que era terriblemente aburrida y uno no podía soportar, a pesar de su belleza, más de media hora sin una conversación inteligente ni divertida, así que le dije a Andrea que no iría a la tardeada y que ella tampoco debería de ir. Obviamente yo quería ir, pero sin ella.

Me acicalo, me pongo mi único traje y acudo perfumado a la tardeada de Ethel y ¡oh, sorpresa! ¿Quién está ahí? Belina un poco más chaparrita que yo, pero igualmente vivaz y audaz. En cuanto me ve, me abraza y empezamos a bailar de cachetito. Como a la media hora llega Andrea y nos ve. Toma una coca cola y nos baña con ella, me muero de risa de toda la escena y me voy riendo a carcajadas del baile. Nunca más volví a ver a Belina, mi truculenta novia de los tres años de edad. Supe que había muerto al nacer su primer hijo. Por supuesto Andrea nunca más me habló y yo continué mi divertida vida de puberto, entrando a la juventud en ese tiempo simpático de la secundaria.

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Así, pues, amigo lector, podrás ver que la vida emocional, sexual existe desde temprana hora con tremebundos altibajos. Y a ti, ¿cómo te ha ido?

 

Comentarios al [email protected]  

José Galicot es empresario radicado en Tijuana.

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