En 1958 la China Comunista implementó una infame campaña para acabar con las cuatro plagas que azotaban el desarrollo de su pueblo: los mosquitos, las moscas, las ratas y los gorriones. Infame, porque a través de la propaganda y manipulación de masas, convencieron desde niños hasta ancianos para acabar con cientos de millones de gorriones, llegando a nada del exterminio total de la población de dichas aves en China. Impactante es la anécdota de cómo una parvada de gorriones encontró refugio en la embajada de Polonia, y ante la negativa del personal diplomático de darles acceso para aniquilarlos, ejército y ciudadanos, rodearon el edificio tocando sin cesar cacerolas y tambores hasta matar por agotamiento al último emplumado.
Los gorriones se habían convertido en enemigos de la revolución carmesí, ya que acababan con el grano que podía servir para alimentar a miles de personas. De nada sirvieron las voces que anticipaban un desastre por la decisión tomada por Mao, su líder supremo… Y la ruina llegó: se especula que entre 1959 y 1961, hasta 50 millones de personas murieron por la hambruna causada paradójicamente por las plagas de langostas que azotaron el campo chino sin freno alguno, al no encontrarse con sus depredadores naturales: los gorriones.
Este episodio histórico es considerado como el caso ilustre de “La Cerca de Chesterton”, metáfora propuesta hace un siglo por el filósofo inglés del mismo nombre, quien planteó que al recorrer un individuo el bosque y encontrarse espontáneamente con una cerca o valla en medio de la nada, debía de pensar sobre el posible objeto o utilidad de esta antes de seguir su ímpetu por abrirla o inclusive derribarla, ya que la mera existencia de la cerca implicaba forzosamente una razón, que bien merecía análisis y reflexión.
Así, en su aplicación política, C.K. Chesterton hubiera presenciado en tiempo real cómo la Reforma Judicial en México se levantó sobre los maderos de un sistema que derrumbaron sin entenderlo, sin analizarlo, pero sobre todo sin indagar el porqué de su existencia. Y es que siguiendo el principio general del derecho de “a confesión de parte, relevo de prueba”, encontramos que, en noviembre pasado, en audiencia pública ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington, el representante del Estado mexicano reconoció que nunca existió diagnóstico para realizar la citada reforma, corroborando así la hipótesis del escritor británico.
Bajo una falsa premisa de combate a la corrupción, la implementación de la reforma confirma día a día que nunca tuvo como eje principal mejorar la calidad y profesionalización de las personas responsables de juzgarnos; nunca giró en torno a una mejor justicia y mayor transparencia, mucho menos en pagar la deuda social de abuso, burocracia e impunidad que reina, sobre todo, en tribunales locales, que carecen de una verdadera carrera judicial a diferencia del Poder Judicial Federal.
No, la reforma tuvo dos objetivos que hoy han quedado más que claros:
Publicidad
Primero, el asalto y control político de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para doblar el contrapeso de las declaraciones de inconstitucionalidad que puedan afectar las decisiones del Poder Ejecutivo, arrebatándole además sus recursos y administración; y
Segundo, quizás el más grave e irracional, acabar con la eficacia del juicio de amparo como único medio de defensa de los más vulnerables, de los más desprotegidos, frente al abuso u omisión de alguna autoridad; como el de un jefe de la policía municipal en contra de sus pobladores; o el de un gobernador que persiga periodistas, cierra negocios o confisca mercancías; o el del gobierno de la república que ordene la ocupación ilegal de tierras por la guardia nacional, deje sin operar hospitales o niegue algún servicio, prestación o atropelle algún derecho de un ciudadano.
Siguiendo el dogma de Mao, la denominada Cuarta Transformación hace sonar diariamente los tambores de odio en contra mujeres y hombres que construyeron una judicatura que servía a México y era dique ante el gobernante, quien, por naturaleza política, nunca ha frenado su instinto autoritario, sea de izquierda, centro o derecha. Ahora, como los fanáticos que cazaban aves, creen que podrán ganar con los granos repartidos en plazas de juzgadores sin autonomía, que pocos votarán, sin saber que los electos pueden convertirse en la causa de una verdadera hambruna de justicia para México, con instituciones arrasadas por la plaga de la política y ya sin gorriones para controlarla. Todo por no detenerse a entender el porqué de la cerca que abrieron… y a patadas derribaron.
Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.
Correo: [email protected] X (Twitter): @ibarracalvo