Vivimos tiempos vertiginosos en los que nos abruman con los desechos ideológicos de la cultura del consumismo, lo que a su vez nos orilla a formar parte de una realidad virtual que nos ha forzado a prostituir nuestra intimidad y terminamos funcionando como cronotopos ajenos al proceso histórico que compete a la verdadera esencia del ser humano. Ya lo decía Hannah Arendt, la auténtica condición del ser humano es nacer y morir, pero ¿qué es lo que hay en medio que convierte en significativo la condición de los humanos? Hoy por hoy ya no es la colectividad, ya que hemos ligado nuestra condición de nacer y morir al sin-sentido superficial del individualismo, que a su vez denigra nuestros derechos más humanos.
En esta configuración de la actualidad se ha perdido casi por completo el privilegio de uno de estos derechos genuinamente humanos, el resguardo de nuestro “imperio interior”, como lo explicaba el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry: “la citadelle intérieure de chacun”. No hay nada más humano que poseer la capacidad de permanecer como un enigma ante el ojo totalitarista de lo excesivamente público: “El derecho de no revelar nuestro secreto”, así declaraba en su obra el autor del Principito. Empero, vivimos en un periodo de pugna en donde el Gran Capital nos enseña a que mercantilizar con nuestra vida privada nos asigna un valor “real”, un valor que en realidad es monetario y con el cual nos vemos forzados a abandonar el baluarte de nuestra ciudadela interna. De tal manera que nos escindimos de nuestro HUMANO a cambio de parir una proyección artificial de una identidad forjada para el mundo globalizado.
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Así, nuestros personajes con máscaras impuestas por cánones de instalikes sufren ya sea olvidando su HUMANO o tratando de reaprender el camino hacia la fortaleza íntima y genuina de cada uno. Agradeciendo a una sociedad de plástico que nos exige una mezcla de conciencia social mientras vivimos en una ilusión de una realidad alterada, resultado de una producción industrial de nuestros “momentos felices”.
Es entendible la necesidad de una forma lúcida que nos guíe al entendimiento de nuestra condición para la reivindicación de los verdaderos privilegios de ser HUMANO; el respeto hacia uno mismo edificará nuevamente el imperio derrumbado por la agresividad de lo excesivamente-público.
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En estos tiempos, ¿qué es un ser humano?
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Atentamente:
Leslie Vela González, una ciudadana común y corriente.
Tijuana, B.C.
