La arbitrariedad del teatro musical siempre ha residido en que canciones y bailes deben surgir cuando las emociones se desbordan al punto de no poder expresar más únicamente con diálogos o marcaje actoral, y no como mero recurso de entretenimiento, cuestión en la que grandes y pequeñas producciones pecan constantemente, y donde “Perfume de Gardenia” no fue la excepción.
Dividida en dos actos, la obra escrita por Francisco Oyanguren plantea las intrigas en torno a un cabaret mexicano al mando de Sonia Robles, tras la muerte de su hermano y cuñada, y donde su sobrina Gardenia Peralta tiene el sueño de ser estrella, aunque su tía no lo permita y en su lugar trabaja como cigarrera. En medio de esta línea narrativa se cruzarán otros personajes como el licenciado Abundio, un abogado corrupto que desea cortejar a Miranda Mour, la estrella del lugar; y Ricardo, novio de Mercedes, que queda prendado de Gardenia, pero que se compromete con su prima a pesar de las reticencias de Miguel Ángel, su mejor amigo; y Tony Constantini, el gran host del “Mamboo”.
La producción de Omar Suárez se ha destacado desde 2010 por mantener viva la comedia musical, con su amplio esmero en incluir actores cuyo carisma y talento continúa atrayendo al público, además de un vestuario y ensamble dancístico y musical que impacta visualmente por la calidad de los bailarines, y la Sonora Santanera manteniéndose en escena durante las casi tres horas de función… y sin embargo, quizás fue la adaptación para llevar la puesta en escena de gira, o que la Sala de Espectáculos le quedó chica, pero hay una falta de verosimilitud que no llegó a concretarse.
La obra comenzó con una nota alta mostrando la magia del “Mamboo”, cabaret ficticio donde ocurre la trama, y cuyas dimensiones requirieron que bailarines adaptaran trazos coreográficos hacia los pasillos, pero cuya emoción menguó justo en la escena después cuando los actores tuvieron problemas constantes con los micrófonos, realizando una labor intensa al proyectar su voz cual teatro tradicional.
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Arturo Carmona, Laura León, Alejandro Suárez, Ariel Padilla, Christian de la Fuente, Jorge Salinas, Lis Vega, Latin Lover, Kimberly Irene, Julio Camejo… Con la excepción de Aracely Arámbula, Elizabeth Álvarez, Lyn May y Luis de Alba “El Pirruris”, casi nadie quedó exento de requerir implementar otros recursos, como acercarse al micrófono de techo o usar un micrófono de mano, aunque incluso estos presentaron fallas con las coristas; sin contar las varias veces en que por poco fueron arribados varios actores entre cambio de escenografía debido al espacio de las piernas del teatro.
El teatro implica retos constantes a gestionar en vivo, y el elenco dirigido por Rafael Perrín aceptó el desafió del Cecut de llevar la función lo mejor posible, hazaña en la que especialmente Julio Camejo como “Freddy” logró la empatía del público al exponer los problemas técnicos en su diálogo, generando risas y dinamismo con el resto de los actores, quienes demostraron que el compañerismo no es sólo de palabra, sino de acciones y de compromiso con el público, ofreciendo también un homenaje especial a Dulce (Q.E.P.D.), cuya participación en la obra siempre fue notable.
Y a pesar de la entrega, color y entretenimiento asegurado, la historia peca de un intento por mostrar mucho en poco tiempo, creando pequeños huecos argumentales que no son excusables en una producción tan grande como la de “Perfume de Gardenia”, donde si bien las transiciones entre escenas y números musicales se justifican bajo la premisa de estar en el cabaret, y resulta notorio que el público continúa disfrutando de la obra, valdría la pena revisitar el guion para que el balance entre espectáculo y avance argumental sea aún más efectivo y degustable.