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lunes, febrero 24, 2025
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La administración de Vianka Santana, una herida abierta para el CECUT

Directora Adela Navarro Bello

Semanario ZETA

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Me permito dirigirme a usted para expresar el siguiente texto que he redactado acerca de la deficiente administración de Vianka Santana. Han sido seis largos años que han sido suficientes para disminuir el ánimo y la certeza laboral de todas y todos los trabajadores de la institución.

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Adjunto abajo el texto donde expongo de manera detallada las razones de esta preocupación, con la intención de que pueda ser tomado en consideración. Agradezco de antemano su tiempo y atención.

Quedo atento a sus comentarios.

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Saludos cordiales.

 

* * *

 

¿Por dónde comenzamos? ¿Por su actitud infantil y caprichosa? ¿Por su evidente incompetencia? ¿O por su arrogancia desmedida?

La administración de Vianka Santana se ha convertido en una herida abierta para el Centro Cultural Tijuana, una infección que se propaga con cada decisión negligente. Desde recortes presupuestarios sin sentido hasta el abandono de las instalaciones, su gestión ha estado marcada por la incapacidad de dirigir un equipo de trabajo y la indiferencia ante las necesidades del sector cultural.

El Centro Cultural Tijuana ya no es el espacio de expresión que solía ser; su gran explanada se ha convertido en un mero “tianguis”.

Lo que alguna vez fue un espacio para la creatividad y el arte, hoy es un símbolo de retroceso, corrupción y abuso de poder. Su negligencia no sólo ha deteriorado el recinto y su funcionamiento, sino que ha cobrado la vida de una persona. Además, bajo su administración se protege a acosadores de todo tipo, quienes continúan en sus cargos amparados bajo el discurso de la inclusión y la equidad, mientras que las víctimas son silenciadas y revictimizadas.

Cada año, durante el 8M, se hace un llamado a las trabajadoras a alzar la voz, pero lejos de encontrar apoyo, muchas son señaladas por sus propios compañeros y sus agresores reciben ascensos y mejores prestaciones. Esta realidad ha generado un ambiente hostil e inseguro dentro de la institución, donde la impunidad es la norma y no la excepción.

Vianka Santana ha demostrado ser una líder autoritaria y caprichosa, incapaz de aceptar críticas o cuestionamientos. Basta con mirarla mal, con hablar más de la cuenta, con disentir de sus decisiones, para convertirse en su siguiente objetivo. Su egoísmo le impide reconocer sus errores y su falta de transparencia es un secreto a voces. Asegura que nunca ha utilizado recursos públicos para fines personales, pero múltiples testimonios afirman lo contrario.

No es sorpresa que más de una vez los propios artistas hayan solicitado su destitución. Si aún cree que todo lo que se dice de usted es por envidia, permítame decirle que no es así. Es porque usted es una verdadera incompetente, incapaz de dirigir un centro que no solo pertenece a los artistas, sino también a sus propios trabajadores.

Ahora, en este nuevo escándalo, pretende justificar que no puede pagar los sueldos de quienes mantienen en pie esta institución. Entre ellos hay padres y madres de familia, estudiantes que luchan por salir adelante, personas mayores que, sin acceso a estudios formales, han encontrado en su trabajo una forma digna de vivir. A pesar de no saber si recibirían su salario, continuaron trabajando porque no querían perder su empleo.

Por si fuera poco, estos trabajadores laboran sin servicio de salud ni prestaciones laborales; muchos esperando una plaza que nunca llegará, pues, milagrosamente, sólo se asignan a sus allegados. Plazas que han sido ocupadas por las mismas personas, impidiendo que nuevas generaciones accedan a oportunidades laborales justas.

La comunidad cultural y los trabajadores del Centro Cultural Tijuana han manifestado en repetidas ocasiones su descontento y han exigido cambios urgentes en la dirección. Sin embargo, sus voces han sido ignoradas bajo la errónea justificación de que se trata de ataques personales o envidias.

Vianka Santana no es más que la consecuencia de una mala elección de liderazgo. Su nombramiento marcó el inicio de un desastre institucional que sumió al Centro Cultural Tijuana en abandono, el abuso de poder y la corrupción. Su administración será recordada como un periodo de retroceso, donde la negligencia tuvo un costo demasiado alto y la impunidad se convirtió en norma.

Pero, doctora, no crea que olvidaremos el nombre del ingeniero José Alberto Ramos Castillo. Que su muerte viva en su conciencia.

El Centro Cultural Tijuana merece más. Merece una administración capaz, transparente y comprometida con la dignidad de la institución y de quienes la sostienen. Que su salida marque el cierre definitivo de esta etapa oscura y la apertura de un futuro donde el arte, la cultura y la justicia no sean sólo discursos, sino realidades.

 

Atentamente,

Trabajador por honorarios del Centro Cultural Tijuana.

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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