Dejaba Alejandra Pizarnik constancia en uno de sus cuadernos de escritura sobre el inicio de 1960. Era viernes 1 de enero cuando escribió: “Que este año me sea dado vivir en mí y no fantasear ni ser otras, que me sea dado ponerme buena y no buscar lo imposible sino la magia y extrañeza de este mundo que habito. Que me sean dados los deseos de vivir y conocer el mundo. Que me sea dado el interesarme por este mundo”.
Aquel fragmento formaría parte de sus Diarios, obra publicada póstumamente en 2003, tres décadas después de su fallecimiento, y a pesar de su fin trágico, tales palabras continúan resonando, inevitablemente, al haberlas compartido como parte de un nuevo año.
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En redes sociales, en especial TikTok, por varios años se ha vuelto tendencia preparar un vision board, herramienta visual popularizada en los 90 y que podría ser una manera más elaborada para abordar la técnica del collage y estrategias de diseño, pero cuya temática es focalizada a lo que se espera lograr durante el siguiente ciclo anual, y que en la edad de la nostalgia ha recobrado fuerzas para no sólo ver al pasado, sino al presente y futuro.
“Crear un espacio sagrado que muestre lo que quieres crear y lograr; todo aquello en lo que nos enfocamos, se expande. Cuando creas un vision board y lo colocas en un lugar donde lo ves todos los días, lo que haces son ejercicios de visualización diario porque, a veces, los objetivos se pueden perder en el rush de todos los días”, explica Elizabeth Rider, una de varias voces modernas, expertas sobre el tablero de sueños, el cual ha demostrado tener muchos seguidores que navegan entre neologismos digitales como “manifestar” o “decretar”, y al mismo tiempo aterrizar los objetivos a lograr en 12 meses.
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Si bien siempre hay algo de fantasía e idealización, romanticismo que atrae a infinidades de personas que en Nochevieja comen las 12 uvas, tiran el puño de lentejas a sus espaldas, se meten debajo de la mesa, corren por la cuadra con una maleta vacía o hacen un visión board, lo cierto es que no hay mejor época que la transición diciembre-enero para retomar los sueños y que por lo menos uno pase de mera motivación a una disciplina de vida. No buscar lo imposible, sino la magia y extrañeza de este mundo que habitamos.
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Atentamente,
Andrea López González.
Tijuana, B.C.
