Ir a mi tierra quisiera,
pero difícil lo veo;
la distancia es tan grande
hasta mi Monte Escobedo.
Me marché siendo muy joven,
pero jamás se me olvida
el pueblo al pie de la sierra
por el que mi alma suspira.
Me despidieron mis padres
dándome la bendición,
mi familia la llevé
muy dentro del corazón.
Han pasado muchos años
y mis padres ya no viven,
pero los llevo presentes:
ellos siempre me bendicen.
A veces sueño que voy
al pueblito de mi infancia
y por sus calles transito
a pesar de la distancia.
Tañen las viejas campanas
que inquietas llaman a misa,
golondrinas en el cielo
van y vienen peregrinas.
A Dios del cielo le pido
que el deseo me conceda
de volver a visitar
aquella bendita tierra.
Quiero caminar descalza
como cuando era pequeña,
inhalar los mirasoles
y los pinos de la sierra.
Beber aguamiel en jarro
y mojarme en la laguna,
caminar por el jardín
y en el cielo ver la luna.
Ya me voy, ya me despido
de aquel pueblito precioso
donde vieron luz primera
maravillados mis ojos.
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.