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viernes, enero 31, 2025
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¡Incendios, fuego, auxilio!

¡Fuego! Se incendia Los Ángeles. Las casas de los ricos se prenden como pavesas de fuego. Barrios enteros desaparecen. Se destruyen bienes y fortunas. Las aseguradoras tiemblan y quiebran ante los compromisos contraídos de seguridad para los clientes.

Las culpas se cruzan: que si los ecologistas no dejaron extraer agua de un lago; que se impidieron canales de seguridad; que los bomberos estaban mal pertrechados.

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“Lo perdí todo”, me dice un amigo, “en el carro tenía yo un telescopio para mi trabajo de tomas lejanas, simplemente se quemó”. “La dolce vita” de Los Ángeles desapareció en una voluta de humo. ¿Dónde quedaron los papeles, los recuerdos, las fotos? Muchos souvenirs que desaparecieron, “apenas salimos vivos con la ropa puesta”. ¿A dónde ir?, ¿a quién arrimarse?, ¿cómo volver a empezar? California tiembla.

De pronto, en San Diego brotan fuegos en Chula Vista, en Otay Mesa y el aire se llena de inmundicias que nos producen problemas pulmonares.

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Propongo una idea preventiva que conviene a todos. Veamos, lector, si estás de acuerdo:

Los gobiernos de los estados, de las ciudades y muchos de los grandes edificios urbanos poseen convenios de seguros importantes precisamente para protegerse de una catástrofe como la que esta ocurriendo. Podemos contratar un experto en diseño de organizaciones de bomberos que establezca desde los puntos estratégicos de la ubicación de las estaciones y los equipos indispensables para combatir cualquier infausto acontecimiento, por ejemplo: los edificios de 30 pisos requieren escaleras telescópicas que alcancen las mayores alturas, así mismo hay drones bomberos que lanzan espuma anti flamante; por otro lado, se deben adquirir bombas de agua con potencia suficiente para lanzarla a 40 metros de altura, una buena cantidad de líquido tratado con sustancias también anti incendiarias, quizás sumar un par de helicópteros para rescatar gente o para ayudar a apagar fuegos. Puesto que inevitablemente va a ocurrir un incendio en los más de 100 edificios altos de Tijuana, podríamos salvar vidas y valores.

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Es necesario propiciar que los artículos con que se construye sean fuego retardante y premiar a quien edifica con estos elementos para que incentivemos la utilización de materiales y equipos que no generen fuego instantáneamente y que pueden salvar vidas. Esta idea es del genial Arq. Ricardo Elías.

¿Quién pagaría? Las aseguradoras podrían aportar los recursos para prevenir y resolver estas catástrofes descontándolos de impuestos y evitarían pérdidas cuando el incendio es total.

Recordemos el famoso incendio de Roma, que aplaudía Nerón tocando la lira y se regocijaba ante la pérdida de bienes y seres humanos de la ciudad que gobernaba. No seamos Nerón, ni indiferentes a todos; nos puede pasar si no lo prevenimos.

Merece capítulo especial el heroico bombero, que debe ser pertrechado con los mejores instrumentos y elementos para poder cumplir con su deber sin arriesgar su vida. Y además debe tener un entrenamiento a todas luces extraordinario para evitar accidentes y muertes. Un saludo respetuoso a estos extraordinarios seres humanos.

Más vale prevenir que lamentar. Todo lo que planteamos aquí es factible con voluntad del gobierno y en mucho gratuito. Nos convertiríamos en ejemplo para el mundo y podríamos dormir más tranquilos sin el riesgo de perder estúpidamente nuestras pertenencias. Es obligación del gobierno proteger a sus ciudadanos. ¡Manos a la obra! Y no esperemos a que Dios nos cuide, cuidémonos nosotros.

 

José Galicot es empresario radicado en Tijuana.

Correo: [email protected]

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