Mucho se ha escrito y recreado en la pantalla grande sobre los infames centros de reclusión de las hermanas Magdalenas de Irlanda, pero tal vez no con la profundidad de Claire Keegen en su novela que lleva este mismo título y ahora es la base de una brillante película dirigida por Tim Mielants y una interpretación estelar de Cillian Murphy, quien encarna a Bill Furlong, un padre de familia, trabajador, en Irlanda, en 1985.
Entre sus clientes tiene una lavandería que pertenece a las Magdalenas, donde ve a una joven que en su desesperación le pide ayuda con un gesto mientras la jalonean en uno de los sórdidos pasillos de la institución. Furlong parece estar listo para ayudarla, pero en eso se topa con la mirada de la monja encargada de este lugar, la hermana Mary, escalofriantemente interpretada por Emily Watson.
La imagen de esta chica luego sometida en una bodega es apenas una de tantas que vemos a través de Murphy, quien carga con su propia historia: sus cinco hijas, su esposa (Eileen Walsh) y hasta un niño que juega solo en la miseria de las húmedas calles de un país tan católico que permitió las atrocidades, corruptelas y el abuso de esta orden religiosa que pretendía redimir a mujeres descarriadas, aunque en realidad las explotaba, vivía de su trabajo forzado y de las adopciones de los bebés que habían concebido fuera del matrimonio.
Murphy es un genio al llevar a este personaje con sus silencios, de hacernos capaces de ponernos en su lugar y estremecernos junto con él con cada injusticia que descubre. Qué fuerte es una actuación así, que empodera este trascendente filme. ****
Punto final.– Brasil vuelve a ser un grande a la hora de hacer cine, si es que alguna vez dejó de serlo.