“Yo no pierdo las esperanzas de un cambio democrático que nos pueda devolver el país que hemos perdido”, expresó a ZETA el narrador nicaragüense
Sin poder regresar a Nicaragua luego de que el gobierno del Presidente Daniel Ortega emitiera una orden de detención en su contra el miércoles 8 de septiembre de 2021, supuestamente por realizar “actos que fomentan e incitan al odio y la violencia”, el narrador Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942) se mantiene muy activo desde su exilio en España; de hecho fue el comisario de la delegación de España Invitado de Honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) 2024, además, este año entregó “El caballo dorado”, su novela más reciente editada por Alfaguara.
“Trato de adaptarme a esta situación forzosa. La vida tiene que seguir adelante. No es mi voluntad no estar en Nicaragua, por lo tanto, tengo que abrirme un espacio como escritor donde esté. Mientras yo pueda escribir, no me toca más que vivir donde el destino me depara”, refiere a ZETA el Premio Cervantes 2017, en entrevista realizada en FIL Guadalajara, ocasión en que presentó su novela más reciente.
SU NOVELA MÁS RECIENTE
En “El caballo dorado”, Ramírez cuenta la historia de una princesa de la nobleza rural de Cárpagos que hace un viaje desde Europa hasta una Nicaragua convulsa, en un tiempo histórico que va desde 1905 hasta 1917. Personajes y peripecias, enredos y aventuras, convergen en una novela donde el humor lleva de la mano al lector hasta Nicaragua.
“Ésta es una novela que se fue construyendo como quien va a oscuras en un túnel, yo iba alumbrando cada etapa, a medida que iba avanzando como un minero con la lámpara en la cabeza, sin saber a dónde me iba a llevar la novela. Yo sabía que tenía que llegar a Nicaragua, pero no cómo ni dónde; en ese tiempo obviamente solamente se podía viajar en barco, tenía que ser en barco, pero el viaje como tal no sabía cuándo se iba a dar, cuándo terminaba la aventura europea de la princesa y cuándo tenía que ir a Nicaragua; eso fue definiéndose a medida que yo iba avanzando en la escritura”, refiere para empezar.
– ¿Cómo era esa época de principio de Siglo XX? Era el fin del imperio austrohúngaro, pero también el inicio del comunismo en el mundo…
“Sí, porque la época estaba fijada en los años anteriores al derrumbe del imperio austrohúngaro, que es la derrota del Eje: Alemania, Austria y Hungría en la Guerra Mundial, y el advenimiento de la Revolución de Octubre, como consecuencia de la guerra también que había destruido Rusia y creado una crisis interna, pero en todo esto estamos en los preliminares de eso que va a ocurrir. La princesa llega a Nicaragua antes de que se derrumbe el imperio austrohúngaro, en 1909.
“La época yo la escogí porque me pareció atractivo el final del imperio austrohúngaro cuando en Nicaragua gobierna una dictadura liberal, del General Zelaya. Yo quería enlazar los dos ambientes: el ambiente europeo que influencia a América Latina siempre, desde la cultura política, la cultura en general, hay una permanente influencia y establecer esa conexión”.
– ¿Esta novela implicó para Usted más investigación a diferencia de otras?, sobre todo por el contexto histórico de hace más de un siglo…
“Muchísima investigación. Aunque esta novela está basada en la imaginación, en un despliegue de imaginación, pero la imaginación tiene asidero en la realidad. Todas las fechas, los hechos históricos, son completamente ciertos; lo que no son ciertos son los personajes, son de la imaginación, pero la cama en que se asienta la novela es real y está muy bien investigada a fondo”.
– A propósito de generales, tanto Gabriel García Márquez como Mario Vargas Llosa han abordado la figura del general dictador latinoamericano en sus obras. ¿Cuál es el símbolo del general en su novela?
“La novela va a desembocar en una época muy crítica de Nicaragua: la dictadura militar de Zelaya se establece en 1893 para derribar el viejo orden conservador, pero comienza a atropellar las leyes, a violentar la misma constitución liberal. Lo que quiere Zelaya es quedarse en el poder, se enemista con Estados Unidos, y Estados Unidos arma una fuerza contrarrevolucionaria para que lo derroque, y es derrocado en 1909. Entonces, la princesa llega a Nicaragua en diciembre de 1909, cuando Zelaya se está yendo exiliado a México en un barco de guerra que le ha enviado Porfirio Díaz; esos son hechos reales. Lo que no es real es la llegada de la princesa, pero coincide en la navidad de 1909. Entonces, quien asume el poder es alguien que ha traicionado a Zelaya, de sus generales liberales en alianza con las tropas conservadoras; él asume la presidencia, es un hombre de segunda fila, por eso no quería encontrarme con Zelaya en la novela, eso es lo reconocido, yo quería encontrarme con este personaje que es provisional en la historia de Nicaragua.
“Nadie se acuerda de la historia de Nicaragua, de entrada. Tomó el poder y después fue derrocado por los conservadores con los que se había aliado y porque Estados Unidos no quería tenerlo ahí. Entonces, el drama de este hombre es que quiere defender su poder, el poder precario que tiene, yo lo convierto en una parodia porque él termina montado en el caballo de carrusel cuando llegan a capturarlo”.
– Pero también es muy simbólico en América Latina que sean traicionados los generales, unos por otros…
“Ésa es la historia de América Latina. Fíjate en la historia de México en la misma época: un general traiciona a otro, se mandan a asesinar entre ellos, es decir, es un momento en que el poder político no se ha asentado”.
“LA NOVELA CUENTA MEJOR LA HISTORIA”
Qué papel juega la ficción al recrear un momento histórico que no está contado por la historia oficial o por la historiografía, es uno de los planteamientos que había que hacerle al Premio Cervantes 2017:
“Creo que la historia oficial siempre cuenta una cara del asunto, cuenta lo que los que tienen el poder quieren que se lea como historia real. La novela cuenta mejor la historia, a pesar de que es ficción, porque introduce incertidumbre, no hay historias verdaderas, sino posibilidades históricas y abre el naipe, no puede abrirlo la historia oficial. Es decir, el novelista se puede meter dentro de la cabeza de un personaje, un historiador no puede hacerlo más que trabajar con los datos que tiene a la mano. Entonces, el novelista se puede aventurar en un terreno más allá del que puede ir el historiador”.
Incluso reconoce que sabe de historia de México por la literatura: “¿Cuántas veces la historia de América Latina se lee a través de las novelas y no de los libros de historia? ¿Cómo me he leído yo la historia de México? Leyendo ‘Los de abajo’, leyendo ‘Al filo del agua’, leyendo ‘La muerte de Artemio Cruz’ o leyendo las ‘Memorias’ de Vasconcelos, que también es un relato novelado. Nunca me he sentado a leer una historia de México formalmente escrita, sino que he leído a los novelistas, los novelistas son los que me han enseñado a apreciar la historia de México en toda su terrible complejidad que tiene”.
– ¿Implica un riesgo atenerse a la ficción como fuente de conocimiento?
“Implica también el riesgo de leer historia oficial y quedarse solo con una versión, que es lo que tienen que sufrir los escolares. Creo que el primer gran libro de la historia de México es la relación de la Conquista de Bernal Díaz del Castillo, que es un relato de un soldado y trata de establecer distintos puntos de vista, que es la clave de la lectura de la historia, cuando alguien trata de establecer distintos puntos de vista y no oír una sola voz”.
EN LA NOVELA NEGRA
Con “Margarita, está linda la mar”, Sergio Ramírez ganó el Premio Alfaguara de Novela 1998; desde entonces ha publicado, por ejemplo, “Sombras nada más” (2002), “Mil y una muertes” (2005), “La fugitiva” (2011) y “Sara” (2015). Con El Inspector Morales, ha incursionado en la novela negra con títulos como “El cielo llora por mí” (2008), “Ya nadie llora por mí” (2017) y “Tongolele no sabía bailar” (2021), a través de las cuales ha abordado la corrupción y el crimen organizado.
– ¿Por qué le ha interesado la novela negra cuando hay quienes la consideran un “género menor”?
“La novela negra en América Latina es necesariamente una novela política. La novela negra europea, anglosajona, parte de la separación intencional de las leyes que se aplican de manera neutra, con jueces que no se dejan corromper, con fiscales que van a cumplir al pie de la letra con su mandato, los abogados que también se atienen a la ley. Entonces, en la novela negra anglosajona los términos judiciales se cumplen, los reos no pueden ser interrogados más allá del tercer día, si no tienen que ser puestos en libertad si no hay indicios de culpabilidad, tienen que llamar a su abogado, leerles sus derechos”.
Entonces argumenta sobre el género negro: “En la novela anglosajona, la realidad parte para investigar los crímenes; en América Latina sería la ficción. Tenemos que partir de que los jueces obedecen órdenes políticas, de que los fiscales están corrompidos por el narcotráfico; entonces eso nos acerca la investigación de los casos, a volverlos hechos políticos, porque están teñidos de la corrupción, del incumplimiento de la ley, por eso es que la novela negra entre nosotros es una novela política”.
– ¿Puede hablarse de una novela del narcotráfico?
“Creo que es parte de la novela negra y cuántas implicaciones políticas tiene el narcotráfico también, porque hoy el narcotráfico aspira a controles del Estado, el narcotráfico aspira al poder político o comparte el poder político, ya no sólo es un negocio de vender ilegalmente droga o de producir droga y trasegarla de un país a otro, sino que el narcotráfico va teniendo un poder político cada vez mayor, de dominar territorios, de controlar jueces, de controlar policías, y eso otra vez nos vuelve al terreno político”.
– ¿Por qué la corrupción y el poder también se han vuelto una constante en su obra?
“Porque yo creo que en la literatura hay muy pocos temas: el amor, la locura, la muerte y el poder, todo lo demás son variantes de lo mismo sobre estos cuatro temas. Siempre vamos a hablar del poder. El poder es fascinante dentro del mundo que vivimos: cómo se da ese poder, la ambición por el poder, el que quiere quedarse con el poder, los resortes que usa el poder para dominar, todo eso lo vivimos todos los días, entonces no se puede escapar de las páginas de una novela porque es parte del mundo”.
LA NOVELA LATINOAMERICANA
El Premio Cervantes 2017 es uno de los narradores a los que hay que recurrir también al hablar de la novela latinoamericana. Se le planteó que, considerando que la literatura latinoamericana parte de la realidad, a diferencia de otras tradiciones que tienen como punto de partida la fabulación, inmediatamente se le lanzó la pregunta de rigor:
– ¿Cuál es el gran desafío de la novela latinoamericana?
“Creo que la literatura latinoamericana seguirá siendo una crónica imaginativa de la realidad, tal como se va presentando en sus cambios históricos. Antes la novela se ocupó de los dictadores, hoy se ocupa de los capos narcotraficantes”.
Entonces pone sobre la mesa el tema de la migración: “Hoy en día, ¿cuál es el drama de nuestro tiempo? Las migraciones, los exilios, las grandes corrientes migratorias que se van a Estados Unidos. Si tú dices: hay 600 mil venezolanos, 400 mil nicaragüenses, 300 mil cubanos; ésas son estadísticas, pero cuando tú vas a ver individuo por individuo que tiene que dejar su casa, que tiene que vender lo que tiene para emigrar con su familia, y cuando llegan a la frontera son separados de sus hijos. Tienen que pasar meses en campamentos mientras se resuelve su situación migratoria, antes de llegar al Río Bravo tiene que haber atravesado la selva. Ahí está el drama, es lo que al novelista le toca narrar, pero qué provoca eso: el drama de la migración forzosa, ahí tienes una cosa, las víctimas del narcotráfico, los secuestrados, los pobres que son secuestrados y les cobran a la familia por money order un rescate. Son temas totalmente inescapables de la literatura, porque son grandes anormalidades que la literatura no puede ignorar.
“De las migraciones se está ocupando ahora la crónica, que es un género literario, obviamente; la crónica periodística se ocupa con grandes reportajes, hay gente que se mete en las caravanas para escribir desde dentro y eso va a ser siempre tema literario porque está afectando a millones de personas. La literatura no va a poder ignorarla”, reconoce.
DESDE EL EXILIO
El narrador nicaragüense nunca declina opinar sobre los temas de la actualidad política tanto de Nicaragua como del mundo. Y a propósito del segundo mandato (2025-2029) de Donald Trump en la Presidencia de Estados Unidos, Sergio Ramírez advierte:
“Trump se ocupa poco de Nicaragua, yo creo que se va a ocupar más de Venezuela, porque tiene recursos que a ellos les interesan mucho, es el que tiene el petróleo. Creo que el primer conflicto visible es con México, ya está declarado, lo podemos ver en las declaraciones de Trump y en las de la Presidenta (Claudia) Sheinbaum, entonces ahí hay un conflicto a la vista, un conflicto que yo lo veo muy serio, porque arbitrariamente está anunciando que le va a imponer tarifas a México en contra de las reglas del Tratado de Libre Comercio, es una amenaza muy seria para la estabilidad económica de México. Yo espero que ojalá se quede en amenazas retóricas”.
– ¿Cómo se ha sentido como exiliado en España y sin poder volver a Nicaragua?
“Trato de adaptarme a esta situación forzosa, la vida tiene que seguir adelante. No es mi voluntad no estar en Nicaragua; por lo tanto, tengo que abrirme un espacio como escritor donde esté. Mientras yo pueda escribir, no me toca más que vivir donde el destino me depara”.
– Pero obviamente espera mejores tiempos para Nicaragua…
“Sí, yo no pierdo las esperanzas de un cambio democrático que nos pueda devolver el país que hemos perdido, pero no sé cuánto tiempo va a tardar eso, eso es imposible saberlo, sobre todo si uno no está metido dentro de la lucha política, entonces puede hacer cálculos mucho más lejanos”.