“El recurso de un escritor es la memoria involuntaria”, declaró el Premio Nobel de Literatura 2021; “La literatura es la vida misma”, manifestó el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024
Guadalajara, Jalisco. En los primeros días de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), las figuras principales fueron Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de Literatura 2021, y Mia Couto, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024, quienes compartieron diversas actividades con sus lectores.
Para empezar, Gurnah impartió la conferencia “Reflexiones sobre el viaje de regreso”, presentó su más reciente novela “El desertor”, editada en 2023 por el sello Salamandra de Penguin Random House Grupo Editorial), charló con la prensa y firmó algunos libros a sus lectores; además, otro de los protagonistas, el poeta Mia Couto, recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024, disertó en la recepción del reconocimiento y dialogó con el programa “Mil jóvenes con…” de FIL Joven.
EL NOBEL AFRICANO
En su paso por FIL Guadalajara, Abdulrazak Gurnah (Tanzania, 1948) llevó a cabo diversas actividades, entre éstas la conferencia magistral “Reflexiones sobre el viaje de regreso”, llevada a cabo el domingo 1 de diciembre; fue entonces cuando reflexionó:
“Para un escritor la memoria es un recurso crucial, y no me refiero a la capacidad de recordar ciertos detalles, sino a la memoria que se queda con nosotros por toda nuestra vida y no está siempre sujeta a nuestro control. También podemos elegir lo que queremos recordar; el recurso de un escritor es la memoria involuntaria.
“La memoria es inevitable y en ella hay posibilidades de desenmarañar, de ilustrar nuestro pensamiento. Otra forma de hablar de la memoria es la experiencia: recordamos lo que experimentamos en el sentido profundo de la palabra, somos marcados por nuestras experiencias y las que nos comparten, esas historias se convierten en nuestras, es lo que vamos recolectando y vamos entendiendo en el recorrido existencial”, compartió entre aplausos el Nobel africano radicado en Inglaterra, ante un repleto Auditorio Juan Rulfo de Expo Guadalajara.
El también autor de obras como “Paraíso”, “A orillas del mar” y “El desertor”, se pronunció sobre las migraciones y refugiados que afectan al mundo actual:
“Me parece que el refugiado es producido por las circunstancias, porque su vida corre peligro. Es comparable a una figura que está más allá de la protección de la ley. El refugiado habla de una necesidad, y hablamos de una persona sin nación. Es importante tener claridad en cuanto a esta distinción, el exilio es una opción que parte de una convicción”, señaló.
En torno a la lectura, resaltó que “no es placer en el sentido de que nos haga muy felices o riamos; es un placer inarticulado, sólo expuesto a lugares, épocas y formas de pensar que a veces resultan familiares o nuevas; en otras palabras, aprendemos”.
El PREMIO FIL
El poeta y narrador fue otro de los protagonistas en los primeros días de FIL Guadalajara; para empezar, recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024, por su “obra literaria notable que integra y entreteje la crónica, el cuento, la novela, cuya innovación lingüística hace repensar la relación entre los integrantes de la comunidad de países de lengua portuguesa, llamando la atención y la sensibilidad hacia el continente africano y sus relaciones históricas, culturales y geopolíticas, invitando además a reconocer y acercarnos de otra manera a la historia y la naturaleza del planeta”.
Nacido en Mozambique en 1955, Mia Couto compartió un memorable discurso de aceptación del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024, en el que destacó la poesía presente en su obra.
“Tenía yo nueve años cuando mi padre me llevó a visitar un parque natural situado en el centro de Mozambique, a dos horas de mi ciudad natal. Ese parque es atravesado por una falla tectónica que desgarra el continente africano de arriba abajo. Fue en aquella cicatriz viva que vi nacer el mundo. Era de mañana y la luz se desprendía del vasto río que, atravesando la inmensa sabana, circulaba también dentro de mí. En aquel momento yo era una semilla invisible, una diminuta gota en aquel universo en flagrante nacimiento. Esa ausencia de tamaño no me dio miedo. Fue lo opuesto: yo era parte de algo que no tenía fin. Recuerdo que mi padre puso su mano sobre mi hombro y me preguntó: ‘¿Te gusta?’. Yo quería responder, pero no tenía palabras. Me faltaba un idioma. Entonces, él murmuró: ‘Hijo mío, esta es tu iglesia. Era el anuncio de un destino: no era exactamente el lugar. La dimensión casi religiosa de ese momento nacía de la suspensión temporal del lenguaje’. Si aquel momento era una iglesia, la poesía vendría a ser mi religión”, disertó el autor de “Tierra sonámbula” (Alfaguara, 1998; 2024), “La confesión de la leona” (Alfaguara, 2016), “Trilogía de Mozambique” (Alfaguara, 2018) y “El mapeador de ausencias”, entre otras.
Hacia el final de su esperada disertación, Couto declaró: “Vengo de un país donde los ríos y las piedras hablan con las personas, los animales y los árboles comparten silencios con los dioses. No estoy folclorizando lo que es, sobre todo, una sabiduría ancestral. En esas cosmogonías no existen las fronteras entre lo vivo y lo no vivo, no existen las fronteras en los sueños y los dioses que viven dentro y fuera de nuestro cuerpo. Somos humanos porque somos todos los otros. Toda mi obra no busca sino traducir esa movilidad ontológica que todavía hoy habita las varias culturas mozambiqueñas. Esa errancia existencial permite viajar entre identidades que hoy se nos presentan como territorios amenazados, defendidos por murallas sagradas. Esa visita de mundos es absolutamente vital en un tiempo regido por el miedo, por el odio, por el derecho a la violencia y por la legitimación de la venganza”.
En alguna otra parte de su memorable discurso, recordó:
“Debo decir que no estoy aquí solo. Quiero compartir este galardón con todos los escritores de mi país. Son ellos quienes, desde hace décadas, luchan para que Mozambique gane la visibilidad que merece. Los escritores mozambiqueños, todos ellos, reafirman su identidad plural contra la herencia de los estereotipos que pesan sobre África y sobre los africanos”.
Además de presentar su más reciente libro “El mapeador de sombras”, publicado por Alfaguara, Mia Couto compartió un memorable diálogo titulado “Mil jóvenes con…”, como parte de FIL Joven, al que asistieron jóvenes de preparatoria.
“Los árboles me enseñaron más de lo que esperaba. Son entidades vivas con un lenguaje propio, capaces de resolver problemas con una sabiduría que nosotros, en nuestra ignorancia tecnológica, apenas comenzamos a comprender. Un árbol no es un ser individual; es un ecosistema en sí mismo. Alrededor de él, insectos, bacterias y otros seres conviven y colaboran de formas que nos asombran. Pienso en los árboles como una poesía viviente: se alimentan de la luz, algo que la humanidad, con toda su tecnología, aún lucha por entender y dominar. Pero los árboles lo han hecho siempre, de manera silenciosa y sabia. Este equilibrio natural, esta conexión entre todo lo vivo, es algo que debemos recordar: nosotros no estamos sobre la naturaleza; somos la naturaleza. Y en reconocer esto, tal vez encontremos el camino hacia una relación más armónica con nuestro planeta y con nosotros mismos”, disertó Mia Couto.
Finalmente, uno de los momentos álgidos con los jóvenes fue cuando el autor advirtió entre aplausos:
“La literatura es la vida misma; es el tejido de historias que compartimos entre nosotros. Es el espejo de quienes somos y de lo que hemos perdido, una manera de preservar aquello que parece efímero y darle sentido a nuestra existencia”.