Dos ratas callejeras están montadas sobre billetes de denominación norteamericana, al tiempo que parecen enfrentarse al sostenerse en dos patas y, con las extremidades superiores, alertar sobre el inicio de un golpeteo. La ratita de la derecha tiene inscrito el nombre de Adán, la de la izquierda, el apellido Monreal.
Otro de los memes que inundaron las redes sociales a partir del encontronazo público entre los coordinadores de las bancadas morenistas en el Senado, Adán Augusto López Beltrán, y de la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal Ávila, es una imagen en dos presentaciones, y en ambas aparece quien fuera secretario de Gobernación, López Beltrán. En la primera parece reflexionar y el texto añadido es “Bueno, sí robe”, mientras en la segunda, un poco más visible el resto de su cuerpo, adicionaron otro texto: “Pero Monreal robó más”.
Los dos hombres que intentaron conseguir la candidatura a la Presidencia de la República por Morena, pero fueron derrotados por la hoy mandataria nacional, Claudia Sheinbaum Pardo, nunca han sido parte del mismo grupo, pero se asume que colaboraban para un proyecto único, el de su partido y la permanencia del mismo en Palacio Nacional, con las respectivas y aplastantes mayorías en el Poder Legislativo.
Monreal, de Zacatecas y López, de Tabasco, ambos militaron en el Partido Revolucionario Institucional cuando ese instituto gobernaba mayoritariamente el país, del mismo migraron al hoy extinto Partido de la Revolución Democrática, y a partir de 2014 se unieron a su líder moral en la fundación del Movimiento Regeneración Nacional, que finalmente se convertiría en el partido Morena.
Crecieron, pues, como políticos, en un régimen de suyo corrupto como el priista, y cuando los marginaron del poder en el tricolor, corrieron en busca de candidaturas y cargos al recién formado PRD, al que abandonaron para ayudar a su líder a fundar Morena, y de su mano convertirse en los poderosos legisladores que hoy son, desarrollándose en un sistema de gobierno y legislativo que no ha cambiado de fondo ni de forma, que conserva abiertos los caminos para la corrupción, los cuales han sido transitados por priistas, panistas y ahora por ellos en su calidad de morenistas. Podrán cambiar de siglas, pero no de mañas.
El desencuentro entre los líderes de las bancadas morenistas, López y Monreal, no es por cuestiones ideológicas, por candidaturas, cargos para el equipo de uno o de otro, o por discordias en ideas legislativas o reformas en puerta. El encontronazo fue por lo único que pueden pelear: por dinero. Por recurso público que ellos manejan a su antojo en calidad de líderes de las bancadas mayoritarias.
Alejados de la “austeridad republicana” que maneja su líder moral, pero que se ha rebajado a mera frase sin sentido ni peso, Adán Augusto López se molestó tantísimo con una reducción de 123 millones de pesos al presupuesto del Senado de la República, que inmediatamente, perdiendo los estribos, la institucionalidad y los ajustes que desde la Presidencia se promueven para recortar los presupuestos, arremetió contra Ricardo Monreal, el líder de la bancada morenista en la Cámara de Diputados, a quien literalmente señaló de corrupto. Arengó que había descubierto contratos corruptos por 150 millones de pesos en dos áreas de la administración del Senado (cuyo titular en la pasada Legislatura fue Monreal), para el manejo del Archivo Histórico de los documentos legislativos de la Cámara Alta, y para el mantenimiento de los elevadores que, acusó, ni siquiera funcionan.
Enojadísimo, no sólo responsabilizó de una mala administración de Monreal, sino de cometer actos de corrupción, que, dijo, serían debida y formalmente denunciados ante tres instancias: Fiscalía General de la República, Auditoría Superior de la Federación y Secretaría de la Función Pública.
Al modo, como en su época morenista y priista, cualquier acusación se le resbala a Monreal en el caparazón de la impunidad y realizó un video en el que, con voz de evangelista, se defiende sin aspavientos y acusa de manera sutil un fuego amigo injustificado, dado que, informó, no hubo tal recorte, sino un incremento del 3 por ciento al presupuesto del Senado de la República.
Los días que siguieron fueron de dimes y diretes, de una Presidenta marginada de la narrativa corrupta de Morena, instando a las partes a superar los “malos entendidos”, minimizando con ello las denuncias de corrupción en el Senado de la República que alcanzan, hasta donde se sabe y por la ira momentánea de Adán Augusto López, los 150 millones de pesos.
Luego de reuniones con otros personajes de la política nacional e incluso con la secretaria de Gobernación, que más allá de sus funciones está haciendo de réferi en el Poder Legislativo cuando su fuero está en el Ejecutivo, y en el peor de los casos, dirimiendo asuntos de un partido, Morena, que debería tener una sana distancia del gobierno central, al que ella pertenece.
Muy pocos en la oposición tomaron el tema para subirse al ring político: la senadora Lilly Téllez y el senador Ricardo Anaya, la primera con su arenga ya característica de diatriba en la Tribuna de la Cámara Alta, y el segundo sin mucho eco, dados sus propios antecedentes y sospechas de corrupción cuando su partido, PAN, ocupaba el poder, o cuando manejaban cierto nivel numérico en la Cámara de Diputados y podían negociar las votaciones con la Presidencia de la República.
De las denuncias que prometió presentar Adán Augusto ya nada se sabe, los morenistas se han dado la mano y la corrupción está a salvo de ser confirmada con una investigación ministerial y judicial. Sobrepasado el enojo de los líderes de las bancadas de Morena, ya no se habla de desvíos, de sobreprecios, de favoritismo, de abuso de poder, de cohecho, de corrupción.
A estas alturas los actos de corrupción denunciados dentro de Morena, se han quedado en un meme y no han terminado en una investigación con todas las de la Ley para cumplir con dos de las máximas de su líder moral: barrer la corrupción de arriba hacia abajo, y dar cárcel a los corruptos para sentar precedente.
Por lo demás, ojalá así se hubiese encrispado Adán Augusto cuando se enteró de los recortes a Educación, a Cultura, a Salud, a Seguridad, por más, mucho más que 123 millones de pesos que le significaron la discordia morenista.
Evidentemente está bien apretarle el cinturón a los presupuestos ajenos que van directamente en beneficio de la ciudadanía, pero no cuando se trata del dinero con el que la clase política legislativa mantiene sus excesos, aprovechándose del poder… lo cual también se queda en meme.