Con tres estrenos cinematográficos, la adaptación literaria de “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo -dirigida por el cinefotógrafo Rodrigo Prieto- y dos apuestas fílmicas de horror, “Párvulos” de Isaac Ezba; y “Un cuento de pescadores”, de Edgar Nito -filmada en las islas de Pátzcuaro, Michoacán- y próximo a debutar en Netflix la serie “Celda 211”, adaptada de la novela española de Francisco Pérez Gandul, el actor mexicano Noé Hernández balancea su carrera entre el cine de autor y contenidos para streaming.
“Acumulo créditos en estas tres historias, con cuatro, cinco secuencias, pero efectuadas con el debido rigor, sobre todo colaborando con realizadores de la talla de Rodrigo Prieto, Edgar Nito e Isaac Ezban, cuya cinematografía es muy específica, este cine un poco de suspenso, de horror, de género que está muy poco explorado en México y desvalorado, y que uno como actor pues siempre quiere también experimentar y estar creciendo. Estamos más acostumbrados a tener historias de ficción, y también están estos artistas desarrollándose como Isaac (‘Km 31’ y ‘Mal de Ojo’), abriendo brecha hacia el cine de terror”, explicó a ZETA el histrión.
Hernández relató que para la cinta “Un cuento de pescadores”, se internó a la comunidad de Pátzcuaro como un alumno: “Cuando voy a este tipo de comunidades convivo con las tradiciones de la comunidad, trato de integrarme para respirar el ambiente, la atmósfera, los usos y costumbres y uno se convierte en alumno, ahí te guardas tu profesionalismo y navegas en una comunidad en la que no existe la cultura cinematográfica, pero incluso a nivel país. El cine se ha vuelto elitista, tendríamos que buscar la manera desde el gobierno, cómo llegar a los rincones más apartados para que los que no tienen acceso, lo tengan al cine que hacemos en México, y también se conozcan otras regiones y contextos del mismo país”.
Y reflexionó:
“Necesitamos reestructurar nuestra industria, seguimos con un cuello de botella en la distribución de películas, de nada sirve hacer más de 200 películas al año y sólo se exhiben 50 de ellas comercialmente, el resto, si corren suerte, una semana en cinetecas. En ese sentido, se deben crear alternativas incluyentes desde el gobierno para que todos tengan acceso a la cultura y dejar de enfocar la cultura racista de que el protagónico tiene que ser güerito de ojo verde, de 1.80 metros, mamado, y eso es parte de la cultura de la televisión mexicana en la que los morenos no podemos estelarizar una serie, hemos avanzado, aunque les cuesta digerirlo”.
Sobre cómo balancear el rigor entre streaming, cine y la demanda de contenidos, “he tratado de equilibrar mi trabajo, porque hay cosas que te sirven para pagar la renta, comer y luego haces una película de arte, de autor, y después, algo para plataformas donde sé que me van a pagar la renta y comer; las películas independientes para irte cultivando, crecer en tu carrera y evolucionar como actor”, anotó.
“La actuación constantemente evoluciona desde la televisión, donde te interpretas 17 secuencias en un día. En ese sentido el actor aprende a resolver. Nos hemos vuelto profesionales de la ilustración, y, cuando te toca trabajar en cine y tener estos productos más elaborados, artesanales, uno va más profundo, pero también tienes que ser maleable, adaptarte a las producciones y saber dónde sí te das oportunidad de hacer una exploración, y dónde las tablas son las que te ayudan para resolver 17 secuencias en un día. Ahí sí no podemos hablar de un trabajo de actuación riguroso, pero justo los actores estamos en ese abanico de posibilidades para emplearnos, cuidar nuestra carrera y seguir creciendo con proyectos para el alma, el corazón y la profesionalización”, concluyó Noé Hernández.