La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo prometió -y así lo ha sostenido- eliminar la reelección en cargos, particularmente en aquellos de elección popular, pero hace unos días quedó patente la falta que hace en este país eliminar la reelección. Una mujer que ha evidenciado incapacidad, desconocimiento y parcialidad en la defensa de los derechos humanos de los mexicanos, fue reelecta presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en detrimento de esa institución.
Rosario Piedra Ibarra ha dado muestras sistemáticas de su insensibilidad, falta de empatía y ausencia de compromiso con los derechos humanos, desde cuando fue electa para esa posición la primera vez, en noviembre de 2019 por imposición ideológica del expresidente Andrés Manuel López Obrador.
No sólo no acompaña a las víctimas en el país, las madres, familiares y buscadoras de desaparecidos que sufren la ausencia de los suyos en un clima de impunidad y corrupción en las autoridades procuradoras de justicia, preventivas de la seguridad y corporaciones policíacas y Fuerzas Armadas; también ha marginado a mexicanos que padecen las reformas constitucionales del partido en el poder, al desdeñar representarlos por su parcialidad con el oficialismo morenista, particularmente en el sexenio anterior. Los militares son otros de los consentidos de la reelecta, a quienes defiende de aquellos ciudadanos que los acusan de excesos, abusos, e incluso muerte, con la retórica lopezobradorista de que en México ya no hay tortura, que los militares no recurren más a esas prácticas, que no abusan, que no se exceden en el uso de la fuerza.
Rosario Piedra Ibarra ha transformado la CNDH en una defensoría del oficialismo llamado cuatreteísta, pisoteando los derechos humanos que se supone debe defender como la ombudsperson que es.
Evidentemente empoderada por el lopezobradorismo, no tuvo la sensatez de retirarse al cumplir cinco años en el encargo; quiso cinco más, a pesar de que no aprobó los requisitos establecidos por el Senado de la República, y cuya participación la dejó fuera de las cinco personas mejor calificadas para encabezar la CNDH. De hecho, los morenistas decidieron eliminar a quien había quedado en segundo lugar en las mediciones de las capacidades, para incluirla a ella con calzador oficialista.
Rosario Piedra Ibarra (que no hay que confundir con su madre, doña Rosario Ibarra de Piedra, una mujer excepcional, activista por los desaparecidos, empática con la sociedad mexicana y aguerrida buscadora) se anticipaba que no sería reelecta. En la quinteta de quienes sí aprobaron todos los requisitos del Senado aparecía Nashieli Ramírez, comisionada de los Derechos Humanos de la Ciudad de México, a quien asumían como la candidata de la predilección de la Presidenta Claudia Sheinbaum, pero el lopezobradorismo pudo más.
El artífice de la reelección de Piedra Ibarra fue Adán Augusto López, secretario de gobernación con López Obrador y adversario de Sheinbaum en la interna de Morena por la candidatura a la Presidencia de la República; incluso fue evidenciado cómo, sabiendo que no tenía los votos mayoritarios dentro de Morena, donde algunos se decantaban por Nashieli, sugirió entregar las boletas de selección a los senadores de Morena y aliados, ya marcadas con el nombre de Rosario Piedra. Indignó el proceso electivo, indigna la actitud del senador e indigna la reelección ya concretada.
Es evidente que para Morena los senadores de su partido no son individuos, sino números que les dan la mayoría calificada, considerando a los partidos aliados y a los traidores que, de manera oportunista, dejan un partido para aliarse al oficialismo; como los Yunes, pues, indignos también.
El bloque oficialista es eso. No hay individuos ni pensamiento libre. El voto de los diputados de Morena, de los senadores de Morena, debe y tiene que ser el unísono, pisoteando los derechos humanos de los representantes legislativos, obligándolos a dar un voto que no pretendían entregar para cumplir el capricho de una mujer que se reeligió cuando no estaba preparada para el cargo ni en 2019 ni en 2024, como lo demostró el hecho de no haber logrado un lugar entre los cinco mejores calificados con los parámetros impuestos por los mismos legisladores que no querían votarla, pero terminaron reeligiéndola.
México, el país que López Obrador dejó con más de 200 mil ejecutados, miles de masacres, miles de desaparecidos, con casos pendientes como el de Ayotzinapa, con nuevos homicidios masivos, con una Guardia Nacional cometiendo delitos, siendo cómplice de células del narco, desapareciendo personas e incluso atentando contra la integridad física de mujeres, de hombres, de menores de edad, requiere, ante el abuso del poder, una representación ciudadana en los Derechos Humanos; pero el morenismo se decanta por seguir favoreciendo la línea de su fundador, a pesar de que éste permanece en el retiro voluntario.
Con muchas instituciones, los de Morena han terminado legalmente. Limitaron al Poder Judicial; mantienen sofocado al Poder Legislativo (Adán Augusto López dio muestra de ello); están por desaparecer a los órganos autónomos, entre ellos el Instituto de Transparencia y Acceso a la Información; hicieron de la reserva de datos un escudo para el Ejército y la Marina; pero a la CNDH la han despedazado desde adentro. Una conquista que fue ciudadana a inicios de la década de los 90 del siglo pasado, hoy es una oficina oficialista, defensora del gobierno, de las Fuerzas Armadas, de los abusos del Poder Legislativo, a quienes no recomienda nada porque resuelve que no cometen exceso alguno a pesar de la evidencia pública, incluso videograbada, de los excesos y abusos contra ciudadanos en la calle.
Los mexicanos permanecen en la indefensión… y así estarán cinco años más, armando organizaciones civiles para con la investigación, la manifestación, la protesta y la voz, defender sus derechos humanos, vulnerando la integridad y la vida. Porque la CNDH está tomada por el capricho del lopezobradorismo, presente en palabra, obra y omisión de Claudia Sheinbaum.