La noche del lunes 9 de noviembre, posterior a haber fotografiado el acto del III Informe de Gobierno de la mandataria Marina Ávila Olmeda, el fotógrafo de ZETA, Cristian Torres, se dirigió a las instalaciones del Hospital General de Mexicali. Ahí cubriría la llegada de heridos producto de una balacera en San Felipe, como las muchas que agotan al Estado. Cuando llegó, se encontró con que ni la calle había sido cerrada ni las instalaciones estaban bloqueadas. Lo que sí, había un contingente de diez agentes la Fuerza Estatal de Seguridad que habían llegado en las unidades identificadas como BC-493A-2, SSC-574 y SSC-383, de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. A pesar de que no requería hacerlo, dado que la zona no estaba acordonada, Torres se identificó con los oficiales y les dijo que tomaría algunas gráficas. En un exceso de amabilidad, el fotoperiodista les comentó a los policías que, si alguno quería ponerse de espaladas o un pasamontaña para que su cara no saliera en las imágenes, él no tenía problema, pero esta cortesía molestó a los agentes, quienes, abusando del uniforme y la placa, le exigieron hacer lo que ya había hecho: identificarse. Como es norma, Cristian Torres les mostró su gafete que lo acredita como fotógrafo de ZETA y uno de los agentes se lo retiró sin mediar solicitud y presuntamente comenzó a pedir información del compañero por la radio oficial. De hecho, en otro exceso, un agente más le dijo que le tomaría foto al gafete. Minutos después le regresaron la identificación periodística y uno de los agentes le dijo qué imágenes debía fotografiar y cuáles no. Había tomado cuatro fotografías cuando un agente pasa a su lado y le dice a Torres “al cabo que ya sabemos tu nombre”, a lo que el fotógrafo preguntó si lo estaban amenazando, y para registrar el momento sacó su celular para grabar las palabras de amenaza, pero otro agente le arrebató el aparato telefónico. “En ese momento pedí identificarse (cosa que no hicieron) y que me devolvieran mi celular; el ‘jefe’, supongo, me alejó del grupo y me aleccionó de cómo debía de hacer mi trabajo, además de señalar que ellos estaban en riesgo derivado de sus actividades. Luego de no recibir respuesta de mi parte me regreso el teléfono”. Del hecho se notificó a la secretaría y al mecanismo de protección de periodistas, pues finalmente los que traen armas, charola, uniforme y unidades oficiales, son los agentes de la Fuerza Estatal de Seguridad que amedrentaron con ese “al cabo ya sabemos tu nombre”. Posteriormente el secretario Leopoldo Tizoc Aguilar Durán, diría que todo el acto está en investigación, que tiene la versión del fotógrafo, que sólo hacía su trabajo; y la de los oficiales que abusaron de su posición y amedrentaron a un fotoperiodista sólo por tomar imágenes del Hospital General, que no estaba ni acordonado ni cerrado.