Con una gran mesa de diálogo concluyó el jueves 24 de octubre la primera jornada presencial del XIII Encuentro Internacional de Escritores Tiempo de Literatura en Mexicali titulad a “Dominar al centauro: cuatro ensayistas mexicanas” con Jumko Ogata, Lola Horner, Gabriela Conde y Gina Cebey como protagonistas y América Gutiérrez moderando la mesa.
Bajo la coordinación de Elma Correa y Antonio León, este año el Encuentro Internacional de Escritores Tiempo de Literatura es organizado con apoyo de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), a través de la Coordinación de Extensión de la Cultura y Divulgación de la Ciencia, mismo que convoca a más de 40 autores de diversas latitudes, como las ponentes de la mesa “Dominar al centauro: cuatro ensayistas mexicanas” que gozaron de los aplausos y el reconocimiento en general.
Durante la tertulia literaria, la narradora Gabriela Conde, autora de “Vía láctea” (2013) editada en la colección Contemporáneas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), argumentó para empezar:
“Cuando hablamos del ensayo escrito por mujeres, el centauro montado por mujeres, intentando domarlo, hablamos de historias que pueden ser o no, más o menos crudas, más o menos oscuras, más o menos luminosas, historias sobre nuestro pasado, sobre nuestro presente, sobre nuestros deseos, sobre algún complejo, sobre identidades, sobre alguna institución rancia o algún sistema que nos oprime. Pero creo que, casi siempre, esta escritura empieza desde el cuerpo. Porque nuestros cuerpos hablan de nuestra relación con el mundo, Es decir, ¿cómo ha sido esta relación? ¿suave, dura, conflictiva, armoniosa? ¿Ha sido como una guerra? Precisamente por movernos en un cuerpo determinado, nuestro cuerpo determina nuestro lugar en el mundo. Creo que, gracias al feminismo, ha brotado una conciencia política desde nuestros cuerpos y ha brotado en forma de escritura que puede ser también otra forma de denuncia o no, otra forma de hacer activismo o no, pero sí es otra forma de crear belleza, de crear nuevos mundos, de compartir otras miradas”.
En todo caso, Gabriela Conde, argumentó: “Al género del ensayo personal que escribimos las mujeres, lo acusan de ombliguista, de individualista, nos dicen narcisistas. Yo pienso que no por escribir ficción o poesía o hacer música o pintura alguien es menos narcisista. Además, también creo que no se trata de hacer tratados sobre nosotras mismas, si no, me parece, estamos interesadas en hacernos preguntas, en lanzar teorías sobre ser y estar en el mundo, en imaginarnos que aquello que vemos es esto o lo otro y luego lo escribimos para cerciorarnos o para equivocarnos. De cualquier manera, me parece legítima la pregunta, ¿por qué mi vida importa? Creo que la visión del mundo, la subjetividad es lo que diferencia una pluma de otra, pero además creo que un texto es relevante cuando tiene la capacidad de convertir la experiencia privada e íntima en algo más amplio, en algo colectivo”.
Posteriormente, Jumko Ogata, escritora afrojaponesa y chicana originaria de Veracruz, destacó el papel de las redes sociales para argumentar:
“Mis primeras experiencias de ensayo que fueron leídas de manera extensiva eran peleándome en Twitter. Yo pienso, honestamente, que las redes sociales son para curtirte en la escritura argumentativa, pero macizo, porque una cosa es que te digan que ‘el cielo es azul’; oye, es que yo soy daltónica y para mí es verde. Entonces, cómo realmente aprendes a hilar tus argumentos, tus ideas, de una manera coherente y que de pronto para el canon literario pues eso no es literatura, porque un tuit no es literatura”.
Entonces Jumko Ogata, quien forma parte de la antología “Daughters of Latin America: An International Anthology of Writing by Latine Women” publicada por HarperCollins en 2023, planteó: “Para mí ha sido muy importante escribir desde todos estos lugares. Escribir en las redes sociales también es como de alguna manera hacer esta justicia pensando en el silenciamiento histórico de muchas personas, las personas indígenas, las personas negras, particularmente de las mujeres negras, las mujeres indígenas”.
Sentenció Jumko entre aplausos: “Para mí el ensayo es ese medio para pelearse a gusto y/o para reafirmar las ideas propias, pero pensando en que yo quiero que me lea la gente como yo o también la gente que no es como yo”.
Asimismo, al hacer uso de la voz, Lola Horner, autora de “Otro bosque. Mujeres y cuentos de hadas en Latinoamérica” publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en 2023, arguyó sobre las posibilidades subjetivas del ensayo: “Durante muchísimos años se pretendió que el ensayo era una cuestión objetiva; entonces ahí hay una doble trampa en donde uno tiene que brincar en las pretensiones de objetividad porque y decir, ‘Bueno, si me peleo, me peleo; si hablo de mi cuerpo, hablo de mi cuerpo’, y no estoy hablando de cosas menores por el hecho de que sean distintas, y, sin embargo, estamos tan acostumbrados a cerrar los ojos ante lo distinto, que pareciera que lo distinto no existe, cuando sabemos que lo distinto está ahí y que lo distinto habla”.
“Me parece interesante la posibilidad de retomar las herramientas discursivas, textuales, con las que contamos y ver cómo podemos usarlas de una manera que quizá no es la manera tradicional en que se han utilizado, y que habrá cosas en donde podemos coincidir con otros puntos de vista y habrá cosas en las cuales definitivamente no coincidiremos, pero ya la posibilidad de abrir un espacio para preguntarle a las Sabinas (El rapto de las Sabinas) qué pensaron, ya es una posibilidad de reinventar, de reescribir, de escuchar otras cosas”.
Durante su intervención, la escritora Gina Cebey, ganadora del Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2017 por el libro Arquitectura del fracaso (FETA, 2017), difirió en torno a las redes sociales como plataforma argumentativa:
“Sobre las redes sociales, yo difiero totalmente: creo que las redes sociales son ahora el punto en que menos se puede discutir, aunque son abiertas a todo el mundo; claro, es más dar un punto de vista contrario en redes sociales sin que todos ataquen. Creo que las redes sociales son justamente eso: escenarios de pensamiento corto y eso es como justamente lo opuesto al ensayo, a ese gran proceso en el que alguien pues se desnuda y pone ahí como su cabeza, su mente y todos sus procesos de pensamiento”.
“No me quejo del ensayo, amo al ensayo, creo que hay muchas posibilidades, pero siento que el reto es justamente darle la cara a ese centauro que nos tiene a todos domados, y cómo el ensayo debería ser como este lugar de resistencia a esas formas instituidas y esteticistas de escribir”, concluyó Gina Cebey.
“Finalmente, el ensayo sigue siendo un vehículo para la crítica, y entonces lo importante es estar abiertos a la visión de los vencidos. De repente me dicen: ‘Es que las mujeres no escribían’; no, no es que no escribían, sino no tenían acceso a la publicación. Entonces, también tenemos que ir haciendo todas estas disertaciones acerca de cuáles han sido realmente las barreras para el pensamiento sin importar de dónde se está contando una historia o desde dónde se quiere argumentar un punto de vista”, fueron las palabras finales de América Gutiérrez, moderadora de la mesa que provocó aplausos y comentarios de reconocimiento para las mujeres ensayistas que compartieron sus reflexiones sobre el género de la argumentación.