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lunes, septiembre 16, 2024
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Cómo conseguir 78 millones de dólares

Hace 15 años fui invitado a una junta en la Comisión Estatal de Aguas y con gusto asistí, pues el director era amigo mío; y me encontré con una abigarrada multitud de lideresas de colonias, ingenieros, empresarios y los usuales participantes a todo.

Ante este grupo decidí ir al baño para refrescarme un poco y regresar a la reunión de la que no tenía idea de qué se iba a tratar; a mi regreso me encuentro con la sorpresa de que me habían nombrado presidente del grupo, cuyo objetivo yo no conocía, así que un poco en broma y un poco en serio propuse que nos viéramos todos los miércoles a las cinco de la tarde en las oficinas de la Comisión del Agua. Luego me enteré del objetivo, que era convencer a la comunidad de la necesidad de conseguir recursos del NADBANK a fondo perdido para instalar una segunda tubería de Tijuana a Playas de Tijuana, pues la que estaba en uso era decrépita y tenía constantes perforaciones que llenaban de un nauseabundo olor los lugares aledaños a ella.

Para conseguir los recursos había que realizar 50 sesiones en diferentes colonias con grupos ciudadanos que aprobaran el proyecto, el que les debía ser explicado con claridad.

Un grupo de americanos escépticos asociados con el NADBANK hicieron un comentario desairado que decía así: “Los mexicanos nunca cumplen e  intentan reducir el número de reuniones y cuando lo hacen lo hacen a la ligera”. Cuando escuché este comentario, me picaron la cresta, hablé con los miembros del comité (señoras de las colonias, ingenieros, técnicos y hombres de negocios) y les dije “Vamos a demostrar lo que los mexicanos sabemos hacer: vamos a realizar todas las juntas con extrema claridad y con extremo cuidado, tomando nota, con video y con grabaciones de lo que ahí se diga y se haga”.

Todos los miércoles nos reunimos a las cinco de la tarde; incluso un 10 de mayo, Día de las Madres, por lo que supusimos que las participantes femeninas de las colonias no acudirían… ¡Oh sorpresa! todas llegaron, y traían tamales y atole y festejamos felices el acontecimiento.

Después de rebasar el número de reuniones (70) y de recabar la información requerida había que hacer una reunión en un parque público (Parque Morelos), donde habríamos de explicar de nuevo el proyecto y hacer una encuesta avalada por la Universidad Autónoma de Baja California de que un gran porcentaje del público había entendido y aprobado el proyecto.

Cuando llegamos al Parque Morelos a las siete de la mañana, estaba cayendo una brisa, hacía frío y los americanos que aparecieron decían que a estos eventos no acudía la gente; si bien nos podría ir, llegarían unas 30 personas del público… ¡Oh sorpresa! (de nuevo): empezaron a llegar las personas que habíamos invitado hasta rebasar el número de mil 100.

Como pudimos, los dedicados ingenieros y yo empezamos a explicar mientras llovía. El proyecto estaba resguardado por unas lonas y la gente nos escuchó con atención. Terminando la explicación se hizo la encuesta y el 97 por ciento había entendido el proyecto y el 93 por ciento lo había avalado; ahí concluyó nuestro trabajo con alegría y con el gusto de haber probado a los detractores que dudaban de que los mexicanos hacíamos las cosas bien. Cantamos el Himno Nacional con voz fuerte, con lágrimas en los ojos y gotas de lluvia. Seis meses después llegaron las secciones de la tubería que fue instalada evitando la problemática narrada.

Cinco meses más tarde me volvieron a invitar para asistir a una junta en la Comisión del Agua y me volvieron a nombrar presidente de otro comité con objetivos similares; por supuesto llamé a mis compañeras de las colonias, a los ingenieros y a los empresarios, y empezamos el proceso ya conocido, con la misma dedicación y el mismo patriotismo. El evento popular tuvo verificativo en el CECUT con excelentes resultados, pero ya sin lluvia. Meses después recibimos el donativo de tuberías para cambiar todo el alcantarillado y las tuberías del centro de la ciudad y de la Zona del Río, que estaban en pésimo estado; seis meses después se instalaron equipos con valor de 60 millones de dólares a fondo perdido.

En esta aventura me acompañaron siempre mis amigos Héctor Lutteroth, que siendo dueño de los restaurantes Carl’s Jr. nos regalaba en las juntas ricas hamburguesas, y Enrique Mier y Terán, que no nos permitía el cansancio.

Sí se puede, cuando se ponen ganas, entusiasmo, disciplina y amor a la ciudad. Y obtuvimos 78 millones de dólares.

 

José Galicot es empresario radicado en Tijuana.

Correo: jose.galicot@tijuanainnovadora.com

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