En 2016, Colleen Hoover escribió una novela que fue muy leída en su momento y, por lo tanto, su camino a la pantalla grande estaba previsto. Ahora, esta película está en cartelera local y, aunque pudo haber sido mucho más lograda, su aportación innegable al tratar un tema poco expuesto en el cine comercial: el abuso sexual en el matrimonio.
La historia tiene como protagonista a Lily Bloom, hija única de una familia próspera en un pequeño poblado de Maine. La primera situación que se explora es la muerte natural de un padre con el que la hija tiene un conflicto evidente. No tardamos mucho en entender y atestiguar la violencia doméstica contra la mamá de esta joven.
Un día cualquiera, Lily ve a un chico salir de una casa abandonada que está junto a la suya. Es Atlas, un estudiante sin hogar que asiste a su escuela.
La adolescente empieza a ayudar al misterioso Atlas. Le da de comer, lo invita a su casa, le presta ropa y así empieza una amistad que termina en una relación fugaz cuando el padre los descubre y todo termina violentamente.
Pasan los años y Lily se muda a Boston, donde abre una florería y contrata al azar a Allysa (Jenny Slate), una socialité en busca de trabajo, casualmente hermana de Ryle (Justin Baldoni), un neurocirujano con el que había tenido una breve conversación con un toque sensual, de vuelta a la ciudad después del funeral de su padre.
Y así se va desarrollando el filme, tejido a base de casualidades, muy malos diálogos y un ritmo lento, claro, sin embargo, siempre existe la corazonada de que habrá un giro importante que habrá que esperar.
El meollo del asunto es muy importante: la urgencia de romper un círculo en el que se pone en riesgo no sólo la integridad física, sino la psicológica y emocional.
Brandon Sklenar en el rol de un Atlas maduro, es lo más sólido que hay en esta cinta dirigida por el actor Baldoni. Lástima, había mucho más qué hacer con esta trama, pero al final prevalece la sensación de que la óptica que se puede tener sobre las ataduras psicológicas cambia antes y después de haber entrado a la sala de cine. Esto sí es un objetivo nada fácil de alcanzar. ***
Punto final. – Acaso ya no habrá guionistas en el cine mexicano… ahí está otra vez Adrián Uribe con el remake de un filme extranjero: “O candidato honesto”, buena comedia del cine brasileño de 2014.