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lunes, septiembre 9, 2024
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La muerte del Ingeniero José Alberto Ramos Castillo en el CECUT

El jueves 25 de julio, por la tarde, el Ingeniero José Ramos cayó del tercer piso hasta el primer nivel de El Cubo, el espacio dedicado para exhibiciones de artes visuales en Centro Cultural Tijuana. Con 50 años, durante sus últimos 20 laboró en el Centro, siendo Gerente de Informática. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo ha sido posible esta tragedia? Comparto algunas reflexiones personales. Laboré en la institución entre 2006 y 2019. Lo conocí de primera mano. Y conozco, también, una parte de la historia de CECUT.

El Inge Ramos era una persona de gran amabilidad. Entre los mandos medios del arte y la cultura es una cualidad poco frecuente. Su puerta siempre estaba abierta, y él dispuesto a solicitudes, comentarios e inquietudes. Hay en ese ambiente tan difícil de las instituciones de cultura -más una tan grande como CECUT- un trato áspero e hipócrita desde la mayor parte de los gerentes, y una dualidad en su conducta entre sí: la más profesional de las hipocresías y la más hábil y silenciosa competencia por servir “al señor director”. Paréntesis: de 2019 a la fecha, la “señora directora”, Vianka Galia Santana Robles.

Ramos no hacía depender su trabajo de genuflexiones ni del fin arrancado a tirones y falta de escrúpulos en inmisericordes competencias intestinas. Las condolencias y declaraciones públicas de estos personajes, los gerentes y subdirectores de CECUT, en su mayoría no pueden desligarse de los usos y costumbres de su pervertido sentido del servicio.

El ingeniero Ramos no era un soldado de la austeridad -hace años ya había austeridad, sin el mote o disfraz de “republicana”, con Peña Nieto; el “buen presidente Peña” le dice López Obrador-, pues poco a poco satisfacía los pedidos que ante otros suscitaban agrios gestos o breves y hoscas palabras, para que con tales adquisiciones el trabajo de uno estuviera mejor pertrechado y fuera un poco menos ingrato de lo que supone y exige el “señor director” (“señora directora”), o bien los gerentes y subdirectores.

Algunas veces le pedía, en lo personal, conectara internet en la Sala de Usos Múltiples o alguna sala de El Cubo. Accedía; algunas veces lo hacía él, otras veces el pequeño equipo de trabajo con el que contaba, formado por Francisco y Claudia, pero siempre era todo cien por ciento seguro, sobre piso firme, con la confiabilidad de poder cumplir con el encargo hincado o parado. Jamás hubiera o habría realizado una solicitud que yo mismo no hubiera estado dispuesto a hacer por prudencia y precaución. Jamás solicitaría algo que, bajo mi criterio, pusiera en riesgo la vida de una persona bajo ninguna circunstancia.

El ambiente de CECUT ha venido degradándose desde hace lustros, y cada vez se tiene menos respeto por la vida de las y los trabajadores, por las consecuencias para sus familias. No es mérito exclusivo de Vianka Galia Robles Santana, pero el despotismo presupone menos tino, rigor, cuidado y exceso de confianza. Antes, varios trabajadores de filas tuvieron percances graves (como Samuel y Tomás). En CECUT se cometieron graves injusticias (como contra Nabor), que todos callan por “cuidar” su puesto de trabajo; sin suponer, entre la base, que ese silencio implica que la posibilidad de decisiones arrebatadas, o potencialmente mortales, prosiga y se recrudezca.

Antes “los accidentes” graves se cebaban entre los más de debajo de los de abajo. Lo ocurrido al Ingeniero Ramos es una doble primera vez en CECUT: una tragedia de proporciones irremediables alcanza a un mando medio; y en 41 años de la institución es, al parecer, la primera muerte de estas proporciones, sucedida en el desempeño de funciones.

Desde mi punto de vista, ¿hay diferencia entre esta muerte y aquellas que son comunes en la industria maquiladora? En la forma, en lo superficial, sí; pero en la esencia, en lo fundamental, no. Ningún trabajador o trabajadora debería siquiera acercarse a la posibilidad de morir en su puesto de trabajo, mucho menos cuando hablamos de oficios de supuesto poco riesgo. La muerte en el centro de trabajo -como es también en este caso- suele deberse y relacionarse con la explotación y la arbitrariedad que caracteriza al trabajo bajo el capitalismo, pero hoy en día también por la cada vez más notoria precariedad, por la austeridad -“republicana” o no- y por la falta de límites en las exigencias laborales.

El ingeniero Ramos fue una buena, una magnífica persona, según mi apreciación en los 12 años que compartimos en CECUT, y sobre todo en los últimos cuatro años en común, cuando por las responsabilidades de ambos la relación era asidua. Descanse en Paz, condolencias para su familia y amigos, así como para Francisco y Claudia… de quienes no sé si se encuentran entre las decenas de despidos injustificados y arbitrarios (sin indemnización, como en mi caso particular y en otros) efectuados por Vianka Galia Santana Robles durante su reinado en CECUT entre 2019 y 2024.

¿Accidente? No. Ninguna muerte en el trabajo debe o debería ser catalogada así con prisa, o aceptada sin chistar como tal, por respeto a la vida de la clase de los trabajadores y sus familias. El Ingeniero Ramos tenía una visible minusvalía en su movilidad, atado por años al uso de un bastón. Un caso así debe ser investigado, y sancionados aquéllos (o aquéllas) que incurrieran en el delito de no ser responsables con sus decisiones y con el cuidado de quienes se encuentran bajo su gobierno.

¡Que la tierra te sea leve, Ingeniero Ramos!

 

Atentamente,

Juan Alfredo Valles Arzate, trabajador de la cultura.

Correo: rojohoz@gmail.com

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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