Los primeros tres años de la administración de Marina Ávila Olmeda, ha contado con un Poder Legislativo dócil que no cuestiona ni una coma de los planteamientos provenientes de la oficina de enfrente
Durante los primeros tres años de gestión, la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda sólo ha encontrado obediencia por parte de un Congreso del Estado de mayoría morenista; más se asemejan a una Oficialía de Partes que recibe y ejecuta sus deseos, que a un verdadero y autonomo poder legislativo.
Los diputados no representan contrapeso alguno, contrario a ello, se someten a la voluntad de quienes integran el gabinete de la gobernadora, y a ella misma.
Como Jaime Bonilla la mayor parte de su bienio y Francisco Vega de Lamadrid en su primer trienio, los legisladores no miden consecuencias del respaldo político a ciegas, lo cual al final resultó en un repudio social contra ambos poderes cómplices.
La última Legislatura de Kiko Vega terminó destrozada, debido a que las facciones dentro del PAN, peleaban por la atención del mandatario y se atacaron políticamente entre ellos, hasta que finalmente rompieron relación.
En aquel entonces, los hombres “fuertes” del PAN, eran Carlos Torres Torres -esposo de la gobernadora, quien incluso perdió la coordinación de la bancada del PAN cuando recibió un boicot de sus compañeros-; Andrés de la Rosa Anaya, quien contrapunteaba a los grupos panistas y negociaba con todos, pero también les ponía zancadillas cuando era necesario; y Raúl Castañeda Pomposo, el amigo personal del entonces mandatario. Todos ellos, entre otros, protagonizaron la debacle del Partido Acción Nacional por su incapacidad de imponer límites; al final, todos se rindieron ante Bonilla, como ahora lo hacen con Marina los dos primeros en Morena, el último en el PES.
A su vez, el primer mandatario morenista gozó de la misma pleitesía por parte de los legisladores y sus excesos lo llevaron a aprobar aberraciones que ridiculizaron a Baja California (la mayoría anulados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación), además de intentar comprometer al Estado con enormes contratos abusivos por parte de Next Energy, entre otros negocios turbios del ex ingeniero.
Ahora, Ávila Olmeda se encuentra en el inicio de su segundo trienio y los nuevos diputados están aún más comprometidos con su causa; algunos por incapacidad, otros por ignorancia y unos tantos por supervivencia, pero todos respaldan a la gobernadora a un nivel irracional. El cinismo llega a tal grado que nadie se ofende cuando la mandataria estatal hace pública una fotografía de una reunión con los nuevos diputados de Morena y sus aliados, la cual titula como “Mi bancada”, con todo y el mensaje político que esto representa.
Marina ve como algo positivo que su nuevo Congreso sea tan afín a ella, pero no dimensiona la gravedad de no tener contrapesos, de no tener a alguien que alguna vez la haga pensar un poco más allá o incluso de ofrecerle nuevas y mejores opciones que las previstas por ella y su equipo.
Los nuevos diputados de Morena, al igual que los del PAN en su momento, se han esforzado por degradar la investidura del representante parlamentario; se han encargado de debilitar su propio poder y su responsabilidad, algo que incluso le hace daño al proyecto, cualquiera que éste sea.
Lo peor es que los nuevos legisladores de Morena, como Jaime Cantón, Michelle Tejeda, Diego Arregui, entre otros, tienen más interés en demostrar su respaldo a los proyectos de la titular del Poder Ejecutivo del Estado que en tratar de construir, mientras que otros como Jorge Ramos Hernández, buscarán hacerse de poder para destronar a los actuales “gerentes” del Congreso.
Un Congreso tan afín a Marina del Pilar sería el acabose de un gobierno que inició con un respaldo popular inmenso, pero se ha visto afectado por grandes crisis políticas, principalmente de seguridad, donde la mandataria no ha podido plasmar una política sostenida y efectiva.