Sean Wang hizo de sus recuerdos de adolescencia una joyita cinematográfica que cuenta la historia de Chris Wang (Izaac Wang), un chico de 13 años que está a punto de comenzar la secundaria, tiene amigos con los que no se identifica del todo, una guerra con su hermana universitaria Vivian (Shirlet Chen) y un choque generacional con su madre, Chungsing (una maravillosa Joan Chen), relación que no se beneficia mucho con el hecho de que el padre vive y trabaja en Taiwán, mientras que la familia reside en Fremont, California.
La época es a principios del año 2000 y nada parece salirle bien al joven protagonista que quiere patinar, pero no puede, desea besar a Madi (Mahaela Park) y le gana la timidez, la angustia parece carcomerlo y lo vuelve introspectivo, a veces renegado, malcriado.
Esto podría asemejarse a tantas otras películas sobre el despertar de un muchacho, sin embargo, aquí hay algo que resalta y es ese conflicto entre Wang y Chungsing que finalmente tiene instantes de resolución cuando se asoma la compasión en momentos difíciles de la vida de ambos personajes.
Finalmente, la vida es agridulce y esa es la lección más importante que Wang habrá de aprender en este estupendo filme marcado por escenas muy memorables, creíble, sólido y difícil de olvidar. ****
Punto final. – Falta una buena apuesta del Género H en 2024.