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jueves, noviembre 21, 2024
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Crimen desorganizado

Son delincuentes sin escrúpulos ni lealtades, familias enteras dedicadas a envenenar con droga a sus clientes consumidores para enriquecerse; asesinan, secuestran, torturan, extorsionan y roban a quienes se interpongan en el camino.

Se trata de las mafias mexicanas que desde 1989 habían procurado operar con un sistema monopólico, bajo el control criminal de cabezas que decidían, aprobaban o rechazaban la comisión de crímenes, acorde a las necesidades de las células criminales, procurando no “afectar sus intereses” comerciales ilícitos.

Un modelo de crimen organizado que se estructuró a partir de 1978, tras la muerte del narcotraficante Pedro Avilés y la integración del Cártel de Guadalajara, encabezado por Ernesto Fonseca, hoy de 93 años, encarcelado en 1985 y liberado en 2017; Rafael Caro Quintero, de 71, detenido en 1985, liberado en 2013 y reaprehendido en 2022; y Miguel Ángel Félix Gallardo, de 78 años, preso desde 1989 con una condena que finaliza en 2029.

Fue precisamente a finales de los ochentas, en vísperas de la caída de la mafia de Guadalajara, que Félix Gallardo intentó mantener la hegemonía criminal, repartiendo el país en zonas y dejándolas en manos de unas cuantas familias.

Los hermanos Arellano Félix en Baja California y Baja California Sur; el Cártel de Juárez con Amado Carrillo; el Cártel del Golfo de Juan Nepomuceno y Juan García Abrego, todos, hoy día muertos o presos.

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Del grupo más grande, Cártel de Sinaloa, en junio de 2014 hubo noticias no confirmadas del fallecimiento de Juan José Esparragoza (75 años); Héctor Luis Palma Salazar, fue aprehendido en 1995, extraditado y juzgado en EU, donde purgó una pena de 2007 a 2016, cuando lo deportaron a México, donde permanece preso bajo proceso; Joaquín Guzmán Loera, capturado por tercera y última vez en 2016, extraditado y sentenciado en Estados Unidos hace cinco años; e Ismael “El Mayo” Zambada García, de 76 años, detenido en un aeropuerto estadounidense el 25 de julio de 2024.

Hace 35 años, la instrucción fue que se establecieran como el cártel de droga más poderoso, cada uno en su zona, todos al mismo nivel, evitando invasiones territoriales y traiciones. Pero su naturaleza criminal los superó y así fueron enfrentándose unos a otros, y cayendo.

En medio de estas guerrillas territoriales del narcotráfico, más de 535 mil personas han sido asesinadas entre enero de 1990 y julio de 2024, de acuerdo a cifras basadas en el último informe de Statista GmbH, portal alemán de estadística en línea y los números del Secretariado Ejecutivo Nacional.

Así se hundieron los dos últimos capos de aquella camada criminal: En 2019, Vicente, el hijo de Ismael Zambada, declaró y con sus dichos entregó en el juicio de Estados Unidos a Joaquín Guzmán; el 25 de junio de 2024, Joaquín, hijo del Chapo, entregó físicamente a su padrino “El Mayo” al Gobierno de Estados Unidos.

Después de esta última captura, ya no hay “capos de capos”, terminó la era del Cártel de Guadalajara y la intención delincuencial de encabezar el llamado crimen organizado, sacudido y fragmentado con la captura de diversos cabecillas en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), que dieron como resultado el surgimiento de nuevos liderazgos delictivos, o cartelitos, como analizaría el codirector de ZETA, J. Jesús Blancornelas.

Hoy lo que persiste es un relevo generacional criminal, con los hijos de los capos y de aquellos que fueron sus lugartenientes; también criminales menores, matones que ascendieron en el organigrama mafioso de su cártel a punta de plomo y sangre; y otros como el también sanguinario Nemesio Oseguera, quien tras ser empleado y aliado de diversas mafias por más de 10 años, fundó el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Hay hermanos, hay hijos de los criminales fundadores, pero la realidad es que el Cártel de Sinaloa, la mafia con mayor presencia criminal en México y el extranjero, se quedó sin cabeza y las autoridades esperan un mayor descontrol y un periodo largo de reacomodo que afectaría a la sociedad.

Diversos crímenes públicos han dejado claro que las segundas generaciones de criminales y los matones que ascienden, acostumbran exhibir su poder e impunidad, y para capitalizarse, en diversos momentos han decidido secuestrar, extorsionar, y robar los negocios y empresas de ciudadanos honestos.

Ante la presencia de varias células y diversos mandos en los estados, desde 2010 al Cártel de Sinaloa ya le resultaba difícil mantener el control. Como prueba, los más de 190 mil asesinatos en la administración del Presidente de los “Abrazos, no balazos”, Andrés Manuel López Obrador, cifra que ubica su sexenio como el más violento de los últimos seis sexenios.

Consultadas algunas autoridades, esperan -no se preparan- la reacción a la captura de Zambada, visualizan una mayor atomización de los grupos delictivos, el surgimiento de nuevos liderazgos criminales locales, invasiones, aumento en las pugnas territoriales y un repunte en los homicidios.

Una semana después, la tensa calma continúa en el crimen desorganizado.

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Autor(a)

Rosario Mosso Castro
Rosario Mosso Castro
Editora de Semanario ZETA.
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