En su visita reciente a la Feria del Libro de Tijuana 2024, el 19 de mayo, la escritora y académica Leticia Luna compartió una mesa de análisis de la obra de la escritora tijuanense, titulada “Rosina Conde. Una retrospectiva literaria”, en la que desmenuzó la obra poética y narrativa de la autora bajacaliforniana.
Durante su participación, Leticia Luna leyó su ensayo en el que destacó: “La literatura de Rosina Conde no tiene condescendencias, no pinta ‘bonito’ a sus personajes, sino que los retrata en todo su drama, rudeza y crudeza”. Asimismo, destacó que “El feminismo, es una mirada que cruza muchos de sus poemas, cuentos y novelas”.
A propósito de que Rosina Conde obtuvo el Premio Bellas Artes de Literatura “Inés Arredondo” 2024, la escritora y académica Leticia Luna compartió con los lectores de ZETA su ensayo “Rosina Conde: una retrospectiva literaria”, mismo que se reproduce íntegro, previa autorización de su autora:
“ROSINA CONDE: UNA RETROSPECTIVA LITERARIA”
Por Leticia Luna
Rosina Conde, Mexicali, Baja California, 10 de febrero de 1954, autora prolífica con más de 45 obras literarias, entre ellas libros de poesía, cuento, novela, canciones, audiolibros, libros académicos; y más de cincuenta publicaciones de su obra en diversas antologías poéticas, así como en infinidad de revistas literarias y académicas.
Ha acuñado una veintena de reconocimientos y diversos premios tanto nacionales como internacionales, una carrera literaria y artística muy prolífica que la ha llevado por el mundo de las letras, el canto, el teatro, el performance, la alta cultura, la academia y la edición.
Rosina Conde contaba con 35 años de edad cuando recibió su primer reconocimiento, en 1989 por su labor como escritora con motivo del Primer Centenario de la Ciudad de Tijuana, otorgado por Ayuntamiento. Me gustaría empezar esta retrospectiva literaria por un punto que puede resultar uno de los orígenes de su escritura, la poesía:
En su primer poemario, “Poemas de seducción”, publicado por La Máquina de escribir, 1981, encontramos una voz lírica femenina rebelde, insumisa; construye un tono coloquial, y con un estilo directo se expresa con una libertad inusitada: “En Reforma hay colas, / colas para checar, / cobrar, reír, coger, llorar / y cuando me llega el turno / río y lloro como loca.”.
Recrea la seducción, el erotismo, pide algo que termine con la rutina. Pedir y sentir: “que la vida es mía”. Y se pregunta: “¿Qué es una mujer?”. Y no hay contemplaciones: “Una vagina / que necesita cubrirse de semen / para escupir / abortos por las noches.”. Una voz que va a retratar la situación de las mujeres y su rechazo a los roles sociales tradicionales.
En el mismo libro hay poemas al mar; es decir, la poeta abreva en la naturaleza para descubrir la naturaleza humana: “calamares gigantes / me persiguen desde el día / en que bebimos la tinta / de aquellos que codiciaban / las escamas de mi cuerpo.”. Una voz consciente del cuerpo femenino como un territorio por conquistar, por afirmar y construir.
Después vendrá el poemario “Textículos de amor gozoso”, cuyo epígrafe es un fragmento de un poema de Catulo a Lesbia. Parafrasea al Génesis en el versículo que dice: “Hágase la luz”, ella escribe: “Hágase el erotismo”, en el diálogo con la Creación, realiza su propia creación, cito: “De amor gozoso la cubrió de besos: / labios, cuello, muslos, ojos, pelo… / y ya que la había envuelto en su manto de besos, eyaculó / concibiendo el mar, el aire, la tierra toda.”.
Así, desfilan por este poemario Eva, Adán, San Jorge y el dragón, Sansón y Dalila, Augusto Monterroso bajo su versión rosiniana: “Y cuando despertó, Eros todavía estaba ahí.”. Cerrando con una moraleja: “Y copularon y fueron muy felices”.
“De soslayo”, es otro poemario publicado dentro del volumen “Bolereando el llanto” (Tierra adentro, CONACULTA, 1993). La poesía erótica continúa, pero también aparecen versos donde escribe sobre sus padres y hermano, su nacimiento, concebido por sus papás cantando boleros entre sueños de amor. Aquí aparece el poema “De preferencia”, poema que noto es un antecedente de “Señorita maquiladora”, performance del cual Rosina Conde realizó diversas adaptaciones, de acuerdo con los públicos y sus problemáticas sociales: la industria, el agro, las propias maquiladoras. Denuncia, sarcasmo, poesía de la existencia comprometida con aquello que la toca, la conmueve, la cuestiona y nos cuestiona a nosotros sus lectores.
Retomemos “Bolereando el llanto”, que refleja su gusto por la música, de hecho varios de sus poemas han sido musicalizados e interpretados por diversos músicos y cantantes, amigos suyos. Ya aquí aparecen también poemas a sus padres, hermano, a una pareja amorosa; es decir, líneas creativas de su trabajo poético. Desde el estribillo hasta los poemas numerados del bolero van arrojando versos más largos y de más aliento poético, donde la soledad, el sufrimiento amoroso, la ausencia del otro mientras los niños crecen, hacen escribir a Rosina Conde: “Te sufro en el pulso, en el peligro, en esos días calurosos en que jugabas con la muerte.”. La traición y el olvido cambian el tono de su poesía y este sufrimiento se instala en sus versos de manera penetrante; ahora la hablante lírico ha transformado el erotismo para asomarse a otros abismos del alma humana, abismarse, como escribiera el filósofo Martin Heidegger, para después levantar el vuelo poético; así Rosina Conde escribe: “Bailo a solas como una iluminación”, y ante esas oscuridades evoca a Cavafis: “Los deseos son como bellos cuerpos que mueren jóvenes”.
Después vendrá el poemario “Pasajes de la Ciudad (canciones)”, que fueron parte de un performance en 2002, musicalizados por Omar Ortiz. Además de parafrasear a Nezahualcóyotl, se vislumbra otro de sus registros literarios: la poesía urbana: “Ciudad me habla” y “Décimas a la ciudad”, hecho que conforma a cualquier poeta como un poeta inscrito en la modernidad, es decir abandona el tema de la Naturaleza, de lo bucólico, para enfrentarse a ese monstruo que es la urbe.
El corpus “Los huerfanitos” agrupa poemas que no pertenecen a ningún libro, ahí encontramos dos poemas largos notables, de bastante interés para diseccionar la construcción de estas voces que van encontrando su polifonía en diversos tonos y tópicos del ser femenino. Así en “Los sueños de Juana” nos entrega un poema de una realidad muy cruda, llena de heridas, como lo es la violación de una joven, y la pérdida del bebé por un aborto, escrito en segunda persona del singular, construye versos de una gran contundencia para retratar este hecho: “volviste en ti llena de tierra / y magullada de las piernas y brazos y senos y cara… No, no eres tú esa que oyes/ eso que dices no lo sientes, no te pertenece…”.
Rosina Conde conocedora de los hilos con que se han movido los arquetipos femeninos, y donde la cultura tradicional ha encerrado a las mujeres, narra poéticamente el drama de Juana que es un drama universal, la joven que entonces debe casarse como “triunfante y supremo anhelo”, escribes: “Y vas vestida de reina /te miran /aplauden (…) pero de nada te sirve llorar ahora, Juana (…) arrullarás a un feto muerto entre los brazos /sigues cayendo / porque has perdido al bebé (…) está muerta del alma Juana (…) ya no eres virgen y ese traje de fiesta no te queda…”. El feminismo, es una mirada que cruza muchos de sus poemas, cuentos y novelas. Otro poema interesantísimo es el de Mary Kay, quizá sin saberlo el personaje femenino que construye Rosina Conde descubrió la ruta del hippismo a través de su amiga norteamericana.
Después el poema “Hoy traigo el blues”, preparado para el libro “Sirenas al ataque, Historia de las mujeres en el rock”, de Tere Estrada, y el gran poema “Soliloquio de contemplaciones”, que resume e espíritu que la poeta ha ido forjando dentro de la poesía y el canto, su ser autora, su ser en La casa de la presencia, de la cual habló Octavio Paz.
Tema aparte es su narrativa. El primer libro de narrativa que leí de Rosina Conde fue “Desnudamente roja” (Instituto Municipal de Arte y Cultura, Universidad Autónoma de Baja California, Unión de Libreros de Tijuana, Desliz ediciones, 2010). Así en el cuento “Mis ilusiones infantiles”, vuelve a aparecer la familia, la mamá de una niña despierta que un día quiere ser japonesa, otro cantante de ranchero, una gallina, la novia de Micky Mouse y sus cuitas extremadamente divertidas en cada uno de estos personajes. En el cuento “Había una vez”, la autora nos traslada a un aula donde la maestra de Redacción es sumamente autoritaria, o al menos así lo parece; la autora construye dos narraciones paralelas, la de la alumna que lee su cuento y la del relato que está leyendo; imaginación juegos de tiempos y expectación manejados de forma magistral en una trama aparentemente sencilla. Después nuevamente la vida de las mujeres jóvenes, pero esta vez denunciando el bulling entre ellas; el erotismo en “Marcos”; la violencia marital en “El hombre de mi vida”.
El segundo libro de cuentos que leí de Rosina Conde, igualmente de una sentada, por su ritmo atrapante, en un solo día, fue “Los infantes de la calle Diez”, donde aborda otros temas como los migrantes, la violencia, el abuso sexual de los profesores hacia las alumnas, la venganza de los alumnos en “La Quimera”. La literatura de Rosina Conde no tiene condescendencias, no pinta “bonito” a sus personajes sino que los retrata en todo su drama, rudeza y crudeza.
Luis Zapata sobre uno de sus libros de cuentos: “La soledad, el amor, la libertad, la presión social, la búsqueda de una identidad, son algunos de los temas que permean las historias de “Arrieras somos…”. En este libro, Rosina Conde, cumpliendo la promesa esbozada desde el mismo título, en el que trastoca el dicho “masculino”, nos ofrece una galería de personajes femeninos en constante evolución, los cuales se ganan inmediatamente la simpatía cuando no el cariño y la adhesión del lector: la jovencita embarazada; la mujer que pierde el objeto de su amor; la hija rebelde; la esposa abandonada; la madre pretendida…” Libro que obtuvo el Premio Nacional de Cuento “Gilberto Owen” 1993. Hablar de sus novelas es parte de otro análisis y comentarios futuros.
Concluyo diciendo: Rosina Conde, peregrina del mundo, maga, hechicera, conjuradora del canto y la palabra; poeta, profetisa, rockera, blusista, performancera; alquimista de la aguja y la tinta; cocinera, costurera; editora, narradora; ante todo mujer, guerrera, luchadora social, Rosina las muchas, la una, la artista completa, la soñadora cósmica, gracias por tu trayecto, por tu obra, por tu ser; amiga, hermana, maestra, feminista y sabia.