Databa el año de 2008-2009 cuando un equipo de natación local celebraba el cumpleaños de un pequeño nacido en el entonces D.F., pero cuyo corazón, como el de todo aquel que viene a esta ciudad, gritaba Tijuana.
Es muy cierto que uno no puede prever con claridad el futuro de las infancias, pero cuando Randal competía en las pruebas de 8 y menores en las distintas albercas de la ciudad y ganaba, nadie -ni los demás niños y adolescentes, ni los adultos presentes- podría haberse imaginado que estaba frente a un futuro atleta olímpico en otro deporte acuático. Creo recordar que al poco tiempo de esa celebración, sus papás entablarían conversaciones con los metodólogo del Centro de Alto Rendimiento de Baja California, con lo cual Randal pasaría a seguir entrenando en el agua, pero ahora en clavados.
Saber que a Randal le estaba yendo bien en este deporte no fue una sorpresa, pues desde tan pequeño demostraba siempre una entrega, disciplina y entusiasmo propio de un profesional; por lo que en automático fue fácil pensar ahora que estábamos presenciando la formación de un olímpico y deportista de alto rendimiento.
Los caminos de Randal lo devolverían al D.F./CDMX, donde explotó su potencial deportivo. Ya las noticias hablaban de la promesa de clavados, cuyos logros han hablado por sí solos en los campeonatos nacionales, panamericanos, olímpicos de la juventud y mundiales de todos estos años, con todo y que para las Olimpiadas de Tokio las circunstancias quedaron inestables para que pudiera tener su plaza.
Llega París 2024. Randal competirá estas olimpiadas en su prueba especialidad: plataforma de 10 metros, aquélla que incluso mirándola desde un celular hace que el estómago salte, pero que para él es su entorno natural.
El 29 de julio se batirá en parejas junto con Kevin Berlín Reyes, en una prueba final. Y nuevamente el 9 de agosto, ahora en lo individual. Claro que creo que pasará a la final del día siguiente y se subirá al pódium en ambas ocasiones, incluso si algunas proyecciones de los expertos no coinciden con esta opinión.
Y aun así, sin importar los resultados, habrá que felicitar y seguir apoyando a un joven que además no se queda callado ante las injusticias; pero que, sobre todo, cuando estaba en plena adolescencia y le preguntaron de dónde era, él respondió, con todo el orgullo del mundo, “Tijuana”.
Atentamente,
Andrea López.
Tijuana, B.C.