“La idea de revelación o epifanía es lo más importante del cuento”, expresó a ZETA la autora de “El lado salvaje”, libro recién publicado por Tusquets
Desde que ganó el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 1996 con su libro de cuentos “Ruby Tuesday no ha muerto”, Mónica Lavín se ha convertido en una referente del género en México; gran parte de sus relatos se encuentran antologizados en “¿A qué volver?” (Tusquets, 2018).
De hecho, este año entregó “El lado salvaje”, su colección de cuentos más reciente publicada por Tusquets Editores, sello de Editorial Planeta Mexicana. Aunque ha publicado diversas novelas, reconoce al cuento como el género con el que se hizo escritora.
DE LA BIOLOGÍA AL CUENTO
En entrevista vía Zoom para ZETA, Mónica Lavín (Ciudad de México, 22 de agosto de 1955) contó sus inicios en la escritura. Destacó que estudiaba Biología, pero lo suyo era el cuento.
— En alguna parte del epílogo de “El lado salvaje” mencionas que el cuento es el “género en el que me hice escritora”. ¿Cómo empezaste a escribir cuento?
“Yo estudiaba Biología y escribía cuento desde la prepa. Leí ‘El hombre ilustrado’ de Ray Bradbury en la secundaria y luego en la prepa estaba el boom latinoamericano y leía Cortázar y a Borges con deleite; me pareció fascinante lo que hacían con estos textos breves. Cuando yo leía un libro de cuentos, me parecía que era un laboratorio de experimentos y yo quise sumarme a los experimentos y escribir mis cuentos con esa timidez y esa incertidumbre, pero con esa actitud de juego también: ‘Voy a jugar a escribir cuento’. Luego seguí con esa inquietud de escribir cuentos en la licenciatura en Biología y me metí a un taller con mis cuentos con Mempo Giardinelli, que siempre me decía ‘Te tienes que creer escritora’. Yo diría que me creí cuentista”, relata a este Semanario aún con el recuerdo de haber cambiado la Biología por el cuento.
Lavín empezó su trayectoria como narradora publicando “Cuentos de desencuentros y otros” (1981), “Nicolasa y los encajes” (1991) y “Retazos” (1995), hasta que ganó el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 1996 con su libro “Ruby Tuesday no ha muerto”.
“Cuando publiqué mi primer libro de cuentos y cuando renuncié a la Biología, creí que siempre me iba a quedar en el cuento, hasta que llegó una historia que me pedía saber más de los personajes, que fue ‘Tonada de un viejo amor’ (1997; reedición Planeta, 2023). Entonces me resbalé involuntariamente, porque la historia, lo que tenía que saber de los personajes, me pedía otro tipo de escritura; y así pues paladeé la novela y me gustó también, pero nunca voy a dejar el cuento”.
EL LADO SALVAJE DE 23 RELATOS
En “El lado salvaje”, Mónica Lavín entrega una selección de 23 relatos, en los que, por ejemplo, una escritora que ve perturbada su rutina por un enigmático hombre que visita el manglar donde ella acostumbra pasear; la descompostura de un tranvía que deja a sus pasajeros expuestos en una zona insegura de San Diego; una operación de rutina que trastoca la vida de una pareja; el inesperado descubrimiento de un cuerpo calcinado al interior de un coche; una muñeca es testigo de las tribulaciones de una familia a lo largo de distintas generaciones; o el vínculo premonitorio que existe entre una madre y su hija, son parte de las historias que integran este libro, tal como Tusquets presenta la colección.
“Son cuentos que habían sido escritos a lo largo de varios años en donde a la hora que empecé el armado del libro descubrí que había algo en común entre ellos. A pesar de que respondían a diferentes momentos de escritura, unos dialogaban con un propósito deliberado y otros tenían la intención de revelar posibles fracturas en las vidas interrumpidas por un sismo, como el de la magnitud que yo viví en el 85”, expresó a ZETA Mónica Lavín.
A propósito del título homónimo de su libro, “El lado salvaje”, Lavín argumentó sobre el lado salvaje que las personas podrían llevar a cuestas:
“Descubrí que todos los cuentos tenían algo que ver con la fragilidad y con el lado salvaje de la naturaleza o el lado salvaje nuestro o, sobre todo, con aquello que se sale de control. Creo que en la vida nos proponemos, o la manera en que caminamos, es tratando de que todo esté bajo un orden, bajo cierto control, y cuando algo se sale de ello nos pone a prueba; y puede ser el lado salvaje de la naturaleza, o el miedo como nuestro lado salvaje, o lo que no nos atrevemos a hacer, y quizás esta domesticación en la que vivimos pues no me daría pauta para escribir nada. Es precisamente lo otro, lo no visible, lo que podría salir un día como el lado salvaje”.
“YO NUNCA HE TENIDO LA AUTOCENSURA”
En el cuento “El lado salvaje”, que da título al libro, la protagonista se muestra libre y con desparpajo de ejercer su sexualidad y el deseo con plena libertad, en Puerto Morelos.
“El personaje de ‘El lado salvaje’ tenía que ser una mujer, porque precisamente ese desparpajo y esa libertad que ha escogido para su vida, para su cuerpo, para el deseo, es lo que la va a confrontar con otra manera de ver a las mujeres, del lugar al que llega. Ahí sí me queda muy claro que estoy subrayando que la libertad de vivir nuestro cuerpo puede ser un problema frente a los cánones del machismo”, advirtió Mónica Lavín.
— A propósito de la sexualidad tratada en el cuento “El lado salvaje”, ¿siempre has tratado el tema que tú quieres en tus cuentos o es en esta época en que ya puedes escribir, como mujer, de lo que sea?
“Yo siempre he escrito de los temas que he querido. Cuando me avisaron del Premio ‘Gilberto Owen’, me dijeron que por el tipo de cuentos creían que yo era un hombre detrás del seudónimo, y era como si más bien el exterior pensara que una autora no puede tratar temas, por ejemplo, violentos y crudos; ya no te digo desde el punto de vista de una mujer, sino temas”.
Entonces aclaró: “Yo nunca he tenido la autocensura, que podría ser parte de lo que nos ha pasado a las mujeres, en cuanto a los temas; o más bien, la autocensura en algún tiempo tuvo que ver con no tocar ciertos temas que podrían llevarme a ‘es mujer que escribe sobre mujeres’. Pero sobre la sexualidad de hombres y mujeres, sobre temas escabrosos, nunca he tenido ningún pudor que tenga que ver con cómo me van a leer, por ejemplo. Incluso creo que más bien he ido navegando hacia los temas más sutiles con el tiempo”.
De hecho, recordó cómo fue recibida “Tonada de un viejo amor” en su momento, en relación con la obra reeditada en 2023 por Planeta: “En mi primera novela, ‘Tonada de un viejo amor’, la sexualidad es explícita, pero en su momento, en el 97, parecía un tanto escandalosa. En el 2023 fue recibida con otra actitud; eso sí me llamó muchísimo la atención, cómo ha cambiado desde afuera nuestra relación con los temas y con la realidad”.
“LA LITERATURA VA MÁS ALLÁ DEL GÉNERO”
En “El lado salvaje” abundan tanto personajes femeninos como masculinos, nunca predecibles. A propósito de feminismos actuales, se le planteó a la narradora:
— ¿Te planteas en tus cuentos que quede claro que quien está escribiendo en esta época es una mujer?
“No, para nada. Cuando mandé mi libro de cuentos al ‘Gilberto Owen’ (en 1996) estaba muy preocupada de que no pensaran que era una mujer detrás de esos cuentos; había personajes mujeres en los cuentos, desde luego, y hombres. Siempre me han interesado los dos, todos los puntos de vista, pero sí estaba preocupada. Me acuerdo que quise escoger un seudónimo muy neutro o más bien masculino, porque me tocó vivir ese tiempo en que las mujeres queríamos ponernos a prueba demostrando que podíamos escribir cuentos que no sólo trataran de mujeres, que la literatura va más allá -y lo creo así- del género”.
Reconoció: “Ahora sí siento mucha más libertad frente a que si quiero contar un asunto que es de las mujeres, como la maternidad, pues lo voy a contar; es decir, me doy total libertad de mirar desde donde sea necesario. Claro, seguramente hay más cuentos de mujeres, porque es la experiencia de vida que más me ha marcado, pero a mí me encanta curiosear en lo otro, en los otros”.
“LA IDEA DE REVELACIÓN ES LO MÁS IMPORTANTE DEL CUENTO”
Al ser Mónica Lavín una de las escritoras mexicanas a quien hay que recurrir a la hora de hablar del cuento, se le plantearon algunas consideraciones sobre el género en cuestión.
— A propósito de la forma clásica del cuento en cuanto a su final, cerrado o abierto, ¿qué es lo que te interesa lograr en un cuento?
“A mí me interesa mucho la complicidad lectora. Ya ni le toca al cuento lo que pasa después, le toca al lector si quiere seguir fraguando una historia en su cabeza. Pero el cuento debe cerrar el conflicto. Y la vida no es como una cortina que se cae después de cada suceso. Me gusta la idea de que el cuento te deja como con el aliento, no por la sorpresa, pero como me pasa a mí cuando leo a Raymond Carver, que me gusta muchísimo: esa sensación de ‘¿Ya acabó la revelación de lo que de verdad les está pasando a los personajes?’. Creo que la idea de revelación o epifanía es lo más importante del cuento. Yo espero que a los lectores les sea suficiente esa provocación, esa sacudida, y eso que a través de un suceso revela el cuento; por lo menos, eso es lo que yo le pido al cuento cuando leo”.
— ¿Cuál es tu definición del cuento?
“Para mí, la fuerza del cuento está en lo que calla. O sea, son sus silencios, lo que no está escrito, lo que importa; pero que sólo se puede ver a través de lo que está escrito. Todos los autores hacen analogías con el cuento y son nuestras boyas para entender el género”, concluyó la autora al plantearle que a lo largo de la historia diversas figuras de la literatura universal han ido proponiendo sus propias definiciones del cuento (como Julio Cortázar, Ernst Hemingway o Gabriel García Márquez, por citar algunos).
Finalmente, reveló: “Para mí el cuento es como una pastilla efervescente: aparentemente compacto, blanco, redondito; pero si lo sueltas, como lo puedes soltar en el ánimo del lector o el lector deja que entre en él, el cuento es efervescente: va a decir más de lo que parece que dice”.