La gobernadora se ha empeñado en demostrar el poderío político y electoral que tiene, incluso siendo ella quien notifique a los morenistas quiénes son los candidatos a alcaldes en BC y no el Comité Ejecutivo Nacional de Morena o su líder nacional…
La gobernadora Marina Ávila Olmeda llevó al extremo su animadversión hacia la alcaldesa de Tijuana, Montserrat Caballero Ramírez, y sacrificó a sus alfiles con tal de dejarla fuera de la jugada política y cortarle su destino electoral.
Sacrificó a sus dos aliados, Netzahualcóyotl Jáuregui en Mexicali y Érik Morales en Tijuana, y benefició al último de la madeja, un personaje exótico que, aparte de impedido legalmente para ostentar un cargo de elección popular, no aspiraba a esa posición en la que en el pasado no sólo fue derrotado, sino expuesto en su incapacidad.
Por derecho de estatutos y por deseo personal, Montserrat Caballero aspiró abiertamente a la reelección en la titularidad del Ayuntamiento de Tijuana, posición a la que llegó, ciertamente, con el apoyo del ex gobernador Jaime Bonilla Valdez (lo mismo que la gobernadora Ávila). Pero sus diferencias con Marina pesaron más. Es evidente que la mandataria se ha convertido en la principal morenista del Estado, y es quien, al amparo del dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, propone y palomea las candidaturas.
Así logró que su ex secretaria particular y ex diputada, Julieta Ramírez, obtuviera el número uno de la fórmula al Senado por Baja California, o que el ex diputado del PRI, Román Cota, se hiciera de la candidatura a la alcaldía de Tecate; o su aliada Claudia Agatón lo fuera en Ensenada. De hecho, contrario a lo dictado por la secretaria general de Morena, Citlalli Hernández, Ávila ha logrado mantener al PES de Jorge Hank en una alianza con su partido en el Estado, e impuso a Juan Carlos Hank como candidato del Partido Verde Ecologista de México en el número 1 de la fórmula al Senado, dejando la segunda posición para su ex secretaria de Medio Ambiente, Mónica Vega.
La gobernadora se ha empeñado en demostrar el poderío político y electoral que tiene, incluso siendo ella quien notifique a los morenistas quiénes son los candidatos a alcaldes en BC y no el Comité Ejecutivo Nacional de Morena o su líder nacional, como ha venido sucediendo en otros estados. A Ávila Olmeda le gusta dejar su huella.
Y efectivamente la mayoría, si no es que todas las candidaturas, fueron aprobadas por ella y su equipo. Que tiene el poder en Morena en Baja California, nadie lo duda, pero que vaya a retener el carro completo que ese partido ha tenido electoralmente en esta entidad desde 2018, está por verse.
Sin considerar que sus decisiones pudieran ser erróneas, la gobernadora se alía con quien sea necesario, se distancia de quien considera prudente y sacrifica a las piezas circunstanciales en su ajedrez político. Los decepcionados son otros, como Érik Morales, que le apostó “prestigio deportivo”, dinero y tiempo como el candidato de Marina para gobernar Tijuana y sin un miramiento especial fue sacrificado.
Cuando en Ciudad de México se le planteó a la morenista que en Tijuana el apodado Terrible Morales no levantaba ánimos electorales, pues no sólo no ganaba ninguna encuesta, sino que su posición quedaba en extremo por debajo de la actual alcaldesa, aceptó que él no fuera el abandonado, pero tampoco se eligiera a Caballero Ramírez. La decisión fue considerada “salómonica” en el CEN morenista: ni gana la gobernadora, ni gana la alcaldesa.
Para nombrar candidato se barajaron varios nombres. De hecho, la candidatura se ofreció en firme a personas, hombres, que se habían postulado para otros cargos de elección popular y algunos no habían sido seleccionados. Pero no mientras algunos no aceptaron con sensatez, otros vieron que nos les alcanzaba la inversión para una campaña municipal.
Así, el único que no levantó la mano, que no hizo campaña, que ya no aspiraba a esa posición, que estaba distraído buscando una diputación y fuera de los gobiernos, dado que del último cargo lo retiraron por ser un deudor de pensión alimenticia y sentenciado por ello, fue sorprendido con la nominación. Ismael Burgueño fue el único que le aceptó a la gobernadora la candidatura que le quitaron a quien ganó todas las encuestas de Morena: Montserrat Caballero.
No fue una cuestión de equidad. Si bien, la determinación electoral dispuso que en el caso de las alcaldías de Mexicali y Tijuana por lo menos una fuera para mujer, no impedía que las dos recayeran en damas, pero sí fue esa una premisa para dejar fuera de la contienda municipal (que no de la electoral) a Netzahualcóyotl Jáuregui. En el caso de Morales, sólo se alejó de la nominación al no levantar como una opción viable entre el electorado.
Pero el tema no será en automático. Montserrat Caballero impugnará la designación de Ismael Burgueño como candidato de Morena a la alcaldía de Tijuana. No sólo lo hará en razón de haber sido el designado un deudor alimentario, lo cual por si ya lo incapacita para ser candidato de acuerdo a la Ley, sino por el derecho que ella tiene, como en su momento lo tuvieron Armando Ayala en Ensenada y Araceli Brown en Rosarito, a reelegirse.
Está previsto que la alcaldesa presente recursos tanto en el partido como ante las autoridades electorales.
La cuestión es que la política interna de Morena para la designación de candidatos no ha estado sujeta a los estatutos del partido, a los resultados de las encuestas realizadas o a las normas electorales, sino a la voluntad de quienes mueven los hilos políticos en Baja California, aunque en ello vaya la pobre oferta política y la disminución de la capa intelectual entre quienes pretenden encabezar los ayuntamientos en el Estado.
Baja California, sus ayuntamientos, se han convertido en un botín político de un partido gobernante como en su momento lo fue con el PRI o con el PAN, que podían postular a quien fuera, sabedores de que ganarían la elección, lo cual a la larga los llevó a perder las elecciones.