Firmar un adulto, tutor, padre-madre, biológico o adoptado, para el hijo, y apoyarlos hacia las infancias trans, LGBTTTIQ, es corrupción de decisiones ante un menor que “haya nacido con ovarios o testículos”, sin la madurez bien cimentada; y a veces ya después de los 18 sigue el titubeo inmaduro.
¿Qué están haciendo quiénes apoyan tales asociaciones civiles? Encaminar la infancia rumbo al rechazo social, al desprecio ciudadano. Menores que se identifican con esa desviación anómala, torcida, inmoral, por los tutores o papás que no someten a tales hijos “trans” a devolverlos psicológicamente, moralmente, religiosamente a como dijo la partera. Es varoncito. Es mujercita. Firmar por menores a tal limbo emocional y dañino (y más si es apoyado por sus auténticos progenitores o tutores, papás adoptivos), lleva a tales menores al mundo del rechazo, para ser marcados por siempre y sentenciar su vivir a lo oscuro del clóset y a la burla o rechazo en todo su entorno, quizás por el resto de su vida.
Es ver cómo las leyes y jueces fabrican normas al vapor, a favor y en contra, y al fin de cuentas se “salen con la suya”. La hicieron ley, pero tales personas que cambian su sexo y pasan de Enrique a Enriqueta con amparos de las leyes para hacer la ley “normal, tal cambio de género”, ellos o ellas saben o sabrán que no es normal su nombre/sexo, amén de los ademanes de transformación sexual.
Entre más vivo, más veo y vamos construyendo un mundo perverso, inmoral, que crece día con día, y ya la iglesia se ve rebasada por un pueblo laico, desenfrenado en la inmoralidad, como fue Sodoma y Gomorra, Jerusalén y más lugares. Es triste. Baja la moral ver a parejas del mismo sexo contraer nupcias civiles gracias a las leyes hechas en los congresos políticos, que sólo se llenan las bolsas de dinero; en el registro civil nomás suena la caja registradora… cash cash la campanita al pago de bodas del mismo sexo o cambio de sexo en las actas de nacimiento.
Vivimos en una sociedad incierta, revuelta, inmoral, falta de valores, reglas, disciplinas; esas normas se fomentan en el hogar, cuando hay unos progenitores con sus pies bien puestos en la tierra, con la calidad moral, normal y con fundamentos de qué es el hombre y qué es la mujer.
Dijo Dios: “Multiplicaos, pueblen el mundo”… ¿Y así cómo? Con marcas del rechazo social al tener identificación inversa. El hombre se hizo mujer. La mujer se hizo hombre. Bodas colectivas. Parejas del mismo sexo. ¿Qué es eso? ¿En qué están o estamos fallando? Creo que sí hay anomalías que se pudieron evitar, pero hoy ya es demasiado tarde, sobre todo con este “apoyo” social y gubernamental. Vamos -y van- rumbo a la Sodoma y Gomorra contemporáneas. Si así es el rechazo social y rechifla, sonarán por siempre hasta que tomentos los valores como son, en este mundo inmundo, en muchos aspectos de lo que escribo.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.