“Si uno apaga la novela de la cultura, apaga una disciplina fundamental; la novela es también donde se ensaya la alteridad”, expresó a ZETA la ganadora del Premio Médicis 2023 con “Misericordia”
Con el prestigioso Premio Médicis 2023 a la mejor novela extranjera en Francia (Prix Médicis Étranger) por su obra “Misericordia” (Elefanta, UANL, 2023), la narradora portuguesa Lídia Jorge estuvo recientemente en México, donde incursionó en diversas actividades en la Universidad de Guadalajara y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).
Como parte de la delegación de la Unión Europea de la FIL Guadalajara 2023, Lídia Jorge acudió por segunda ocasión al acontecimiento literario, luego de su primera visita sucedida antes de la pandemia.
“Es muy bueno venir otra vez porque estuve en 2018. Después, por la pandemia, cuando me atribuyeron el Premio FIL, no pude venir porque no era posible viajar, todo fue hecho por internet. Regresar a FIL Guadalajara, lo que me encanta verdaderamente es ver esta dinámica de este festival literario, que es más que un festival, una fiesta completa de literatura, de libros, de ciencia, de cultura. Entonces para mí es una gran alegría, porque la FIL Guadalajara es un lugar de esperanza”, reconoció la escritora portuguesa en entrevista para ZETA.
En 2020, Lídia Jorge obtuvo el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances; para empezar el diálogo, se le cuestionó si ha habido un antes y un después tras obtener semejante distinción:
“De cierta manera sí, porque tras el Premio FIL, sobre todo por la lengua española, mis libros han creado más lectores. El Premio FIL es muy reconocido en Europa como el gran premio de América del Sur, sobre todo porque este Premio está aún relacionado con el nombre del autor de ‘Pedro Páramo’, eso es para Europa una especie de referencia. Entonces, verdaderamente hay un antes y un después”.
AUTORA MULTIPREMIADA
Lídia Jorge desembarcó en Guadalajara con el Premio Médicis 2023 bajo el brazo por su novela “Misericordia”, coeditada este año por la editorial Elefanta y la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
Además del Médicis, con “Misericordia” Lídia Jorge ha alzado diversos reconocimientos, como el Gran Premio de Novela Romántica de la Asociación de Escritores Portugueses; Premio Fernando Namora; PEN Clube Português; Premio Urbano Tavares Rodrigues; Premio de lectores Au Bord du Jour y Mejor Libro Lusófono publicado en Francia, entre otros.
“‘Misericordia’, es un poco impropio decir, por razones múltiples ha ganado hasta ahora muchos premios, tal vez el más importante es el Médicis”, valoró la narradora nacida en Boliqueime, Portugal, en 1946.
LA FIGURA DE LA MADRE
En la literatura universal abundan ejemplos sobre la figura del padre, pero Lídia Jorge prefiere abordar la figura de la madre en “Misericordia”, novela que cuenta la historia de Doña Alberti en el Hotel Paraíso, una especie de asilo donde la protagonista vive su último año de vida.
— En la historia de la literatura universal diversos autores han abordado el tema de la figura del padre. ¿Por qué le pareció importante escribir sobre la figura de la madre en “Misericordia”?, cuestionó este Semanario a Lídia Jorge.
“Bueno, la madre tiene un papel absolutamente preponderante, porque en este caso me ha enseñado la figura de la madre, a partir de la cual he creado este personaje, me ha enseñado a vivir, me ha dado un ejemplo de resistencia humana, de esperanza, de vida, que es algo absolutamente extraordinario, por una u otra razón”.
En cualquier caso, Doña Alberti, la protagonista de “Misericordia”, es emblemática de la segunda mitad del Siglo XX:
“Doña Alberti representa un papel para las madres que ahora tienen 90 años, ha representado por los hijos, pero sobre todo por las hijas, que han dado más escolaridad a sus hijos para que fueran independientes; estas mujeres han creado las mujeres independientes de mi generación. Aunque es mucho más que ella misma, Doña Alberti representa a esas mujeres que en los años 60 dieron todo lo que era posible a sus hijas para que fueran a la universidad, para hacerlas independientes, útiles a la sociedad, no solamente estando en casa siendo domésticas o cocineras para sus maridos y sus hijos”.
“TENGO LA CABEZA LLENA DE FÁBULAS”
Leer “Misericordia” es también encontrarse con una diversidad de géneros literarios, todos los que caben en una novela, tal es la bondad de la narrativa de largo aliento.
“‘Misericordia’ es un libro híbrido: tiene ficción, biografía, crónica, cuento; tiene elogio, tiene palabra triste, pero tiene también una alegría de las canciones de rueda”, relató Lídia Jorge a este Semanario.
— ¿Cómo fue el proceso de escritura de “Misericordia”? ¿Usted entrevistaba a su madre?, o ella le contaba su historia y Usted anotaba clandestinamente.
“Las dos cosas. Primero he registrado sus palabras. Mi madre escribió siempre un diario íntimo, desde el principio, desde que la conocí, tengo montones de cuadernos de sus diarios. También sus conversaciones personales, íntimas, donde recordaba toda su vida. Siento alegría porque sentía que su vida había sido vivida intensamente, porque pasaba el ejemplo de su vida a las chicas que eran sus amigas alrededor, que la cuidaban. Entonces, ella es el ejemplo de una mujer capaz de enfrentar su vida con una altivez tan grande, con una capacidad de dar esperanza a los otros. Me ha tocado mucho y me ha dado la fórmula para escribir este libro que es precisamente el diario personal, íntimo, de una mujer en el último año de su vida”.
— ¿Usted reescribió o reinterpretó los diarios de su madre?
“Claro, los reinterpreté, los modifiqué porque quise que fuera un libro ficcional, es un libro ficcional. Yo no soy capaz de escribir biografía o de escribir historia de primera grandeza. Para mí la historia tiene que ser una transformación, una fantasía. Yo tengo la cabeza llena de fábulas. Cuando escribo sobre la realidad, la gente, colectividades o hechos históricos, siempre es lo imaginario lo que me interesa, la posibilidad de transformar para ofrecer una alternativa”.
EL PURGATORIO EN EL PARAÍSO
El escenario de “Misericordia” es el Hotel Paraíso, donde Doña Alberti deambula entre la vida y la muerte en el último año de vida, aunque no necesariamente es un hotel de cinco estrellas.
— ¿Por qué el título de Hotel Paraíso? Sobre todo porque, irónicamente, parece un escenario más de penurias que de comodidades…
“Porque es ofrecido a la gente como si fuera un paraíso: ‘Usted puede venir porque aquí hay flores, hay cuidados, aquí todo se pasa bien’. Después, si abre la puerta, no es así, es diferente. Para ganar algo que es bueno, es necesario batallar para que las cosas buenas puedan acontecer”.
En cualquier caso, Hotel Paraíso es una síntesis como medio para exponer las inquietudes de la autora portuguesa: “Hotel Paraíso es una invención a partir de un lugar real, una abstracción sobre los lugares donde la gente mayor se encuentra como exilio. Entonces, es un lugar que ha partido de locales reales, pero es una configuración de la ficción. Hotel Paraíso no es un paraíso, al contrario: es algo que permite el conflicto, la lucha, es un lugar que no es paraíso. Se podría decir que es un poco de purgatorio, no es un paraíso, pero hay la posibilidad de transformar como Doña Alberti lo hace; las pequeñas cosas de la vida las transforma en algo precioso”.
UN DEO PROFUNDIS
Narrar a través de personajes que conscientemente pululan entre la vida y la muerte, supone una catarsis o deo profundis del protagonista, tal como plantea Lídia Jorge en “Misericordia”, donde Doña Alberti es llevada inevitablemente a la reflexión:
“‘Misericordia’ es un deo profundis de la muerte, pero al mismo tiempo de alegría de la vida, tiene esos dos movimientos de quien delante de la vida llora, pero al mismo tiempo se ríe. Es un libro que mezcla todos esos sentimientos”, confesó a ZETA Lídia Jorge.
— ¿Este deo profundis en “Misericordia” sobre cómo abordar la vejez tiene alguna referencia en la literatura universal?
“De cierta forma sí, mi deo profundis es un llanto por la vida que se termina. Ésa es una materia multiliteraria, toda la literatura está llena de esos llantos desde el principio de las grandes narrativas, desde ‘La Odisea’ y ‘La Ilíada’ hasta los grandes escritores del Siglo XX, escritores como Faulkner con sus llantos delante de la vida o el mismo Proust, lo lees y es un llanto sin lágrimas, pero son palabras sobre el destino de la vida, sobre este recurso enigmático de que un día tiene su término y nos preguntamos por qué. Cuando se hace un deo profundis se dice ‘va de nuevo a la Tierra’, pero si uno es capaz de añadir el deo gratias, significa que estamos reconociendo que la vida nos ha dado una experiencia inexplicable pero maravillosa, porque es de conocimiento”.
LA CONTRAHISTORIA
Ciertamente, la madre de Lídia Jorge, un personaje común, representa a una generación de mujeres que en la segunda mitad del Siglo XX lucharon por conquistar diversos derechos, como el de la educación universitaria.
— ¿Cuál es el papel de la ficción al recrear la historia a través de un personaje común como su madre?
“Ha habido un tiempo donde solamente se escribía de los reyes, los héroes, pero el Siglo XX nos ha desembarazado de ese problema y los escritores han empezado a escribir sobre la gente común. Hoy nosotros escribimos de la gente común, porque precisamente es una contrahistoria. La ficción, la novela, los cuentos, son una especie de complemento de la historia, la historia que habla de los hechos que son comunes y las fechas oficiales”.
Fue entonces cuando se refirió a la conquista del arte literario en el Siglo XX:
“Los seres comunes pueden hablar acerca de nosotros, nuestros héroes son los hombres comunes, es una especie de conquista que el arte moderno ha hecho. La modernidad del arte es exactamente eso: transformar el ser común, la persona del pueblo, la persona que no tiene nada de especial, pero que sufre todo, que desea, que tiene sueños exactamente como los grandes. En el arte contemporáneo el hombre del pueblo es la síntesis de la humanidad”.
— ¿Cuál es la diferencia entre una persona común y un actor histórico al contar la historia?
“La diferencia es que la persona común no se siente excepcional, el personaje histórico se siente excepcional. Aquel que no es excepcional convive con la miseria, convive con el despotismo, con la explotación de los estados; entonces, tiene sentimientos que son los sentimientos comunes, los sentimientos del ser que quiere que no es capaz y que entonces tiene una gran riqueza porque sufre y desea exactamente igual a los grandes, pero no alcanza la celebridad, se aproxima a nosotros, es como nosotros. Es curioso”.
LA SEGUNDA HISTORIA
En la entrevista para ZETA, Lídia Jorge se refirió a dos tipos de historia: la historia oficial o la que cuentan los historiadores, a veces cercana a la objetividad; y la historia que recrea subjetivamente los hechos desde la ficción.
— A diferencia de la historia oficial que cuentan los gobiernos o los libros oficiales sobre un acontecimiento histórico, ¿puede la novela contar una verdad de una época de un país a través de personajes comunes?
“Sí claro, porque exactamente ése es el papel del escritor de ficción, se llama la segunda historia, que ha reflexionado muy bien sobre eso Carlos Fuentes, que habla de la primera historia y de la segunda historia. La primera historia es precisamente esa historia oficial de los historiadores; la segunda historia es la de los patios, de las cocinas, de la aventura del que va solo por la calle o los caminos, o el navegador que se pierde en la mar”.
Luego argumentó:
“La primera historia es importante porque nos enseña sobre los grandes movimientos del mundo, pero la segunda historia es la historia de la gran historia vivida dentro del individuo. La segunda historia, según Carlos Fuentes, es precisamente la historia de los individuos, es por eso que es popular, que toda la gente comprende lo que pasa en la novela; es por eso que hay un papel transformador de la novela. La segunda historia, esa que es la historia de los novelistas, nos enseña y nos acompaña en los movimientos diarios de nuestra vida”.
— Después de una reconocida trayectoria, ¿qué ha sido la novela para Usted?
“Si uno apaga la novela de la cultura, apaga una disciplina fundamental, la novela es también donde se ensaya la alteridad. La novela es el lugar donde se crean los valores, porque uno, a través de las acciones humanas, es capaz de comparar permanentemente las acciones que salvan de las que derrotan”.
Para concluir, la ganadora del Premio Médicis 2023 sentenció:
“La novela es un lugar de humanidad, es un lugar de misericordia”.