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viernes, febrero 16, 2024
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Sangre por debates, abandono a defenderlos

A Don Eugenio Elorduy Walther + , Luchador Estoico


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“No hay diálogo, señores, porque las balas nunca han sido instrumento de dialogo” expresaba desde la tribuna del antiguo Palacio Legislativo de Donceles, un valiente diputado panista, Gerardo Medina Valdéz; era el 4 de Octubre de 1968, menos de 48 horas después de la masacre estudiantil de Tlatelolco.  Ante el pleno de la Cámara de Diputados, el PARM y el PRI habían presentado un punto de acuerdo pidiendo la “unidad nacional” para validar las medidas tomadas por Gustavo Diaz Ordaz. De esta forma, el sistema había iniciado su estrategia de control de daños ante uno de los episodios más oscuros de la historia de México y que a la postre se convirtió en el inicio del largo camino de transición de un régimen totalitario a uno verdaderamente democrático.

La Cámara Baja ardía ante la herida abierta que había dejado en nuestra sociedad la intervención militar al movimiento estudiantil: lesionados, muertos y desaparecidos eran parte de un recuento que ni siquiera empezaba y en esas condiciones, el déspota ponía en alto sus prioridades: el dominio político por encima de todo. Con esto, ahí en el pleno, el Diputado Medina Valdéz, encendió a los Diputados del poder al señalar: “Estamos los diputados de Acción Nacional y votaremos en contra de este documento, porque cuando la sangre de muchachos estudiantes, de menores de edad, de civiles, de policías y de soldados, sangre toda ella de mexicanos, todavía no acaba de secarse en Tlatelolco y consideramos que esa sangre está reclamando de nosotros mayor serenidad en nuestros juicios, menos precipitación, más valentía para afrontar este problema”.

El valor del debate, en todo momento, fue uno de los principios sobre los cuales Acción Nacional forjó su historia y diferencia ante el régimen vigente. El debate, el arrojo mostrado en el mismo, la preparación, los datos desconocidos por la población, la información censurada por el gobierno, la exigencia de transparencia, respeto de los derechos humanos, al estado de derecho, la exigencia de fortaleza de las instituciones, de la división de poderes, todo, fue defendido, exhibido y denunciado por quienes sabían de la grave responsabilidad que tenían al representar al pueblo de México, más allá de sus limitaciones, miedos e intereses. Así, Miguel Estrada Iturbide, Adolfo Christlieb Ibarrola, Salvador Rosas Magallón y muchas más mujeres y hombres, abrieron una brecha que nunca se cerró… en el debate.


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Al ser la confrontación de ideas parte de la identidad y esencia de Acción Nacional, no puede entenderse como en Baja California, decidió darle la espalda a su propia historia. En sesión del Congreso del Estado del pasado dos de septiembre, mediante una reforma electoral presentada intencional y mezquinamente de último momento, vía zoom, con cámaras apagadas, sin socialización ni trabajo previo, Morena, contario a su andar cuando era oposición, de manera vergonzante, eliminó la obligatoriedad de asistir a los debates para aquellos candidatos que pretendan acceder a un cargo de elección local, con el sentado precedente de que los candidatos de dicho movimiento son los que más han faltado a los debates organizados por el Instituto Estatal Electoral desde que llegaron al poder; dato que desde hoy asegura la cantada ausencia de los mismos a los debates públicos que se organizarán en 2024, ante el desprecio democrático que nubla su actual empoderamiento en Baja California. La incongruencia y traición a la consecuencia política de este movimiento político no sorprende, han dinamitado todos los medios que los llevaron al poder, en franca ruta de debilitamiento de nuestra democracia para perpetuarse en el sistema que han revivido.

Lo inconcebible fue la contrariedad de los diputados del PAN, los cuales votaron tanto a favor como en tibia abstención de dicha eliminación, sin ni siquiera presentar reserva alguna. Con esto, el Partido Acción Nacional en Baja California abandonó una lucha que estaba obligado a dar por un derecho que era de los ciudadanos, no de la abusiva clase política en el poder a la cual terminó acompañando con el sentido de sus votos. Los días siguientes han sido de nulo reconocimiento del error, de minimizar un cimiento que ya no interesa a quién más debería importarle.

Son los nuevos tiempos de la política bajacaliforniana: de frivolidad e inteligencia artificial; de valores entendidos; de cortejo y nula confrontación; de no representar la causa ciudadana; de olvidar ser oposición cuando más importa. Es momento de que la militancia de Acción Nacional exija responsabilidad pública y recuerde su historia, porqué quien niega su origen pierde por siempre su identidad.

Héctor R. Ibarra Calvo

hectoribarra@idlegal.com.mx

Twitter: @ibarracalvo

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