Miles de personas mayores de 65 años están viviendo el viacrucis terrenal y viviente al ir a pedir el beneficio económico que implementó el actual Presidente Andrés Manuel López Obrador. Primero, ir a registrarse a oficinas de Bienestar. En sillas de ruedas unos, otros ya sin vista, unos más con hipertensión, diabetes, andadera, bastón, oxígeno portátil, en camión… Muchos débiles, muchos más con obesidad, otros sin poder escuchar. Y más males físicos que aquejan y llevan consigo miles de adultos mayores.
Ellos reciben cada dos meses, con su tarjeta de Bienestar, cuatro mil 812 pesos netos. Pero actualmente tales viejecitos pasan las de Caín. Antes, por tan ansiado monto, los citaban en el Salón Burócratas; después fue en Parque Morelos y luego en el Auditorio Municipal; posteriormente en escuelas, Estadio Chevron, etc.
Hoy esos adultos mayores ya tienen en su poder la tarjeta marrón-lila de Bienestar, que implementó AMLO al ganar en 2018 la elección federal y prometer jubilación y pensión al doble. Hay miles de adultos mayores que reciben la ayuda por mayo del gobierno de izquierda de López Obrador, ya casi todos poseen su tarjeta. Y ya es obligatorio acudir exclusivamente a los Bancos del Bienestar. Pero hay algo delicado y fatal: las filas enormes.
En julio de 2023 agobió el calor, los casi 30 grados centígrados, ni qué decir en interiores y sensación de casi 50 grados. Se levantan los adultos mayores y allí van a su pensión; batallando, pero llegan. Y las filas enormes, tipo vacunación covid. Son filas largas y eternas, generando cansancio, calor, vértigo y hasta desmayos por falta de zonas de pago con techo, teniéndolos al aire libre, soportando los ancianos tales inclemencias.
Muchos adultos mayores van por su pensión acompañados de sus hijos o nietos, muchos los llevan en carro; pero tienen en contra la edad y las inclemencias respectos a sus males físicos y crónicos en las filas donde se aglomera el anciano necesitado.
Son horas y horas donde también hay otros agravantes, como que las máquinas o cajeros automáticos se calientan, afectando embobinado, interruptores, cableados, y dejan de dar o expedir dinero. Van y vienen los viejecitos, no hay dinero. Sé que ya en el Banco de México o la banca privada todos esos viejitos de más de 65 están agotando cajeros, siendo ese dinero para la clase obrera, asalariada, nóminas y demás.
Hoy llegó la invasión de cabezas blancas a agotar la banca privada (dígase cualquier banco de México). Por tal motivo, se arremolinan y se juntó el grueso poblacional de adultos mayores a bancos de AMLO-Bienestar, que ahora es malestar, irritación, pérdida de tiempo, ira, vituperios por tales cajeros, sin saber dónde esconderse del sol.
Deben cambiar las formas de pago o ayuda a los adultos mayores, pues se complica la salud, todo por la “pensión de AMLO a su pueblo”.
Otra agravante en contra de los viejitos cabezas de algodón: la tecnología. No saben usar la tarjeta, teclear los dígitos, se les complica; amén de que muchos no saben leer. ¿Qué sigue? ¿Dónde le pico? Empieza su calvario por ser “retros”, del tiempo del mambo, rock-n-roll, de los Panchos, de la época de oro. Nadie les enseña. A otros, sus hijos o nietos les arrebatan la tarjeta y les gritan feo. Otra variante más en su contra.
Por ello, esta ayuda amloísta es fatal, mortífera, enredosa, eterna; les está yendo mal a muchos viejitos, pues sufren, los engañan. Es una pensión enfermiza, mortal, por falta de logística de parte de los encargados de esa “ayuda” tan necesaria, pero a un costo muy alto para los adultos mayores.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.