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domingo, octubre 6, 2024
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Extraviados, sin brújula

“Saber vivir, es saber orar”.

-San Alfonso María de Ligorio

Cuando los apóstoles urgieron a Cristo que les enseñara a orar, le pidieron: “Enséñanos a orar, como Juan el Bautista enseñó a sus discípulos a orar”. No le dio muchas vueltas al asunto. Jesús les dijo: “Cuando ustedes recen, digan Padre Nuestro que estás en el cielo…”.

De lo poco que uno conoce, en la época patrística (siglos II al VIII), el asunto lo trata San Cipriano, Obispo mártir. Como La Oración fundamental. Es decir, la oración del Padre Nuestro que el Señor propone a los apóstoles.

Así como tal, el Pater Noster  o Padre Nuestro, ha sido tratado por personajes como el mismo Cipriano de Cartago, San Agustín, Santo Tomás de Aquino (s. XIII) y en fechas recientes por los esposos Maritain: Raïssa y Jacques.

Más sistemático, Santo Tomás de Aquino, sacerdote dominico, profundiza en el Padre Nuestro, Ave María, y el Credo (y muchos otros temas).

Nadie ama lo que no conoce. Bien lo dice San Agustín. Alrededor de nuestras neuróticas y estresantes urbes, aunque usted no las conozca, hay monasterios, casas de retiros, centros de espiritualidad, templos y lugares de oración.

Es sorprendente cómo en las catedrales y templos de enormes ciudades, las personas, mendigos de Dios, necesitadas de lo sobrenatural, se postran siquiera unos minutos para entrar en sí mismas, descansar, cerrar los ojos, y abrir el corazón con sus necesidades mentales, espirituales, afectivas y materiales.

En el centro de Guadalajara, por ejemplo, al templo Expiatorio no dejan de llegar infinidad de personas: a cuenta gotas, pero nunca está sólo el lugar. Siempre limpio y abierto, las personas permanecen desde cinco minutos hasta la hora. Hincados, sentados, deslumbrados por la belleza gótica, las imágenes, pero sobre todo el silencio interior que contrasta con el ajetreo vehicular y el murmullo citadino.

La brújula en momentos de extravío, no es la oración, sino Dios. Pero a Dios se llega a través de la oración; y la más segura es la enseñada por el Maestro y su Madre. Quién lo dijera, en el caso del Ave María, que no es una oración atribuida a la Virgen; si a ella el llamado Magnificat, que Dios nos enseñó a través de ella, que entre otras cosas, expresa “Porque ha mirado la humillación de su esclava… Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones”.

Meditando en esta frase “Todas las generaciones”, no deja de ser sorprendente las miles de interpretaciones del Ave María, y más generaciones musicales han plasmado en melodías y poesías; más admirable es que no sea tema sólo de los católicos, sino de judíos como Kenny G, Barbra Streisand; y no se diga de cristianos y evangélicos como Charlotte Church; o los europeos Bocelli, Plácido Domingo, Pavarotti; y más atrás Bach, Gonnoud, Pedro Vargas, José Mojica, Guadalupe Pineda. Todas las generaciones.

El hombre es un ser religioso por naturaleza

Donde estén los religiosos jesuitas, dominicos, franciscanos, del Espíritu Santo, Carmelitas, y todas las instituciones religiosas. Lo más grande que poseen son sus centros de Espiritualidad.

En Manresa, Cataluña, cerca de Barcelona, se encuentra la casa de Espiritualidad La Cova, la Cueva original donde San Ignacio de Loyola recibió la enseñanza de los Ejercicios Espirituales. De hecho, los jesuitas mexicanos fundaron recientemente la Casa Manresa en Playas de Tijuana.

Es admirable cómo empresarios jóvenes y de más edad, hombres y mujeres, apartan los fines de semana para darse una zambullida o un encuentro espiritual profundo, aunque sea de viernes a domingo (guiado por un sacerdote jesuita).

En los momentos más críticos de la humanidad, ya sea en Rusia, Francis, Inglaterra, España, Michoacán, Chihuahua, Coahuila, Estados Unidos, África, cuando andamos extraviados, sin brújula, habrá que reconocer humildemente que somos seres humanos, y que nuestra vida está en manos de Dios. Un buen amigo me dice que la tierra se mueve a 70 mil kilómetros por segundo, en un universo que se expande, y se sabe por los astrónomos que estamos apenas reconociendo que en nuestra realidad hay más de 200 mil millones de galaxias. Échele pluma cuántas galaxias nos toca per cápita, no pos es mucho. Y acá andamos agarrados como irracionales.

Nos hace falta la brújula de la Oración. Nos hace falta el Dios de Jesucristo.

No se sienta usted mal porque necesita a Dios. El buen San Agustín expresa que “Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”.

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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