No hubo justificación ni argumentos que exoneraran a la gobernadora Marina Ávila de no acudir y representar a las fuerzas civiles en el Desfile Cívico Militar de Independencia
Vestida con un ajustado traje color verde de diseñador, la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda se colocó frente al balcón de su oficina en el tercer piso del edificio del Poder Ejecutivo para emular al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en el tradicional e histórico Grito de Independencia, celebrado la noche del 15 de septiembre.
En su participación, que evoca el inicio de la Independencia de México, la mandataria bajacaliforniana gritó el nombre de los héroes que dieron patria, pero también incluyó algunos conceptos muy alineados al movimiento del Ejecutivo federal, como “¡Viva el amor!”.
Esa noche, Marina se sabía protagonista por el simple hecho de su investidura, hizo sonar la campana y ondeó la bandera tricolor ante una multitud de -según datos oficiales- 50 mil personas que acudieron al acto amenizado por la banda sinaloense El Recodo.
Le acompañó toda la plana mayor de las autoridades civiles y militares de la región, desde el Ejército, la Marina, hasta el Poder Judicial y representantes del Legislativo; todos querían salir en la foto y festejar la noche mexicana.
Los mismos funcionarios decidieron terminar relativamente temprano sus actividades, debido a que a la mañana siguiente acudirían a rendir respeto a las Fuerzas Armadas, protagonistas del Desfile Cívico Militar del Día de la Independencia, para mostrar su poder y mostrar su lealtad a las autoridades electas democráticamente.
Todos acudieron, menos, Marina del Pilar Ávila Olmeda. No hubo justificación ni excusa, sólo no se presentó al desfile del 213 Aniversario de la Independencia de México.
Ávila se entregó a la fiesta la noche anterior y, después de escuchar algunas canciones desde el balcón, no se quitó las ganas de descender y tomarse fotos con gran número de asistentes. La noche no paró con la conclusión del concierto, toda vez que siguió al asistir a una conocida taquería llamada Acatlán, muy cerca del Centro Cívico, donde también se tomó fotos y presumió su cercanía con los trasnochados por ahí pasadas las tres de la mañana.
Temprano el 16 de septiembre, las Fuerzas Armadas se quedaron esperando y fueron desairadas por la joven mandataria estatal de Morena. A diferencia de ella, quién sí atestiguó el desfile en el centro del país, como corresponde en la política tradicional, fue el Presidente López Obrador.
Marina del Pilar decidió no acudir al evento protocolario del Ejército, ente que hoy en día tiene tanto poder que hasta le impuso a su actual secretario de Seguridad Ciudadana, Leopoldo Tizoc Aguilar Durán; institución a la que, además, AMLO cedió la estrategia de seguridad.
A la gobernadora no le importó minimizar el evento Cívico Militar encabezado por el secretario general de Gobierno, Catalino Zavala Márquez; por el contrario, subió un video a sus redes sociales durante la mañana del sábado para agradecer a los asistentes al Grito de Independencia. No mencionó ni justificó su ausencia, sólo la ignoró.
Hasta el cierre de edición, no había una versión formal sobre su agenda de trabajo -si es que tuvo alguna- en Baja California durante el fin de semana. Sin embargo, como dice el dicho popular: No diré nada, pero habrá señales. En el video hecho público en sus redes sociales se observa en el fondo lo que parece ser la Garita Internacional, y horas después presumió una camiseta autografiada por George Kittle, de los 49ers de San Francisco, equipo que, dicho sea de paso, sostuvo un encuentro de temporada regular el domingo 17 de septiembre en Los Ángeles, California contra los Rams.
Ya de por sí es algo lastimoso que la gobernadora desaire a las Fuerzas Armadas que se encargan de gran parte del combate a la inseguridad y son de los pocos entes que todavía tienen resquicios de credibilidad, pero sería aún más grave -y frívolo- que su motivación fuera asistir a un juego de temporada regular de futbol americano en el fin de semana del festejo patrio.
Seguro esta situación será negada por las autoridades, pero precisamente la indolencia ante un evento trascendente, genera preguntas sobre el paradero de la gobernadora de BC, quien, ante el desaire a las Fuerzas Armadas, ha optado por el silencio.