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martes, octubre 1, 2024
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Proyecta FICG “La Frontera Invisible” de Mariana Flores

Zapopan, Jalisco.- Con su premiere latinoamericana, “La Frontera Invisible”, de la mexicana Mariana Flores, debutó en el encuentro cinematográfico tapatío, mostrando un poético e íntimo documental sobre la vida en la estación naval mexicana ubicada al Oeste de la costa de Colima, una isla que es habitada de forma intermitente, y que fungió como protagonista del filme en competencia por el Premio Mezcal, máxima honra del FICG, en el que fue seleccionada en 2020 como parte del programa DocuLab, dónde obtuvo el premio Splendor Omnia para mezcla de sonido y el premio de movilidad al Festival Internacional de Cine de Ámsterdam IDFA, además del premio Art Kindgdom del Gabriel Figueroa Film Fund, en el marco del Festival Internacional de Cine de Los Cabos (2021).

La cinta fotografía sucesos de la Isla Socorro, una formación volcánica en el archipiélago de Revillagigedo, ubicada 700 kilómetros de las costas de Colima, y la cual funge como la última frontera mexicana en el Pacífico, donde existe un destacamento de la Armada de México, con la tarea de cuidar y proteger los confines del país, mismos a lo que el documental observa en búsqueda de hacer una inmersión en su mente, corazón, vida perezosa diaria en la isla, ratos de ocio y la realidad de una vida dedicada a la milicia en un país devastado por la violencia.

Durante seis semanas de rodaje, la cineasta y equipo lograron intimar en la cotidianidad, regularidad, despertar, desayunar, comer, cenar todos los días permitiéndose relacionar, y obtener la generosidad de ellos a abrir su mundo y vida. Al respecto, ZETA tuvo la oportunidad de dialogar con la directora de la película:

¿Qué fue exactamente lo que gestó en tu cabeza la idea de irte a esta isla y sumergirte a la vida militar, y conocer de la vida de los habitantes?

“Este proyecto lleva muchos años cocinándose. Yo oí hablar de la isla, antes no sabía ni que existía, en el 2008 por unas amigas biólogas que están haciendo ahí investigación con ballenas, me enseñaron las fotos, me contaron del lugar y como que algo me hizo, me enganchó y entonces fui por primera vez ese año, luego en 2009, cómo iba a ser mi ejercicio documental del CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), y al final no fue, resultó ser un viaje de investigación, nada de ese material quedó en la película, pero bueno, pasaron los años y como que la isla no se me iba de la cabeza, el país cambió también, entonces adquirió otras dimensiones y otras capas, el ser marino, el ser militar, etcétera, entonces, en 2014-2015 conocí a Carlos Hernández, el productor, le conté sobre el proyecto, se entusiasmó y empezamos a trabajar juntos, y así fue que terminó siendo ópera prima documental”.

¿Qué tenía la isla que continuó inquietándote?
“Digamos toda la situación, ese paraíso natural desconocido en medio de la nada, con muchas particularidades, la Isla Socorro es un volcán activo y solo vive un grupo de personas muy pequeño que, además son militares, están ahí durante cinco o seis semanas, regresan y vuelven a irse, como que toda la situación me pareció muy fuera de la normalidad, de lo que estamos acostumbrados, y me pareció que podía ser un buen lugar como para ver ciertas cosas del ser humano”.

¿Cómo es que llegas a ese título también?
“También pasé por varios y no recuerdo si fue después del primer día, no me acuerdo la verdad cuándo fue que se me ocurrió, pero bueno, además de la obviedad, de que es la última frontera de México, o la primera depende de dónde vengas exactamente, pero no se ve no, no, no hay nada, o sea, todo es el mar y toda esta cosa que son las fronteras existen, no existen, quien las delimita y la frontera también con lo de adentro, con lo de afuera, como distintos límites y fronteras que existen, pero que muchas veces no vemos pero que, sin embargo están, en este caso, en el último cachito de tierra mexicana en el Pacífico”, precisó la cineasta al semanario

Sobre la experiencia naval anotó: “Llegan algunos barcos a Clarion, creo que llegó nada más un yatecito chiquitín y otro de buceo porque como está tan lejos, llegan realmente pocos, en Socorro llegan más, sobre todo como es un lugar de mucha fauna marina increíble, llegan muchas embarcaciones de Los Cabos de Baja California a bucear, yates, no se bajan a la isla, pero están una semana, 10 días de viajes para buceo, los ves por ahí, es que está 400 kilómetros de Baja California Sur. La película la filmamos en cuatro viajes, por medio de un trabajo de colectividad cinematográfica, había tanto tiempo en la isla como de pensar, platicar y a conocer a estas personas de manera muy íntima, y con lo que íbamos desarrollando el lenguaje conforme íbamos también acercándonos a la isla, a ellos y ellos a nosotros”

¿Cómo fue el tema de licencias y permisos para filmarlos, y qué descubres en estos viajes al momento de editar, y conjuntar tu filme?
“Eso siempre fue dependiendo del mando, de quien esté a cargo en ese momento de la isla, depende el criterio. La institución militar es muy cerrada, es una cortina, de hecho, me sorprende que nos hayan dejado entrar siquiera. Y bueno, creo que eso fue una de las partes más complejas, definitivamente la parte del montaje, de la edición, desde echarse todo el material que eran horas y horas y horas y horas en vídeo, en imagen y en sonido, porque muchas de las entrevistas sólo estaban en sonido, digamos casi que se duplicaba el material, hubo que ver todo, obviamente, y empezar junto con Astrid Rondero a intentar ver qué tenemos, qué nos interesa, cómo lo ponemos, cómo lo podemos nivelar, la isla es un personaje, los temas de los que hablan los marinos, que sí, que no, porque digo muchas cosas son interesantes, ¿pero a qué le pones énfasis? Yo siempre supe que quería grabar un huracán, que un huracán era importante o por lo menos un tormentón, y que eso iba a ser parte del clímax, o iba estar como por esa parte, eso siempre lo supe, desde antes de filmar, por eso fuimos dos veces en verano para cachar un huracán. Y a partir de ahí, sabíamos toda la parte de la noche, no, obviamente, desde que lo grabábamos, hicimos parte de la noche yo pensando en que esas iban a ser como las partes más oscuras narrativa y fotográficamente, que se acompañaban y a partir de eso, fuimos estructurando. Pero bueno, fue un proceso muy complejo”.

¿Después de estas historias de escuchar estos testimonios, sale otra Mariana Flores?
“Sí, yo creo que salí transformada por muchas razones de ese proceso, creo que los documentales, las películas en general, supongo, pero en mi caso, por lo menos trabajar también con la vida real de la gente te traspasa y te empiezas a hacer una melcocha entre la película, lo que estás creando, tu vida, tu propia vida y como tu propia vida se empieza a mezclar de alguna manera con eso, entonces creo que es salgo un poquito más sabia, un poquito más abierta de mente, con un poquito más empatía. Ahora quiero virar la cámara un poco hacia mí o la historia un poco hacia mí, voy a ir, creo que quiero hacer algo personal, en eso estoy trabajando algo personal, sobre la pérdida, sobre el duelo, una especie de documental ensayístico”.

¿Cómo defines esta experiencia cinematográfica?
“Creo que películas como ésta, como la mía, yo creo que en general todas pero bueno, son más lentas, son más contemplativas, la imagen es muy rica, es muy potente, el sonido también. Es una experiencia que verla en cine crece, y por otro lado, supongo habla de un momento histórico, político, nacional, y la preocupación por entender y ver ese lado, sobre todo que en 2008 la militarización y el narcotráfico se acrecentaron, cambió todo, y claramente cambió la vida de los marinos”.

Autor(a)

Roberto A. Partida Sandoval
Roberto A. Partida Sandoval
Licenciado en comunicación por la UABC. Periodista de entretenimiento. Editor de Espectáculos. 22 años en ZETA. Apasionado por el cine, música, viajes, gastronomía, ciclismo, senderismo y aventura.
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