Triste se quedó aquel pueblo
con muchas casas vacías,
en los antiguos arriates
ha muerto la siempre viva.
En los techos y portales
las golondrinas dejaron
las huellas de sus amores
y nidos hechos de barro.
La gente se fue sin nada
con gran dolor en el pecho
porque adoran a su tierra,
mas no encuentran el remedio.
De visita van algunos
y encuentran todo cambiado;
hay gente desconocida
que de otras tierras llegaron.
Algunas madres que quedan,
siempre miran al camino;
cuando ven gente que viene
en ellos ven a sus hijos.
Si llegan sus familiares
les ruegan se marchen pronto;
la vida ya no es segura
cuando se vive entre lobos.
Las campanas de la iglesia
tañen con mucha nostalgia
y en un rincón los ancianos
callan sus palabras sabias.
Vacías están las casas,
fantasma parece el pueblo;
no hay rosas en el jardín,
de antaño se escucha el eco.
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.