Soy hija, madre, abuela, esposa y amiga, entre otras cosas. No me gusta el papel en blanco y por eso escribo en él para dejar en sus renglones lo que la inspiración me dicta. A veces no quiero escribir, pero me llegan las ideas y mis dedos se inquietan si no escribo; entonces dejo de hacer lo que estoy haciendo para conversar con mi cuaderno. El pobre luce viejo y maltratado por el tiempo, pero es paciente conmigo y me permite seguir escribiendo en sus hojas.
Esas hojas que a veces me parece que les gustaría volar con el viento, como las hojas de los árboles al llegar el otoño. Sin embargo, se quedan ahí para que yo pueda seguir escribiendo en ellas. Desde niña mi cuaderno y yo somos amigos. Nadie sabe mi historia tan bien como ese amigo mío. Espero no aburrirlo con las cosas que le cuento. Para los dos ha pasado el tiempo y a ambos nos gusta la poesía. A veces le escribo poemas en verso libre y en otras ocasiones en clásica con rima y métrica. Lo único malo es que cuando cometo errores al escribir, los esconde de mí y no me dice nada.
De cualquier forma le tengo un afecto muy especial porque a la hora de escribir, mi cuaderno es mi mejor amigo; sin olvidar la pluma, que tan importante es para poder plasmar mis ideas.
Atentamente,
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.