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viernes, febrero 16, 2024
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Mundo apocalíptico

“La amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre”.

-Madre Teresa de Calcuta, discurso ante el presidente de USA, Bill Clinton.


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Roberto Carlos tiene un canto genial, Apocalipsis. En un estilo similar al de Pink Floyd en The Wall:Leo el diario y me estremezco. Todo final tiene un comienzo. Copas amargas derramadas. Profecías confirmadas Anuncian que el final no tarda. Tanto dolorFalta de amor, oh, uh oh. (“Apocalipsis”, Roberto Carlos)

O Rei o el Rey musical, como es conocido en Brasil, Roberto Carlos compone, escribe, musicaliza e interpreta en cada LP o disco, cantos románticos; pero además religiosos y en especial ecológicos. El Progreso, Las Ballenas, Paz en la Tierra, El oro del año pasado, Amazonia…

Apocalipsis viene del griego: Revelación. Igual al último libro bíblico, el Apocalipsis de San Juan. Solo que el secreto está en las palabras de Cristo, en referencia al fin del mundo. “Nadie sabe ni el día, ni la hora, ni los ángeles, ni el Hijo de Dios; solo el Padre (Dios), y a aquel a quien el Padre se lo quiera revelar”.


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En la mentalidad joánica, como dicen los biblistas expertos, la palabra Mundo no significa Cosmos. “Mundo” hace referencia a lo malo, a todo lo que se opone a la axiología o a los valores verdaderamente cristianos. “El Cosmos”, aquella serie del bonachón Carl Sagan, de los grandes científicos del siglo XX y miembro de la Academia Pontificia de Ciencias, fundada por Juan Pablo II, en parte para pedir perdón por las atrocidades cometidas por la Inquisición y la Iglesia contra personajes como Galileo y Giordano Bruno, a quien quemaron vivo en la hoguera debido a la intolerancia e ignorancia.

“Cosmos” se refiere a las más de 200 mil millones de galaxias que llevan contabilizadas la ciencia astronómica del siglo XXI. En nuestra galaxia, la Vía Láctea, hay miles de millones de planetas… y nosotros los humanos peleándonos por un metro cuadrado y diciendo Te odio en nombre de Cristo.  Válgame Dios, hasta dónde hemos llegado.

En la oscuridad de la Tarahumara, Tlamacas, San Pedro Mártir, Cañón de Guadalupe, El Pinacate, El Chico, El Cañón del Colorado, Cuyamaca, en el cielo estrellado circulan cientos de satélites artificiales. Y Rusia sigue adelante en la carrera espacial desde el Sputnik, la Laika, Yuri Gagarín y el ucraniano Nikita Kruschev. Y nos quieren hacer creer que las estrellas están en el paseo de Hollywood, Las Vegas o en el Canal de los estrellados.

En muchas urbes, los niños no conocen que la leche sale de las ubres de las vacas; solo la conocen en los envases y bautizada.

Creo que en la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, Dios nos regaló a Charly Chaplin, y Cantinflas, y al Gordo y el Flaco; con tanto apocalíptico nostragamus, hace falta en el mundo matraca un poco de buen humor, como el de Tres Patines, Mr. Bean, o el Teo González.

Juan XXIII, el Papa Bueno, autor de Paz en la Tierra (Pacem in Terris), al encontrarse en la ONU con el temido Nikita Kruschev, ucraniano presidente de la URSS, le envió un mensaje, diciéndole al líder soviético que era un gusto conocerlo en persona y comprobar tantas semejanzas entre él y el Pontífice. Kruschev reaccionó enviándole una nota en la que resaltaba que cuáles semejanzas, si él no creía en Dios, entre tantas cosas. A lo que el Papa Juan XXIII describió que de las semejanzas más sobresalientes entre ambos era que los dos estaban pelones y tenían los vientres abultados o panzones; y el Papa le arrancó una sonrisa al soviético Krushev.

Nadie sabe ni el día ni la hora para ir a Petatlán.

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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