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lunes, septiembre 30, 2024
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“El arte dignifica al ser humano”: Francisco Chávez Corrujedo

El artista plástico tijuanense expone en la Galería Internacional del CEART Tijuana la individual “Transfiriendo el Tiempo”, donde comparte cuatro décadas de creación

Pilar de las artes plásticas en Tijuana, maestro de artistas en el Taller de Artes Plásticas que fundó en 1980 y posteriormente, en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) Campus Tijuana, Francisco Chávez Corrujedo comparte una retrospectiva de su obra creada en las últimas cuatro décadas.

Tras iniciar su recorrido en 2017 en el Centro Estatal de las Artes (CEART) Tecate y posteriormente en Mexicali y Ensenada, Chávez Corrujedo expone la individual “Transfiriendo el Tiempo”, en la Galería Internacional del CEART Tijuana, que estará en exhibición hasta el 18 de marzo de 2023.

Además de compartir algunos pormenores de su obra pictórica, el pintor, muralista y escultor confesó a ZETA algunos detalles sobre su pasión por el arte que viene de lejos.

DE MONTERREY A TIJUANA

Hijo de Vicente Chávez y Elodia Corrujedo, Juan Francisco Chávez Corrujedo nació el 31 de diciembre de 1946 en Guanaceví, Durango. El artista plástico contó a ZETA que hizo sus estudios básicos en Chihuahua y luego en Monterrey, para establecerse en Tijuana a los 17 años.

“Yo llegué a Tijuana en 1964, todavía no cumplía los 18 años. De Guanaceví nos mudamos a Chihuahua y luego, a Monterrey, donde hice mi educación básica; además hice una carrera corta de Dibujante Técnico Industrial. Ahí estudié dibujo, pero era totalmente distinto, era diseñar máquinas, hacer proyectos industriales”, rememoró.

Fueron sus papás quienes primero se establecieron en Tijuana, mientras él estudiaba en Monterrey; después, el joven Juan Francisco se trasladó a la ciudad fronteriza.

“Cuando me gradué de mi carrera corta de Dibujante Técnico Industrial (1962-1964), mi familia ya estaba en Tijuana y me tuve que trasladar, casi me obligaron para que viniera a Tijuana. Me metí a estudiar esa carrera corta como pretexto para no venir, pero bueno, me gradué y ya no hubo pretextos, me tuve que venir a Tijuana”, comentó.

Foto: Jorge Dueñes

“EL TEATRO ME SALVÓ”

En la entrevista con ZETA, Francisco Chávez Corrujedo reveló que no le gustaba Tijuana, cuando llegó en 1964.

“Cuando llegué fue una decepción enorme, no me gustó Tijuana. El camión (de Monterrey a Tijuana) llegó por La Rumorosa. Cuando llegamos a Tijuana, pasamos por unos olivares, había muchos árboles, pasamos por el Cerro Colorado, había mucha pobreza. Llegamos al centro de Tijuana, muy desordenado, mucha basura. Pasamos por la rampa de la colonia Altamira, por la Casa de la Cultura, antes Escuela ‘Álvaro Obregón’, fue la única parte que me gustó más. Al día siguiente vi las cañadas, los cañones, caminé por la Francisco Villa, todavía no estaba tan poblado, anduve caminando por ahí, no me gustó nada Tijuana”.

Pero el teatro cambió su visión de la ciudad fronteriza. Un día de 1965 conoció al director de teatro de Jorge Betancourt:

“Entonces descubrí un grupo de teatro, me involucré en el teatro, y el teatro me salvó. El maestro Jorge Betancourt era un buen director de teatro, le gustaba la comedia. Yo debuté con él, como actor, en una obra de Molière ‘Las aventuras de Scapin’; ahí hice un papel corto de un criado, era una obra muy simpática. Yo debuté en el teatro de la Escuela ‘Álvaro Obregón’, ahí mismo nos prestaban el lugar para ensayar”.

Tres años estuvo inmerso en el arte, a través del teatro que se hacía en Tijuana: “Del 65 al 68, tres años de teatro, me cambió mi visión sobre Tijuana, mi manera de pensar sobre Tijuana, la empecé a entender, la empecé a valorar”. Pero su vocación era la pintura.

DE TIJUANA A GUADALAJARA

Aunque entre 1965 y 1968 incursionó en el teatro bajo la dirección del maestro Jorge Betancourt, en Tijuana, Francisco Chávez Corrujedo tenía claro, desde niño, que su vocación era la pintura, tal como lo confesó a ZETA.

¿Cómo empezó a dibujar o pintar?

“Desde niño pintaba, pintarrajeaba desde niño, tres o cuatro años. Yo salí de mi pueblo a los cinco años, pero me acuerdo que ya llenaba mis cuadernos que me regalaban, los pintarrajeaba. En Chihuahua fui a la primaria, pintarrajeaba mis cuadernos. En Tijuana, yo seguía con el gusanito de irme a estudiar. Le decía a mi madre: ‘Aquí voy a estar una temporada, el teatro me está ayudando mucho’. Dice: ‘Ya no te veo amargado, te ves muy feliz, te ves muy contento, parece ser que el teatro te está ayudando mucho, pero tienes que empezar a trabajar’. Dije: ‘Pues permítanme ahorita hacer lo que estoy haciendo y ya después veremos, porque esto del teatro es un enorme descubrimiento para mí’. Y sí lo fue, porque entendí a Tijuana”.

¿Cómo surgió su interés por irse a estudiar a la Escuela de Artes Plásticas de Guadalajara?

“En mí no había desaparecido el gusto por las artes plásticas. Yo seguía pintando y dibujando, y seguía pensando que tenía que irme a estudiar. En algún momento pasó la idea de dedicarme al teatro, irme a estudiar a Ciudad de México teatro, pero no, mi vocación es la pintura. Convencí a Rodolfo Higuera de que nos fuéramos juntos. Le dije: ‘Ahorramos y nos vamos’. Entonces no había ayuda para estudiantes, no había becas, tuvimos que ahorrar durante varios meses, más de un año, y nos fuimos a Guadalajara; teníamos unas amigas que habían hecho teatro aquí, nos introdujeron en Guadalajara, nos orientaron y entramos a la Escuela de Artes Plásticas”.

Foto: Enrique Mendoza

SUS MAESTROS

Chávez Corrujedo también tuvo palabras de reconocimiento para sus maestros en la entonces Escuela de Artes Plásticas (actualmente Facultad) de la Universidad de Guadalajara, misma que cursó entre 1969 y 1977; sobre todo reconoció al pintor Alfonso de Lara Gallardo (Jalisco, 1922-2013), quien primero lo aceptó como oyente.

“Nos fuimos en enero de 1969, pero entonces todavía no empezaban las inscripciones, iban a empezar hasta junio. En la Escuela de Artes Plásticas hablamos con el director Francisco Rodríguez Caracalla, era una persona muy sensata, le dijimos que queríamos entrar ahí, que si podíamos entrar como oyentes, mientras, a una o dos clases. Dice: ‘Sí se puede, si los maestros quieren’; y habló con algunos maestros.

“El maestro de pintura, Alfonso de Lara Gallardo, me dio chanza de que yo fuera como oyente a la clase de dibujo y de pintura, para mí aquello fue una enorme oportunidad. Era un maestro muy buena gente, explicaba todo con mucha facilidad, era muy receptivo; con él aprendí acuarela y a dibujar también algunas cosas. El maestro De Lara Gallardo era maestro de pintura en primero y segundo año, él me ayudó mucho, nos hicimos amigos él y yo; era un gran muralista, pintaba temas religiosos, era muy católico. Recuerdo que hizo una serie de cuadros sobre la Pasión de Cristo, dibujos extraordinarios, era un pintor expresionista por naturaleza, fue uno de los grandes maestros de Guadalajara”.

Chávez reconoció: “Alfonso de Lara Gallardo me ayudó en las técnicas de acuarela y dibujo, aprendí a manejar el color, la espontaneidad, me introdujo en el paisaje, entonces yo empecé a pintar paisaje de Jalisco; me ayudó en el dibujo de la figura humana y anatomía”.

EN LAS CALLES DE GUADALAJARA

En la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara, Francisco Chávez Corrujedo profesionalizó su vocación entre 1969 y 1977. De hecho, su primera individual fue montada en la galería de esa Escuela, en 1972:

“En los primeros tres años, en la Escuela de Artes Plásticas, participé en un concurso de pintura interno, gané el primer lugar. Otro compañero y yo estábamos pintando mucho y propusimos una exposición de pintura en la Escuela de Artes Plásticas; la sorpresa fue que nos dijeron que sí podíamos hacerla, eso fue en el 72, llenamos la galería, una sala él y otra sala yo con obra individual. Ésa fue mi primera exposición importante, prácticamente individual”.

Después participó en colectivas en recintos como el ex Convento del Carmen y en la Galería de la Ciudad, en Guadalajara. Incluso, recordó que se dedicó a pintar para sobrevivir:

“Alternaba yo mi trabajo de búsqueda con el paisaje; el paisaje se vendía mucho y eso me ayudó a vivir con lo necesario en Guadalajara. Convencí a otras cuatro personas que empezáramos a pintar cosas sencillas y las vendiéramos en la calle, algunas copias que estén al alcance de la gente y se puedan vender fácilmente. Así le hicimos y empecé a pintar algunas copias de la pintura barroca, algunas renacentistas y empezaron a gustar mucho y las empezamos a vender: Caravaggio, Rubens, me acuerdo que pinté ‘Cristo crucificado’ de Velázquez, es un cuadro maravilloso y yo hice una buena copia. Las vendíamos en la calle, en el Jardín de Las Sombrillas, ahí estaba Telégrafos y enseguida estaba el restaurante Las Sombrillas, ahí nos pusimos. Estuvimos ahí entre el 72 y casi 75 en Las Sombrillas, entre Juárez y Colón”, evocó.

SE QUEDÓ EN TIJUANA

Tras su aventura por Guadalajara, entre 1969 y 1977, Francisco Chávez Corrujedo regresó a Tijuana, donde conoció a Rubén Vizcaíno Valencia, con quien colaboró como promotor cultural.

“Regresé en el 77 a Tijuana y aquí conocí al profesor Vizcaíno en una función de Teatro en la Casa de la Cultura. Le digo: ‘Aquí, sobreviviendo en Tijuana, no sé qué hacer, tengo poco y quiero regresarme a Ciudad de México o Guadalajara’. Dice: ‘¿Qué te parece si te vas conmigo a la Universidad (UABC)?, ahí hay trabajo, yo tengo muchas actividades culturales, necesito un diseñador para diseñar los carteles, las viñetas y hacer la promoción de las actividades de teatro, exposiciones, conferencias’. Así que todo eso me detuvo en Tijuana, 78 y 79”.

Afortunadamente, Chávez Corrujedo se quedó en Tijuana: “En el 80 se abrieron los talleres de artes y fundé el Taller de Artes Plásticas. Diseñé un programa de técnicas básicas, de dibujo, pintura, escultura, historia del arte, teoría del color, teoría del dibujo, teoría de la pintura. Era un programa bastante amplio. Estábamos apiñados ahí en el Teatro Universitario: en la parte de arriba estaba mi taller, en el baño estaba el Taller de Fotografía, en el teatro estaba lo de teatro, en el vestíbulo estaba lo de danza y lo de música, piano, guitarra. Estábamos todos ahí”.

Lo demás es historia para fortuna del arte tijuanense: Francisco Chávez Corrujedo ha sido pionero desde 1986 en la inclusión en sus talleres de artes plásticas a personas con Asperger y Autismo (Programa de Educación Artística para Personas con Autismo y Otras Capacidades); y en 2003, cofundó la Escuela de Artes (hoy Facultad) de la UABC Campus Tijuana, de donde se jubiló en 2017. Pero nunca dejó de pintar.

Foto: Jorge Dueñes

CUATRO DÉCADAS DE CREACIÓN

En 2017, Francisco Chávez Corrujedo inició un recorrido de su retrospectiva titulada “Transfiriendo el Tiempo” en el CEART Tecate; le siguió Mexicali y Ensenada. En noviembre de 2022, inauguró la individual en la Galería Internacional del CEART Tijuana, misma que estará en exhibición hasta el 18 de marzo de 2023.

En “Transfiriendo el Tiempo”, Chávez Corrujedo propone 45 piezas, entre pintura y escultura, desde una fotografía de su mural “Paz o Aniquilación” de 1986 que creó en la Biblioteca Central de la UABC y que da la bienvenida a la exhibición; hasta acrílicos sobre tela de mediano formato realizados antes de la pandemia, donde muestra su admiración, respeto e interés por la naturaleza, sobre todo de los animales, así como su indignación por la guerra, creados con colores primarios y textura.

“Yo pinté mucho paisaje, pero después dejé de pintar paisaje para buscar nuevas formas, un nuevo estilo donde los temas de animales siguen presentes, hasta la fecha sigo pintando animales, sobre todo los animales de la calle, los perros, gatos, ratones, insectos. La contaminación me ha afectado mucho, yo he vivido en un lugar muy contaminado, por eso me di a la tarea de sembrar muchos árboles por ahí cerca de mi casa, eso ha sido el motivo de mi interés por la naturaleza, de involucrarme con las cosas de la naturaleza; pintar cosas de la naturaleza para mí es un gusto enorme, pintar los animales, son una maravilla”.

Concluyó el maestro Francisco Chávez Corrujedo:

“El arte nunca ha solucionado, pero expresa un ideal, una inquietud, un modo de sentir de los artistas en su época. Los artistas pintamos la belleza de naturaleza, pero también las inquietudes de ese momento sobre una problemática, sin pensar que aquello va a solucionar el problema. Todo lo que hace el artista dignifica al hombre, el arte dignifica al ser humano”.

Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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