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viernes, octubre 4, 2024
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El derecho a la verdad

“Es mejor callar y obrar que hablar y no obrar”.

-San Ignacio de Antioquía

Desconozco si en las escuelas de derecho y en otras áreas del conocimiento, siguen teniendo en cuenta la llamada deontología o ética.

Hay una deontología jurídica, de comunicación, periodística, de medicina. Pero el mundo salvaje en que vivimos no percibe los valores; ni del periodismo, ni del derecho, ni de la medicina. De un plumazo echaron por tierra el juramento hipocrático donde los médicos, al graduarse, juran -entre otras cosas- que No darán brebajes a las mujeres para abortar. Y este juramento inspirado en Hipócrates, padre de la medicina griega. No tiene nada que ver con los movimientos pro y en contra de la vida. Su raíz es de la filosofía o pensamiento griego. Y de grandes médicos como Maimónides y Avicena.

En algunas escuelas de derecho los cursos incluyen lecturas como El Proceso a Cristo, (Porrúa), del eminente abogado mexicano Ignacio Burgoa Orihuela, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Ni los médicos, ni los periodistas, ni los abogados, perciben en ocasiones el sentido de su profesión u oficio; los pensadores alemanes o los historiadores le suelen llamar el sit in leaben, o el contexto de las cosas u circunstancias de lo que sucede.

Pese a ser judío y ginecólogo, uno de los introductores de las leyes abortivas en Estados Unidos en los años 1960’s (llamado “El Rey del Aborto”), el doctor Bernard Nathanson, por un golpe de la gracia atribuida a las oraciones de sacerdotes y religiosas, de practicar con sus propias manos más de 75 mil abortos, se convirtió al catolicismo, y abandonó el crimen del aborto, gracias al ultrasonido donde percibió los latidos del corazón de un bebé de semanas en gestación. Dios se valió de la ciencia misma para que Nathanson descubriera la verdad de la vida. De ahí reveló cómo ellos gestaron con base en muchas mentiras el elevar a rango constitucional el  “derecho al aborto”.

A decir del señor Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, cuando en México se aprobó el aborto,  fue porque según un magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), le reveló que a los ministros “los maicearon”. Lo que significa que los sobornaron o compraron para que introdujeran “legalmente” el aborto no solo en el entonces D.F., sino de ahí en todas las legislaciones estatales, cuando hasta hace poco la mayoría de las legislaturas estatales se oponían al aborto. Entre los fieles de la balanza en Baja California, el licenciado (PRI) Enrique Acosta Fregoso coincidió con la bancada de su partido para votar en contra. ¿Pero cuál es la verdad? Alcanzando la mayoría los legisladores de Morena, aprobaron no solo el aborto.

Ni son abogados, mucho menos médicos, ni filósofos los que están detrás de muchas leyes; no los toman en cuenta. Y al parecer elucubran, porque no se han dado cuenta de que las leyes “evolucionan” o cambian. En parte como lo hicieron los judíos en el Proceso a Cristo, le dieron dinero o maicearon a gente del pueblo para que exigiera al procurador Pilatos que soltara al criminal Barrabás y crucificara al justo Cristo.

Genio del derecho, don Ignacio Burgoa describe desde la semántica jurídica cómo fue tal proceso a Jesús de Nazaret; acá en México la raza dice que por eso Cristo murió en JerusalEm, porque si lo hubiesen juzgado acá, nunca hubiéramos sabido quién lo mató.

Con respecto al bautismo, Jesús dejó al descubierto en Nicodemus, sacerdote y doctor de la ley miembro del Sanedrín, las limitaciones de la mente y el conocimiento humano. ¡Si tú, que eres doctor de la ley, no entiendes esto…!

Una de las ilusiones más grandes de los padres de familia es que sus hijos concluyan exitosamente sus estudios universitarios, no copiando, por ejemplo, la tesis profesional de alguno de sus compañeros.

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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