José Agustín Ramírez Gómez (Guadalajara, 1944), conocido en literatura como José Agustín, es un gran escritor mexicano de cuento, teatro, ensayo y novelas, que llegó a ser parte importante en la onda literaria de los sesenta y cuya obra está más viva y vigente que nunca.
Es interesante revisar los 3 volúmenes de “tragicomedia mexicana” que segmenta 9 sexenios (1940-1994) del Presidente Ávila Camacho a Salinas. Dueño de una narrativa original, de conversación fluida, José Agustín revive la vida cultural, literaria, musical, económica, política, electoral, sindical y un retrato de cómo todo este grupo de presidentes tuvieron una política antiobrera, que castigó sistemáticamente los derechos sindicales, la huelga legítima, el salario de los trabajadores para beneficio de concesiones, subsidios, privilegios a las élites poderosas.
De hecho entregaron la economía, el comercio en gran escala, la industria y el campo al capital extranjero. No es casual que hoy el país esté en manos del capital transnacional repartido en las grandes potencias. El crecimiento de la deuda externa soberana, que la debe pagar la sociedad, ha sido producto de sistemática evasión fiscal, de las grandes inversiones nacionales que gozan de ese privilegio de no pagar la proporción de contribuciones según sus jugosas ganancias. Hoy apenas el SAT está haciendo su tarea, recuperando rezagos, pero por décadas los empresarios de hincharon de capital sacrificando el desarrollo del país y endeudando a grados de dependencia suicida la economía.
No debería de haber una deuda externa tan abultada al menos, ni el tremendo pago anual de intereses que priva de infraestructura y servicios que condenan a la pobreza, insalubridad, analfabetismo, educación, falta de agua, empleo, etc.; mucho menos un Fobaproa, que fue un robo descarado, autoritario, propio de una feroz dictadura financiera, e instrumento el PRIAN.
Si los industriales y comerciantes, los afiliados al Consejo Coordinador Empresarial cumplieran con la ley y deberes, y la élite del gobierno (ministros y presidentes) administrara con decencia y sentido de desarrollo social el presupuesto anual, no habría la desigualdad, pobreza extrema existente; en cambio, sí habría una clase media productiva como gran motor de mejoras significativas en todos los ámbitos.
Un momento clave fue la transición del poder presidencial de 1940: Cárdenas debe ceder el poder al general Mujica como una continuidad revolucionaria, o Ávila Camacho, un conservador y además tiene la presión del general Juan Andrew Almazán de la ultraderecha, en un México persignado, católico, que a ciegas votara por él modelo de la derecha. En esas circunstancias, opta por una medida realista y sostiene a sangre y fuego a Ávila Camacho, donde el Presidente caballero pierde la elección ante un México reaccionario, conservador y con profunda influencia de la iglesia.
En el país el estigma del anticomunismo ha dado resultados aberrantes; de hecho, la corriente del expresidente Cárdenas vivieron en carne propia, sin realmente serlo, ese estigma que se explota aún por la derecha de que el comunismo es la personificación del “demonio”.
A Miguel Alemán Valdez lo tentó la reelección presidencial: una época negra, que implantó la intensa corrupción presidencial. Político depredador, hizo fortuna con “moches” de obras, sentó las bases de la descomposición del régimen “revolucionario”; nació la cleptocracia, se olvidó al campo, se simularon obras, se reprimieron legítimas demandas obreras, el Alemanismo creó el charrismo sindical y robó sin medida. Así, cuando Alemán Valdez le asigna Baja California a su familia, condena a la región a la corrupción, narcotráfico, rapiña, caprichos sociales, urbanos y políticos que sufrimos.
Ruiz Cortines, con su austeridad, también golpea a los sindicatos independientes, al movimiento obrero de vanguardia; controla de la peor forma la política económica y financiera con concesiones increíbles, ante un pueblo atrasado ausente de democracia económica y desigualdad. López Mateos, pese a la positiva nacionalización de la energía eléctrica y la edición de los libros de texto gratuito, golpeó con los granaderos a maestros, ferrocarrileros, médicos, campesinos, sindicatos independientes y ordenó al ejército asesinar a la familia Jaramillo, por legítimas demandas agrarias.
Con esta mirada realista, no extraña ver un México con pobreza múltiple, mutilado culturalmente, tuerto, ingenuo y violento… Pero también a un pueblo que despierta y cambia para bien su destino.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.
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