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jueves, noviembre 21, 2024
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Cortés Bargalló: la poesía “suena como el mundo”

“La realidad del lenguaje, cuando se encuentra en estado poético, ya no es propiamente una representación, sino que es una concreción material”, expresó a ZETA el autor laureado por el Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana 2022

El Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana 2022 rinde homenaje a Luis Cortés Bargalló, uno de los poetas más importantes nacido en Baja California, por “su destacada trayectoria en el ámbito literario nacional, además de sus aportaciones a la literatura regional”, tal como expresó a ZETA Yohanna Jaramillo, directora del acontecimiento literario fronterizo que se realiza del 22 al 24 de septiembre en Tijuana, Playas de Rosarito y Tecate.

Fundado por Yohanna Jaramillo, y con Iván García Mora, Jesús García Mora y Andrea Latham en el comité organizador, el Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana ha rendido homenaje a autores como Celedonio Orjuela Duarte (2009), Roberto Castillo (2013), Flora Calderón (2016), Tomás Di Bella (2017), Olga García Gutiérrez (2018), Víctor Soto Ferrel (2019) y Luis Cortés Bargalló (2022).

“El hecho que el homenaje esté sucediendo en Tijuana realmente me entusiasma, de alguna manera también me motiva. Estos encuentros me dan la oportunidad, que para mí es muy valiosa, de relacionarme con otras generaciones. Me parece muy estimulante estar con jóvenes con los que tengo una relación de amistad y de conversación”, valoró en entrevista para ZETA Luis Cortés Bargalló, a propósito de que el comité organizador del Festival Caracol esté integrado por escritores jóvenes.

PRIMERAS LECTURAS

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Hijo de la refugiada española (por la Guerra Civil de 1936-1939) en Tijuana y maestra en el Centro Escolar Agua Caliente, María Luisa Bargalló y de Jesús Cortés Limón, Luis Cortés Bargalló nació el 19 de enero de 1952 en la ciudad fronteriza.

Durante la entrevista para ZETA, Cortés Bargalló trajo a la memoria a su tío Miguel Bargalló, quien le señaló el camino hacia la literatura.

“En realidad, yo creo que me empecé a interesar por la literatura gracias a un tío abuelo mío, Miguel Bargalló. Él vivía en la parte de arriba de la casa donde yo vivía, en Agua Caliente; y él, que era un profesor que se integró a la fundación de ‘La Poli’ -se integró ahí en el proyecto cardenista, él es refugiado de la Guerra Civil Española-, pues como muchos miembros del exilio español, era una persona que contaba con una formación y una cultura abundantes. Él vino a encargarse de algunas materias sociohumanas, entre ellas geografía, algo de historia, pero tenía muchos otros intereses, entre ellos la literatura, con dos características: a pesar de que él se había formado en Francia, era un apasionado de la tradición literaria española y tenía una espléndida biblioteca en su estudio, una biblioteca constituida de muchos autores clásicos; prácticamente puedo decir que ahí leí a Cervantes, Quevedo, por primera vez. Y él me estimulaba a hacerlo, me pasaba libros que de repente yo no sabía qué hacer con ellos, porque eran muy voluminosos y muy largos para leerse. Pero sí, al contar con la energía y el gusto de hacerlo, pues me fui metiendo en esa dinámica con él”, narró.

“Entonces, en realidad, yo como lector, me inicié mucho más leyendo narrativa; y los otros libros que había de narrativa contemporánea eran palabras mayores: había Sartre, Thomas Mann, Aldous Huxley, todavía hay por ahí algunos ejemplares. Y el hecho de encontrarme con esos libros, ir repasando, haber visto esos lomos, pues me llevó obviamente a bajarlos de la biblioteca y ponerme a leerlos. Pero todo esto, por la naturaleza de estas lecturas, no eran lecturas infantiles, entonces, yo realmente me inicié en la lectura ya adolescente. Más tarde, yo me fui, tendría unos 17 años, a la Universidad”, rememoró Cortés Bargalló.

CON HUBERTO BATIS

Mientras estudiaba la Licenciatura en Comunicación en la Universidad Iberoamericana (UIA) en Ciudad de México, Luis Cortés Bargalló fue integrante del taller de poesía de Huberto Batis.

¿Por qué fue determinante para ti participar en el taller de Huberto Batis?, cuestionó ZETA al homenajeado en la edición 2022 del Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana.

“Fue un taller que duró poco más de dos años, entre el año 71 y 73. Huberto Batis, en ese momento, pues estaba en el centro de su actividad editorial, era director de la revista de Bellas Artes, después de ahí también estuvo metido por supuesto en el suplemento (México en la Cultura, de Novedades) de Fernando Benítez. Conocía a todo mundo y tenía interés por los jóvenes, algo que me pareció extraordinario”, reconoció.

“De repente, Batis dijo: ‘Hoy quiero que leamos esto’, y nos leyó toda la novela ‘Lunar Caustic’ de Malcolm Lowry; ‘Los cantos pisanos’ de Pound; los leímos completos, acababa de salir la traducción de Vázquez Amaral, ¡fue una lectura maravillosa! La exigencia y el nivel de las lecturas que él prácticamente ponía como condición, para mí fueron valiosísimas; ‘La diosa blanca’, de Graves; ‘El origen de la tragedia’, de Nietzsche; no se diga ‘Diálogos con Leucó’, de Pavese, sobre todo Pavese. Pavese a mí me ha seguido toda la vida. En fin, autores que realmente ahondan en el conocimiento del fenómeno poético”, contó Cortés Bargalló.

No dudó en acordarse de sus contemporáneos, entonces imberbes talleristas:

“En ese taller asistíamos Alfonso René Gutiérrez, Alberto Blanco, Alberto Ruy-Sánchez, Hermann Bellinghausen, Adolfo Castañón, que era de los más asiduos; Guillermo Sheridan, Maricruz Patiño, José Manuel Pintado, que era su esposo en ese momento; Margarita Orellana, esposa de Alberto Ruy-Sánchez; y también, de manera un poco más esporádica, se presentaron por ahí Coral Bracho y Verónica Volkow. De modo que la constitución de ese grupo terminaría por ser algo muy estimulante, porque no era solamente el nivel de control y manejo del director del taller, sino que cada una de estas cabezas era un mundo”.

EL PRIMER POEMARIO

Luis Cortés Bargalló habló de Carlos Isla, director de la editorial El Pozo y El Péndulo, quien le publicó su primer poemario “Terrario” en 1979, en forma de plaquette, al lado de otros reconocidos autores.

“Carlos Isla -un formidable editor, muy buen poeta también, de una generación un poco mayor que la mía, pero todavía joven en esa época, ya murió- creó esa colección, El Pozo y El Péndulo, para dar cabida a expresiones de poetas jóvenes en ese momento. Era una colección que además estaba muy equilibrada. En esa colección salieron libros fabulosos: salieron las ‘Cosillas para el Nacimiento’, de Carlos Pellicer, por ejemplo. Es una colección preciosa, eran libros de formato chiquito, para llevar a todos lados. Salió una versión formidable de las ‘Canciones de Vidyapati’, de Gabriel Zaid; salió también el primer libro de Tomás Calvillo, compañero de la revista ‘El Zaguán’. Y muchos otros libros también de la propia generación de Carlos Isla, por ejemplo, cosas de Francisco Hernández”, recordó.

“Isla tenía una enorme capacidad de negociación para conseguir recursos y poder sacar una editorial artesanal muy bien cuidada, impresiones en papeles muy bonitos y con muy buen gusto, además. Y bueno, sí promovía los libros también, estaban en todos lados. No eran tirajes muy grandes, pero tampoco tan ridículos como los que hay ahora en las ediciones de poesía: de repente edición de 25 ejemplares. El tiraje habitual con las ediciones de Isla era de mil ejemplares. Y sí se preocupaba de que circularan”.

SOBRE POESÍA

Además de “Terrario” (1979), Luis Cortés Bargalló es autor de “El circo silencioso” (1985), “La soledad del polo” (1990), “Al margen indomable” (1996), “Por el ojo de una aguja” (1999), “Filos de haz y envés” (2007) y “La lámpara hacia abajo” (2016), poemario con el que obtuvo el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada en 2017.

A propósito del homenaje que te dedica el Festival Internacional de Poesía Caracol, tu cumpleaños número 70 este año, ¿has reflexionado sobre alguna conclusión sobre qué es la poesía?

“Hay como muchas posibilidades y puedo acordarme de William Carlos Williams en ‘Asfódelo’ -y era algo que padecía de día y de noche porque era médico-, donde dice: ‘Todos los días veo morir a la gente miserablemente, por no tener aquello que tienen los poemas’. Philip Larkin dice: ‘La poesía nos ayuda a vivir’. Odysséas Elýtis dice: ‘Pero ahí donde inicia el poema, la muerte ya no tiene la última palabra’”, citó Bargalló para posteriormente compartir su aproximación sobre poesía:

“Entonces, te diría que -si tuviera que pensar en una solución personal al respecto-, es una especie de órgano físico que está vivo dentro de ti y que solamente activa a la presencia de la poesía, no digo necesariamente de la poesía escrita, incluso de eso que Octavio Paz llamaba ‘La poesía que no está en los poemas’, pero que está en el mundo, que está en las personas, que están en los hechos. Y que nosotros tenemos un órgano, quizá estoy aliterando de lo que decía Lezama, que ‘la poesía ha estado instalada en una zona también de acceso a lo intangible’, sin embargo, se movía en una zona tangible llamada poema. Entonces, afecta, mueve un órgano, quizá desconocido, pero que está ahí, que no está activo todo el tiempo, pero cuando se activa nos damos cuenta que está ahí”.

Hacia el final de la entrevista con este Semanario, Luis Cortés Bargalló sentenció:

“Sigo pensando que la realidad del lenguaje, cuando se encuentra en estado poético, ya no es propiamente una representación, sino que es una concreción material; suena como el mundo, duele como el mundo, te convierte en habitante, te brinda abrigo, desconsuelo también, en zonas donde los hechos a veces parecerían quedarse cortos”.

SOBRE LA LÁMPARA HACIA ABAJO

Por La lámpara hacia abajo, poemario editado en 2016 por Ediciones Sin Nombre y la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, el escritor tijuanense Luis Cortés Bargalló obtuvo el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía “Carlos Pellicer” para Obra Publicada 2017.

En forma de lenguaje, el cuerpo habita en La lámpara hacia abajo. Dividido en cinco extremidades, el poemario está integrado por “Aras”, “Nocturnos”, “Borradores, garabatos o mohines”, “Esta marca de agua” y “Más desnudos”, donde el cuerpo es acechado constantemente por el lenguaje.

—A propósito de que inicias el poemario con tres epígrafes sobre el cuerpo, de José Carlos Becerra, Pier Paolo Pasolini y Rafael Cadenas, ¿podrías hablarnos un poco más de dónde viene el título La lámpara hacia abajo, en relación con el cuerpo?

“Hay una parte de los Evangelios que dice: ‘La lámpara del cuerpo son los ojos…’. Aquí estoy tratando de que el lenguaje mismo quede evidenciado su condición de cuerpo. El lenguaje se enferma, el lenguaje se atrofia, el lenguaje se transforma igual que el cuerpo, deja alguna selva, regenera otras, pero además de eso, también tiene las funciones del cuerpo, las sensaciones de un cuerpo. El lenguaje, como construcción artificial, pareciera por otro lado estar opuesto a toda la vida corporal, y yo lo que he tratado aquí es de acercar la posibilidad de que esto que está puesto en palabras, pueda ser sentido como una entidad corporal; creo que si hay un tema que unifica todo el libro es el cuerpo, por eso le puse esos epígrafes”.

Al tratarse de un poemario misceláneo, abunda por supuesto una diversidad de formas y ritmos, prosas o cadencias, temáticas y vertientes, propuestos por la pluma de Luis Cortés Bargalló.

— ¿Cómo ha sido tu búsqueda formal desde tus primeros poemarios como Terrario de 1979 o El circo silencioso de 1985, hasta llegar a La lámpara hacia abajo?

“De alguna manera, perdona la falta de modestia, hasta mis sesenta y tantos años empiezo a sentirme más cómodo con las formas que he encontrado; siempre sentí cierta incomodidad, siempre la escritura de poesía es necesariamente una búsqueda formal, estás pidiéndole a las formas que te digan más de lo que supuestamente pueden decir; bueno, para eso es la forma. Una forma esencialmente tiene esa plasticidad, puede expresar lo que quieres decir y lo que no quieres decir, puede callar lo que debes callar. A mí me interesa mucho el estado formal en el que se encuentra ahorita mi trabajo porque conviven -por algo le puse a un libro Al margen indomable (1996)-, una serie de formas que tienen distinta cantidad de energía y algunas creo yo que se desplazan por sí mismas y otras hay que irlas ayudando; algunas, te digo, están mal escritas, yo lo sé, y lo he dejado así porque así he de sentir su estado más primigenio, más elemental, quería expresar esa elementalidad, desde eso hasta pensamientos que podrían ser señalados como sofisticados; siento yo que es un estado como de explosión formal. Respecto a los primeros libros: en El circo silencioso, yo estaba muy interesado en lo que quería decir, y me sentía muy obligado a dominar la forma y pocas veces en los textos le estoy dando chance de que la forma me domine a mí. Eso de que cuando la forma te domina es algo que aprendí de la música: ahí tienes que entregarte completamente a esa fuerza. Realmente todos los grandes músicos lo han sabido, a pesar del enorme control técnico que debe tener un compositor, todos los grandes compositores han sido llevados más allá de sí mismos por su propia concepción de la forma. Entonces, siento que por eso fue para mí muy importante escribir Al margen indomable, ése sí es un libro temático, no se sale de esa zona, y hacerlo en prosa, ahí tenía montones de remates, montones de frases que eran muy líricas, y entonces yo reflexionaba: ‘esto es un poema en prosa, bájale la espuma, esto no va a funcionar así’. Entonces, como que ahí entré como en un falso minimalismo, digo falso minimalismo porque cuando veo el resultado sigue habiendo exuberancia, el minimalismo está en otro lugar, está en no estar buscando falsos lirismos; de hecho hay una parte ahí donde digo que lo único que me quedó de un paisaje después de una tormenta, era basura lírica; ese texto (Al margen indomable), siento yo que me ayudó a poner todo en su lugar para de ahí empezar con Filos de un haz y envés (2007), y ahí haber vuelto abrir el grifo y llegar hasta donde estoy ahorita”.

—“…asido voy de lenguas…”, “un poema me está soñando”, se lee en algunas partes de La lámpara hacia abajo. Más allá de que algunos poemas están escritos en primera persona, ¿quién habla en tu poesía? ¿No necesariamente es Luis Cortés Bargalló?

“De hecho, estoy convencido de que no es así porque si fuera así, yo me estaría haciendo preguntas de carácter ontológico que nunca me hago en un poema, porque en primer lugar, es un tipo de investigación donde ya tiré la toalla; ‘conócete a ti mismo’ decía el viejo adagio. Finalmente creo yo que el poema por lo menos no es un dispositivo para eso. Y por supuesto que todas las primeras personas que van apareciendo -incluso las segundas personas-, no son más que una necesidad que sí es producto de establecer una forma de conocimiento, pero es la necesidad de saber que en esa realidad que se está constituyendo en el poema estás ahí, hay alguien ahí, hay ahí un sujeto, ese sujeto no lo identifico con ese yo con el que me despierto todos los días, sino con alguien que tiene la posibilidad y la capacidad de estar ahí en ese momento, y experimentarlo de manera subjetiva, tal y como nosotros experimentamos toda la realidad. Siempre que voy a un desarrollo argumental, en realidad lo que quiero determinar en ese desarrollo es una metáfora. Entonces, si hay un personaje que se mueve, ese personaje es un agente para construir una metáfora, una metáfora que por supuesto yo no conocía antes de escribir el poema y al dejar que se condujera por donde tenía que ir, termina produciendo una metáfora o si acaso una alegoría, digamos una metáfora compuesta por una serie de pequeñas metáforas que van conduciendo a una lectura general o una atmósfera general. Muchas veces me interesan las atmósferas también, me interesa todo eso que en su primera impresión no está hecho de palabras y en donde las palabras reflejan también físicamente esa condición, que las palabras puedan absorber esa necesidad de expresión que hay en la realidad. La expresión hambre de realidad me gusta porque yo siento que de alguna manera la poesía es un hambre de realidad”.

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Autor(a)

Enrique Mendoza
Enrique Mendoza
Estudió Comunicación en UABC Campus Tijuana. Premio Estatal de Literatura 2022-2023 en Baja California en la categoría de Periodismo Cultural. Autor del libro “Poetas de frontera. Anécdotas y otros diálogos con poetas tijuanenses nacidos en las décadas de 1940 y 1950”. Periodista cultural en Semanario ZETA de 2004 a la fecha.
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