Menos de un lustro (cinco años) se forjó en Tijuana un delincuente tijuanense, nacido en esta tierra próspera de Occidente. De tan solo 22 años, un jovenzuelo asaltó una tienda de artículos electrónicos y se robó dinero en efectivo.
La carrera delictiva de un aprendiz delincuencial o asaltante de poca monta, no cumplió con el cometido que se planeó. Todos sabemos que los jóvenes antes de la mayoría de edad ya son activos secuaces delincuentes, tomando esa línea y graduándose en la mayoría de edad a hacer “jales” o trabajos que -con alevosía y ventaja- van desde un robo hasta un homicidio.
A esa edad (22 años) uno ya puede titularse profesionalmente y pensar en su porvenir futurista, si es de pensamiento positivo. Pero supe y leí que ese joven, hoy presunto delincuente, asaltó una tienda famosa en su tierra natal. Las mentes de muchos malhechores, hoy residentes de Tijuana, está influenciada por el dinero fácil; hechos ya grandes criminales, se forman como estudio y ejemplo de delitos de alto impacto, pues estos mozalbetes quieren ser los protagonistas, pero fracasan por su inexperiencia o son sorprendidos por la justicia que hace su labor y van a parar a la cárcel.
Un tijuanense originario hace de las suyas, pero esta vez no pudo tener éxito. Sabrá cuántos delitos cometió de los 16 a los 22, sin caer en manos de la justicia; pero esta vez sí. Ojalá los agraviados a tal robo mantengan firme su denuncia en el Ministerio Público y acudan a ratificar la denuncia en tal Juzgado Penal para así tener un sujeto delincuente menos, el cual recapacite ante todos los años que le quedan por delante… pues en cualquier otro hecho ilegal de violencia puede perder la vida u obtener unos 50 a 60 años por un delito de gran impacto. Y allí quedará su vida, que empezó mal allá cuando tenía 16 años.
Podemos ver qué rápido se forma un delincuente y pronto rinde frutos; una metamorfosis rápida para hacerle huésped distinguido del penal de La Mesa, construido en 1956, o de El Hongo, levantado allá por los años 90. Y ahí tendrá hartas horas para querer remediar su mal. Pero ya es demasiado tarde, muy tarde.
Atentamente,
Leopoldo Durán Ramírez.
Tijuana, B.C.