“Si la rutina te aplasta, dile que ya basta de mediocridad; hoy puede ser un gran día y mañana también”.
-Joan Manuel Serrat, catalán.
Entusiasmo es una palabra griega compuesta: En Theos. “Poner en dios”, con minúscula, aunque debe ser con mayúscula en el caso del Dios de Jesucristo de ambos Testamentos bíblicos. O el Dios de los grandes monoteísmos: hebreo, musulmán y cristiano. Un solo Dios. El del Corán, del Talmud y el Dios Bíblico.
En el día a día no basta, pues, entusiasmarse, aunque parezca, si Dios no es invocado al despertar o al emprender algo. Norman Vincent Peal, predicador cristiano no católico, rebosa en El Poder del Pensamiento Eficaz, página tras página de cada capítulo de su obra publicada en 1959. Entre los millones de personas entusiasmadas o motivadas por sus reflexiones, Nelson Mandela expresa que éste lo sostuvo en prisión por más de treinta años. El libro cayó en sus manos y le dio entusiasmo de vivir.
Hace casi 250 años, los sacerdotes franciscanos Juan Díaz y Hermenegildo Garcés, un 1 de agosto de 1776, salieron a pie y en mula, desde San Miguel de Horcasitas, Sonora, pasaron por Sonoyta y luego incursionaron por el Camino del Diablo (Welton), iniciando en pleno verano la construcción del Presidio-Misión de la Purísima Concepción (hoy Misión India de Santo Tomás). Hay que considerar que en esa época colonial del Imperio Español y la Iglesia Católica, el sacerdote debía vestir -en este caso- el hábito franciscano. No había luz, ni agua potable, ni telefonía, menos internet.
Es sencillo entonces admirar y destacar el entusiasmo o coraje de misioneros, soldados y familias que vinieron a traer el Evangelio o la Fe Cristiana a las tribus o habitantes de la Nación Yuma: Pápagos, Quechans, Jolicuamais, Halchedunes, Quiquimas, y los mismos Yumas.
En el Diario de Fray Francisco Garcés (UNAM 1968), originalmente a mano o en alguna imprenta de la ciudad de México, los relatos indígenas identifican al padre Garcés como alguien que se adaptaba a ellos, convivía con ellos, comía con ellos, vivía entre ellos. “Parece uno de ellos” dirían sus compañeros de misión.
Garcés, de Aragón, España, se hizo acompañar de sacerdotes como el padre Eixhart, Díaz, Berreneche, Moreno, y el cronista Pedro Font. Protegidos entre otros por el capitán Juan Bautista de Anza, hispano sonorense.
En el caso de Yuma, la unión de los ríos Gila y Colorado ha sido conservada como siempre. Ahora con sus enormes puentes de ferrocarril, y la original prisión, donde por cierto fueron enjaulados los hermanos Flores Magón, que vinieron a apoderarse a principios del siglo XX de Mexicali, casi recién fundada -como Calexico, California- en 1903. Los diarios de los exploradores y misioneros ya daban cuenta de los fructíferos valles de Mexicali y San Luis, California y Arizona (Yuma), tan ricos como hoy en sandías, melones, maíz, trigo y algodón; ya desde siempre con la presencia milenaria de tribus repartidas entre las riquezas del Río Colorado, de un enorme y ancho caudal de casi 20 kilómetros (de ancho). Como en la dominación azteca sobre tlaxcaltecas y demás tribus cercanas a Lago de Texcoco y Tenochtitlán, la Nación Yuma dominaba sobre sus vecinos jalchedemes, jamajas, osoyopas, pimas, opas, cajuemes, cocomaricopas, jaliguamas, guaypas, camellas, pápagos y una porción de apaches.
Lo anterior se confirma según lo expresado por el jefe Yuma Salvador Palma en una carta al mismísimo Rey Carlos III y al Virrey Bucarelli, carta encontrada por el Ing. Oscar Sánchez Ramírez y citada de la Biblioteca Nacional de México del Departamento de Manuscritos, Estampas e Iconografía, en la obra El Padre Garcés, Misionero Mártir del Río Colorado. Otros libros habrá que conocer al respecto, como The Maverick Priest, en inglés, sobre este y los entusiastas misioneros franciscanos que en pleno agosto de 1776 viajaron de Hermosillo (Horcasitas), vía Sonoyta y el Camino del Diablo (Welton-La Joyita), hasta llegar a la junta de los Ríos Gila y Colorado.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com