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viernes, noviembre 22, 2024
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Súper ebrio

Estabas tan borracho que pediste un taxi.

“Eso es normal, no quiero un accidente, una multa o algo así”.

Sí, ¡pero la fiesta fue en tu casa!

Autor: Mejor así lo dejamos.

 

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De puente

Un amigo pregunta a otro al verlo llegar a la oficina en lunes:

¿Qué tal el puente?

“¡Bah! ¡Al final no me tiré!”.

Autor: Anónimo de RH.

 

Preocupado por la comida

Estás obsesionado con la comida.

“¡No tienes ración!”.

Autor: Nutriólogo.

 

Déficit de atención

Pepito llega muy angustiado con su madre:

“¡Mamá, mamá! En la escuela me dicen que tengo déficit de… no sé qué cosa”.

Autor: Psicólogo de niños.

 

Torero

¡Creo que mi mujer me engaña!

“¿Por qué dices eso, Pablo?”.

Porque cuando entro al ruedo a matar, todos me gritan: “¿No te da vergüenza hacerle eso a uno de los tuyos?”.

Autor: Anónimo desde la plaza.

 

Yo no ronco…

Yo no ronco… ¡lo que pasa es que sueño que soy una moto!

Yo no ronco… ¡es que respiro fuerte!

Yo no ronco… cuando duermo, respiro con pasión.

Yo no ronco… es que a veces duermo con el motor prendido.

Autor: Especialista en apnea.

 

Voces

Un gallego va al médico:

Doctor, ¡oigo voces en mi cabeza!

“Debe ser porque trae los audífonos puestos”.

Ah sí, ¡debe ser por eso!

Autor: Manolo.

 

Maduro

El pobre venezolano dice a su Presidente:

“¡Tengo hambre, tengo sed, y ¡tengo sueño!”.

Nicolás Maduro responde:

“Tienes de todo, ¿de qué te quejas?”.

Autor: Un mexicano.

 

Tatuaje

Esposa mía… ¡me he tatuado tu nombre!

“¿Por qué? Se te olvida, o qué…”.

Autor: Desmemoriado.

 

Loro inteligente

Ricardo recibió un loro por su cumpleaños. Ya era un loro adulto, con una muy mala actitud y vocabulario. Cada palabra que decía, estaba adornada por alguna palabrota, como siempre, de muy mal genio. Ricardo trató, desde el primer día, de corregir la actitud del loro, diciéndole palabras bondadosas y con mucha educación. Le ponía música suave y siempre lo trataba con mucho cariño.

Llego un día en que Ricardo perdió la paciencia y gritó al loro, el cual se puso más grosero aún, hasta que en un momento de desesperación, Ricardo puso al loro en el congelador.

Por un par de minutos aún pudo escuchar los gritos del loro y el revuelo que causaba en el compartimento, hasta que de pronto, todo fue silencio.

Luego de un rato, arrepentido y temeroso de haber matado al loro, Ricardo rápidamente abrió la puerta del congelador.

El loro salió y con mucha calma dio un paso al hombro de Ricardo para decirle:

“Siento mucho haberte ofendido con mi lenguaje y actitud, te pido me disculpes y te prometo que en el futuro vigilaré mucho mi comportamiento”.

Sorprendido del tremendo cambio en la actitud del loro, Ricardo estaba a punto de preguntarle qué lo había hecho cambiar de esa manera, cuando el ave continuó:

¿Te puedo preguntar una cosa, Ricardo?

“Claro que sí”.

¿Qué fue lo que hizo el pollo?

Autor: El pollo.

 

Perro aspiracionista

Entra un perro a una oficina con un periódico en el hocico. Cuando intentan sacarlo, pone el periódico en el suelo y con una de sus patas señala un anuncio que dice:

“Solicitamos empleado que sepa escribir a máquina, conozca el lenguaje Virtual Basic y hable varios idiomas. Igualdad de oportunidades: no importa raza, edad o sexo”.

Entendiendo que el perro busca trabajo, lo llevan con el jefe de personal, quien le hace saber:

“Este… ¿Sabes? Teníamos en mente a alguien distinto”.

El perro ladra “¡Guau!” y señala con su pata la parte del anuncio que refiere “Igualdad de oportunidades”. El jefe de personal dice:

“Bueno, el aspirante debe saber escribir a máquina…”.

El perro se dirige al escritorio en el que está la computadora, sube a una silla y empieza a teclear con las patas. En pocos minutos sale de la impresora una carta de negocios perfectamente redactada, sin una sola falta de ortografía.

El jefe de personal insiste:

“Está bien, pero es necesario que el aspirante conozca Virtual Basic”.

El perro pone una pata sobre el mouse, utilizando la otra para teclear, y en pocos minutos termina una base de datos perfectamente estructurada, sin un solo error.

Desesperado, el hombre dice al perro:

“Sucede que el aspirante debe hablar varios idiomas…”.

El can se acerca al jefe de personal y exclama:

“¡Miau!”.

Autor: Veterinario.

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Autor(a)

Gabriela Olivares
Gabriela Olivares
gabriela@zeta.com
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