“Todo a la mayor Gloria de Dios. Ad Maiorem Dei Gloriam”.
-San Ignacio de Loyola
Cada quién pa’ su santo reza. Si tiene usted la oportunidad de entrar a una librería católica, pequeña o grande, en la colonia Clavería de México, el padre Basilio Núñez fundó hacia 1970 una de las hoy más grandes librerías del mundo. La Librería Parroquial de Clavería.
Entre los miles de títulos de todos los temas, algunos autores enseguida de su nombre anotan abreviatura que dan autoridad moral de quien escribe o de quien se trata; por ejemplo:
S.J. significa Sacerdote Jesuita: Carlos María Martini, Theilard de Chardin, Carlos Ignacio González (de Tepic), Carlos Bravo, Sicre Díaz. Si al final dice O.P., se trata de un autor de la Orden de Predicadores o de Santo Domingo de Guzmán: Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno, San Martín de Porres, Mauricio Beuchot (el semiólogo de la UNAM, sacerdote dominico). Otras abreviaturas son OFM u Orden Franciscana Mayor: San Pío de Pietrelcina, San Junípero Serra; ODC: Orden de los Carmelitas Descalzos; L.C., Legionarios de Cristo; OAR: Orden de Agustinos Recoletos; MCSCJ: Misioneros Combonianos del Sagrado Corazón de Jesús. SSP: Sociedad de san Pablo.
Corrigiendo las barbaridades que apasionadamente uno escribe, hay que destacar que el fundador de la Villa de San Miguel de Culiacán (Sinaloa) fue Nuño de Guzmán, un 29 de septiembre de 1531. Y el primer jesuita en llegar al noroeste de Nueva España fue el jesuita Gonzalo de Tapia, quien trabajó en 1588 en las comunidades de Puruandiro, Pénjamo e Irapuato; y ya en 1590 misiona en Sinaloa, donde fue martirizado un 10 de Julio de 1594 por los indios Zuaques en la zona de Teborama.
De Tapia fue el primer jesuita en llegar al Noroeste; su cráneo es conservado en la Casa Jesuítica de la colonia Polanco de la Ciudad de México. Nacido en 1561, muere a los 33 de edad en aquel 1594. Le acompaña el padre Martín Pérez, S.J.
La Compañía de Jesús llegó a México en 1572, hace 450 años. Y de sus aportaciones hay mucho que descubrir, investigar, conocer: en el mundo de las comunicaciones sociales destaca indudablemente la persona del jesuita jalisciense fundador de los programas para Hispanoamérica de Radio Vaticano: el padre Francisco Ramírez Meza, también fundador de la Comisión Episcopal de Comunicaciones Sociales de México allá por 1973.
Los ignacianos fundaron la primera universidad privada de México: la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), de la que se desmarcaron para fundar el ITESO (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente).
Desde su llegada a Nueva España, la comunidad jesuítica ha combinado el trabajo educativo con las misiones. Don Carlos de Sigüenza y Góngora, expulsado de los jesuitas, quiere apantallar al matemático y astrónomo padre Eusebio Kino, a quien conoce gracias a Sor Juana Inés de la Cruz, que le dedica unos versos cuasiapologéticos al misionero que ha renunciado a la cátedra en Innsbruck e Ingolstadt, para cumplir su promesa al milagro recibido por san Francisco Xavier, y ser misionero en el Noroeste mexicano. Para dar clases hay muchos otros que pueden hacerlo, dirá el jesuita descubridor de la peninsularidad de la Isla más grande de la tierra La California.
Con los padres franciscanos, dominicos, josefinos, carmelitas, combonianos, del Espíritu Santo. Los jesuitas, por ejemplo, entre los sinaloenses, sonorenses, baja californianos, arizonenses, han quedado inmortalizados en bautizados con nombres como: Loreto, Xavier, Francisco, Eusebio, Ignacio. También Instituto Salvatierra, Kino, Juan de Ugarte y Fernando Consag son nombres jesuíticos. Por lo que toca a los jesuitas, pero algunos historiadores mencionan la California jesuítica (Sur), la dominica (Norte), y la franciscana (California, USA).
En el Centro Cultural Riviera de Ensenada, puede encontrar usted algo singular: los nombres de todos y cada uno de los misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos que desde 1683 llegaron a la Península para fundar la primer misión, Nuestra Señora de Guadalupe de las Californias, en el mes de abril, con el padre Goñi y Kino, capitaneados por el colonizador Atondo y Antillón, que por sus torpezas hizo fracasar aquel intento que continuaría, convencido por el trentino italiano Eusebio Chinni, el milanés jesuita Juan María Salvatierra, que ya había estado en 1690 en las misiones de la Tarahumara. Y que fue tan querido, que cuando se lo llevaron los superiores a la Ciudad de México, desde Chihuahua más de 200 rarámuris a pie fueron a exigir que se los devolvieran a sus misiones de Cerocahui.
Como los padres franciscanos, en el caso del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, los padres jesuitas fundarían el complejo educativo de San Pedro y San Pablo que fundirían en san Ildefonso; junto con Tepotzotlán; y muchas obras educativas en Puebla, Michoacán, Nuevo León, Jalisco, Durango, Guanajuato y los lugares más remotos del Noroeste novohispano.
Hoy sin duda, los jesuitas reconocen los frutos de su trabajo ya de 450 años en México: en la edición no. 2518 (1-7 de julio de 2022), el Semanario ZETA incluye una extensa e importante entrevista de Eduardo Andrade Uribe con el Rector de la Universidad Iberoamericana (UIA), el jesuita tijuanense doctor Luis Arriaga, quien habla sobre el tema del asesinato en la Tarahumara de los padres Campos y Mora el pasado 20 de junio.
Refiere el doctor en historia por la UABCS Manuel Lucero Loreto, que a dos meses de la muerte del padre Gonzalo de Tapia en Sinaloa, en 1594, arribaron 37 regulares de la Compañía de Jesús (muchos de ellos destinados al Noroeste). En la provincia de Sinaloa, al cabo de diez años, nuevos misioneros habían logrado cristianizar a diez mil indios y concentrados en ocho cabeceras y 13 pueblos en las márgenes de los ríos Mocorito y Petatlán.
Como han declarado los jesuitas en las misas de los sacrificados padres de la Tarahumara Javier Campos y César Mora, “No nos van a callar”. Es la esencia del ser profético de los jesuitas, pero sobre todo de los creyentes en Cristo, no solo católicos.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
Correo: saeta87@gmail.com