En “La cabeza de mi padre”, publicada este año por Alfaguara, la escritora mexicana narra la ausencia y la búsqueda de su padre. “Según el relato de los números oficiales, en México hay doce millones de hogares sin padre. Unos veintiséis millones de hijos sin padre”, refiere la autora
La búsqueda del padre, abordada por diversos autores a lo largo de la historia de la literatura, es narrada por la escritora mexicana Alma Delia Murillo en “La cabeza de mi padre”, novela autobiográfica recién editada por el sello Alfaguara de Penguin Random House Grupo Editorial.
En su propuesta, Murillo emprende la búsqueda del padre ausente, que la lleva hasta Michoacán, donde atraviesa carreteras y pueblos, “buscándolo después de treinta años de no verlo”, revela la autora.
“Cuando salí a buscar a mi padre hace seis años, no iba pensando que iba a escribir una novela, yo iba más bien con esta intención de hija que quiere saber de dónde viene; tampoco sabíamos lo que íbamos a encontrar, a quién, si estaba vivo o si no”, expresó a ZETA Alma Delia Murillo.
TRAS LA FIGURA DEL PADRE
Leer “La cabeza de mi padre” es también encontrarse a algunos autores que en la historia de la literatura han abordado de una u otra forma el tema de la ausencia o la búsqueda del padre, como “El rey Lear” de Shakespeare; “La invención de la soledad” de Paul Auster; y obviamente, “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo, por citar sólo algunos.
“En efecto, en la novela me fue apareciendo esto de los intertextos mientras la iba escribiendo: Paul Auster, Rulfo, Renato Cisneros, Shakespeare, y con ello fui solamente constatando que es un tema que pocas escritoras hemos abordado. Al padre lo han relatado sobre todo escritores, como casi todos los temas en la literatura, pues los hombres nos llevan muchísima ventaja, porque a nosotras se nos permitió muy tarde sentarnos a esta mesa de la escritura”, reconoció Alma Delia Murillo en entrevista para ZETA.
“Todos los que escribimos estamos llenos de lecturas que te van susurrando al oído todos esos autores y autoras que has leído; así fue como fueron apareciendo estas otras presencias literarias. Así que no me puse a investigar, pero sí es muy evidente el hecho de que la figura del padre esté analizada sobre todo por varones, por escritores, pero no sólo eso, en general todo”, complementó, para luego reconocer también la figura de la madre en la literatura:
“Pienso ahora mismo que la figura de la madre en la literatura o el tipo de mujer y de madre, de cabeza de familia, pues también ha sido abordada por hombres; ahí está ‘Anna Karénina’ (de Lev Tolstói), ‘Madame Bovary’ (por Gustave Flaubert), Vivian Gornick o recientemente Rosa Beltrán, Guadalupe Nettel, que empiezan a hablar de la maternidad desde el punto de vista de una mujer y nos estamos enterando que ser madre es horrible, que puede ser complejo, que las madres antes que madres son mujeres, que pueden tener otros deseos. ‘Los abismos’, de Pilar Quintana, que ganó el Premio Alfaguara 2021, es una novela desde el punto de vista de una niña, una hija que relata a una madre enamorada de un señor que no es su papá; yo paso también por ahí en mi novela”.
“NOSOTRAS SEGUIMOS ESTANDO EN LA ORILLA DEL PODER”
En la figura del padre, también está implícito el tema del poder, tratado en diversas obras literarias; la referencia inmediata en la literatura hispanoamericana es obviamente “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo.
— Más allá de la búsqueda del padre, en el trasfondo de tu novela también está el tema del poder…, se le planteó a Alma Delia Murillo.
“Totalmente, el poder en muchos sentidos, como un prisma. De entrada, en la familia hay un poder arquetípico que se le asigna al padre, y un rol arquetípico que se le asigna a la madre, más en las familias mexicanas, está muy marcado. Luego, también hay roles dependiendo del número de hijo que eres: si eres el primogénito o eres la última, como es mi caso, eso qué lugar te da en el mundo. Luego creces, como digo en la novela, en un país donde todos somos hijos de Pedro Páramo, y te vas enterando que el mundo sigue siendo no sólo relatado, sino habitado desde donde se visibiliza por un cierto segmento esta idea, que sigue teniendo tanto poder, de la familia perfecta, tanto que nos ha hecho sentir avergonzados, mutilados, a quienes no tenemos esa familia perfecta, para luego venir a darnos cuenta que los raros son los otros. O sea, los que sí tuvieron mamá y papá, ésa es la anomalía; la realidad es esta otra, donde estamos la inmensa mayoría con una familia que se armó como pudo. Ésos son temas del poder también”.
En cualquier caso, advirtió desde dónde escribe “La cabeza de mi padre”:
“Todo lo que las mujeres tocamos en temas literarios tiene un punto de vista distinto. Hace algunos meses conversaba con Claudia Piñeiro, ella me dijo una frase muy iluminadora: ‘Las mujeres miramos al mundo desde los márgenes del poder, no desde el centro del poder, porque no hemos estado ahí nunca, por más que parezca que sí’. Lo que pasa es que estamos de moda y al marketing le encanta ahora vender todo a través del empoderamiento femenino, pero no es verdad; nosotras seguimos estando en la orilla del poder, y ese punto de vista, esa perspectiva, ese enfoque es distinto al de los varones. Por ejemplo, yo soy mexicana, nací en Nezahualcóyotl, creí en Ecatepec, en Santa María La Ribera, vengo de una familia de muchísimas carencias, soy morena, estudié en escuelas públicas y como mi padre no estaba, tuve una experiencia de abuso. La ausencia del padre deriva en muchas cosas, y en el caso de ser una hija que no tiene papá, eso también es una carga milenaria. Las mujeres sin varón que las proteja somos más carne de cañón para el tema del abuso”.
— “Según el relato de los números oficiales, en México hay doce millones de hogares sin padre. Unos veintiséis millones de hijos sin padre”, adviertes en tu novela sobre estas estadísticas oficiales…
“O sea que seguramente también son ficción. Yo miré un montón de fuentes y me fui por lo oficial, que además es lo más conservador. En esos 12 millones de hogares sin padre, considerando que hay más o menos 2 punto y fracción de hijos por familia, de ahí es donde llego a los 26 millones de hijos sin padre. Pero hay datos que dicen que son el 40 por ciento de los hogares mexicanos donde el papá no está”.
Alma Delia confesó sobre el padre ausente en México: “Ahora que la novela se publicó y que he platicado con un montón de gente, sigo todos los días sorprendiéndome, ocho de cada diez me dicen: ‘Oye, yo, como tú, mi papá se fue, yo también soy hijo o hija de un padre ausente’, ‘yo también crecí en una casa donde la foto del abuelo le arrancaron la cabeza porque mi mamá estaba muy enojada porque se había ido’. O sea, es un tema del que no se habla, y pues me alegra por lo menos haber jalado un hilito que les permita a otros decir: ‘nuestras historias tienen un espacio para ser contadas’”.
LA BÚSQUEDA A TRAVÉS DE LA ESCRITURA
Más allá de la búsqueda física del padre, en literatura también está implícita la búsqueda artística.
— “Escribo para encontrar a mi padre”, dices en alguna parte de tu novela. ¿Podrías hablarnos de la relación de la búsqueda del padre a través de la escritura?
“Cualquier ser humano que tenga este oficio de la escritura es la forma en la que encuentra el orden del mundo. Al final, la palabra texto viene de textere, que significa tejer, tejer todo, una familia, un origen. Como digo en la novela, Ítaca también es mi padre, haciendo alusión al poema de Constantino Cavafis; porque este viaje, tanto interior como exterior, pues para mí se cristaliza cuando le pones palabras, cuando lo voy narrando de alguna forma. Y al final digo ‘ya le puse la cabeza’, o sea, ya encontré la cabeza de mi padre y está hecha de palabras, de un Frankenstein de palabras, como el de Mary Shelley, a la que también me refiero con esa pobre criatura buscando al padre”.
Murillo concluyó: “La escritura permite unir los pedazos, por lo menos para mí es la forma en que me puedo encontrar más o menos con sentido en el mundo. Creo que la escritura es un poco eso: escribimos para llenar ausencias, vacíos, misterios, preguntas”.