Con el libro “Hotel del Universo”, el escritor bajacaliforniano ganó el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 2022 en el género de Poesía
Poeta y ensayista mexicalense, Jorge Ortega obtuvo el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 2022 en el género de Poesía, convocado por el Instituto Sinaloense de Cultura (ISC), por su poemario “Hotel del Universo”.
Integrado por Yendi Ramos, María Baranda y Mijail Lamas, el Jurado concedió el Premio a “Hotel del Universo”, tras considerarlo “un trabajo imaginativo, con una interesante diversidad temática y que fragmenta el relato anecdótico; además, apuesta por una renovación formal del poema en prosa y la construcción de una sintaxis original”, emitió el ISC que próximamente coeditará el título junto con un reconocido sello.
“El nombre de mi libro, ‘Hotel del Universo’, es la castellanización de Hotel de l´Univers, el parador donde Arthur Rimbaud, ya habiendo renunciado a la poesía y vuelto un empecinado comerciante de café, más tarde de armas, en África Oriental, se alojó durante sus estadías en el puerto de Adén, Yemen. Su denominación real era Grand Hotel de l´Univers. Hay daguerrotipos en los que se lo observa, impertérrito, en la terraza del edificio colonial, viendo con fijeza hacia un punto que parece estar fuera del tiempo. Lo había dicho él mismo varios años atrás, como el poeta de ‘Una temporada en el infierno’, en la granja de Roche, luego de la tremenda ruptura con Paul Verlaine: ‘La verdadera vida está ausente. No estamos en el mundo’”, contó a ZETA Jorge Ortega.
— ¿“Hotel del Universo” fue escrito durante la pandemia?
“Empecé a redactar ‘Hotel del Universo’ hace poco más de un lustro, en 2016, como parte de mi proyecto del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Concluí el libro y lo dejé reposando un par de años. Luego, durante el confinamiento de 2020 lo retomé para releerlo. Durante aquellos meses de encierro hice unos cuantos ajustes de estructura y contenido, pero la obra estaba prácticamente definida. En esencia la había acabado casi de un tirón, movido por la avidez de encontrar algo más allá de la centrifugación de la escritura a la que me sometí en el afán de discernir los huidizos pasos de Rimbaud en el desierto, el hábitat en que crecí, la luminosa aridez de Mexicali.
“Recuerdo que la relectura trajo consigo la añoranza del viaje, la escapada de rigor, la posibilidad de que el azar y el libre albedrío dispusieran en una anhelada travesía su ofrenda de revelaciones. Nada más opuesto entonces a la reclusión sanitaria de 2020 que las atmósferas inhóspitas, la erizada intemperie de ‘Hotel del Universo’, cualidades de la rosa de los vientos del espacio abierto y, en efecto, de un futuro irresoluto. En el ir y venir por la llanura, o por las hondonadas, todo está siempre por cumplirse. El paisaje desnudo es por excelencia, quizás, el lugar de la espera. No en vano Paul Claudel consideró a Rimbaud un ‘místico en estado salvaje’”.
— ¿Cuáles son los asuntos, la materia principal o el hilo conductor que da unidad a tu libro?
“Diría que el carácter poliédrico del conjunto está marcado por los seis apartados que lo componen y que se complementan entre sí, dado que no están sustancialmente disociados unos de otros. Hay en el fondo una narrativa, quizá muy sutil, pero latente, y se trata de distintas etapas y obsesiones de vida del poeta Arthur Rimbaud (1854-1891), cuya inconformidad y espíritu errante se convierten aquí en metáforas para discurrir en torno a los límites de la existencia a través de la exploración de los límites territoriales y los del suplicio físico. De modo que tampoco me ocupo por entero de Rimbaud, sino que parto de su radical lección de autodeterminación para ofrecer un acercamiento a las orillas de la condición humana y la contingencia del destino elegido”.
— El Jurado argumentó que tu libro de poesía “apuesta por una renovación formal del verso en prosa”. ¿Podrías hablarnos de la forma versal de “Hotel del Universo”, en relación con tus poemarios anteriores?
“‘Hotel del Universo’ no contiene un solo verso en el sentido clásico o estricto del término; vaya, líneas que transpiren cierta reminiscencia métrica predeterminada, como los fortuitos endecasílabos de ‘Estado del tiempo’ (2005) o ‘Devoción por la piedra’ (2011). No: la totalidad de los poemas están compuestos en prosa y en versículo. Hay piezas que por su naturaleza compacta constituyen poemas en prosa, algunas figuran en versículo de principio a fin, y, otras más distendidas por su tendencia descriptiva o expositiva, implican pasajes concebidos en prosa poética. Ese es el rango de fluctuación rítmica y verbal del conjunto y cuyo repertorio formal mantiene una alternancia. En el fondo, intento dialogar con las inquietantes estampas en prosa de las ‘Iluminaciones’ rimbaldianas, el último compendio de poemas del ‘chico de las suelas de viento’, como lo llamó justamente Verlaine”.
— El Jurado también menciona que tu libro “fragmenta el relato anecdótico”. ¿Cómo explicas el tratamiento poético de la anécdota en “Hotel del Universo”?
“Si es que acaso la hay, porque aparece también muy diluida, la dosis de anecdotismo sería la de perfilar tenuemente el trayecto vital de Arthur Rimbaud, niño y adulto, de Charleville, su pueblo natal, a Marsella, donde murió, recalando por supuesto en Harar, su centro de operaciones en la Abisinia decimonónica. No obstante, esta gama de episodios no sigue una secuencia lineal o cronológica, sino que responde más bien a las pulsiones de un relato psicológico que apela a la intemporalidad como una situación ideal propicia a la sublimación del acontecimiento, gracias a lo cual la individualidad de Rimbaud se desdobla en un sentimiento comunal que posee en la trashumancia, el autoexilio, la extranjería, el desarraigo, la marginalidad, el destierro, la migración, la osadía, el aislamiento geográfico o la ambición un espejo del devenir humano”.
— ¿Algo que quisieras agregar sobre la tradición del Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” en la categoría de Poesía?
“Me honra merecer este Premio que han prestigiado voces mexicanas que me preceden en el palmarés de poesía, desde Eduardo Langagne hasta Karen Villeda, pasando por Efraín Bartolomé, Alfredo Espinosa, Juan Domingo Argüelles, Óscar Santos, Cosme Álvarez, Rocío Cerón, Felipe Vázquez, Armando González Torres, Carla Faesler, Julián Herbert, León Plascencia Ñol, Jesús Ramón Ibarra, Óscar David López, Luis Jorge Boone, Víctor Sosa, Alejandro Tarrab, Christian Peña, Luis Eduardo García y Claudina Domingo, entre otros, cuya poesía reconozco y disfruto. Por lo demás, si bien cuatro autores bajacalifornianos hemos obtenido hasta ahora este galardón (Regina Swain en 1992, Rosina Conde en 1994 y Daniel Salinas Basave en 2016, los tres en Cuento), es la primera ocasión que el Premio recae en un poeta. La poesía, en suma, halla sus caminos, allana nuevos senderos”.