Un obispo echándole la bronca a un cura de pueblo:
Que te pongas jeans en vez de sotana, vale.
Que te pongas camisas hawaianas, okey.
Que te pongas un arete en la oreja izquierda, no hay problema.
Que te hagas una coleta con el pelo largo que tienes, bueno.
Pero que en semana santa pongas un cartel de “Cerrado por defunción del hijo del jefe”…
¡Eso sí que no te lo permitooooooooo!
Autor: Un sacrílego.
La procesión
Una mujer muy fea, cuyo marido siempre le está dando carrilla, tiene un complejo bastante serio. Un día decide a salir a la calle; es más, quiere ir a la procesión de Semana Santa. Entonces dice a su esposo:
– Oye, me voy a ver la procesión.
“¿Tú? ¿Con lo fea que eres? ¡Pero si va a haber un montón de gente!”.
– No me importa que me vean, tengo derecho a ir.
“No, si es que eres tan fea ¡que vas a asustar a todos!”.
Total que la mujer se va, y, al volver, toda contenta dice:
– Oye, ¡me han confundido con la virgen!
“¿A ti? ¿Con lo fea que eres? ¡Eso es imposible!”.
– Pues sí, fíjate. Uno de los que llevaban el paso, al verme exclamó: ¡Madre de Dios!”.
Autor: Un marido guapo.
Planes para Semana Santa
Una mujer pregunta a su esposo:
Amor, ¿qué planes tienes para Semana Santa?
“Hacer lo que hizo Jesús”.
– ¡Oh mi amor! ¿Te vas a sacrificar por mí?
“No, no. Lo que hizo Jesús: desaparecer el viernes y aparecer el domingo”.
Autor: El aparecido.
El filósofo
Un filósofo estaba con un indígena, a quien dice:
“Te voy hacer una pregunta, y si la respondes correctamente, te doy mil pesos y, si no me la respondes, tú me das un peso. También me vas hacer una pregunta, y si la contesto correcta, sólo me pagarás un peso y si no, te doy mil. ¿Cuál es la mitad de 10?”.
Entonces el indígena responde:
“Ah, ‘pos no sé”.
Y el indígena le da un peso porque no le pudo responder. Entonces el filósofo dice la respuesta correcta, que es 5.
Le toca el turno al indígena:
“¿Cuál es el animal que cuando sube al cerro, sube con cuatro patas, y al bajar vuelve con cinco patas?”.
El filósofo contesta:
“Está muy difícil, no la puedo contestar, ¡toma tus mil pesos!”.
Luego se van los dos y, curioso, el filósofo piensa:
“Tengo que saber la respuesta. Oye, por favor dime la respuesta”.
El indígena contesta:
“Ah, yo tampoco sé, toma un peso”.
Autor: Un indigenista.
De cacería
Dos amigos, Juan y Manuel, se van a cazar al campo, y al llegar al punto de encuentro Juan le dice a Manuel:
– ¿Tienes cartuchos para prestarme? Es que los olvidé en mi casa.
“Es que sólo tengo dos, y si te doy uno, no voy a cazar nada”.
– ¿Y entonces? Me quedo con los brazos cruzados, o qué.
“Está bien, toma uno, vete por aquel lado y yo me iré por este, y dentro de media hora nos vemos aquí”.
Entonces se marchan y vuelven a la media hora:
– Juan, ¿has cazado mucho?
“Dos perdices y una liebre”.
– ¿Y cómo lo hiciste?
“Nada, salieron volando dos perdices a la vez, una liebre saltó, y de un escopetazo me lo llevé todo por delante. ¿Tú que has cazado?”.
– Pues yo, nueve perdices, y diez tórtolas.
“¿Y cómo lo hiciste?”.
– No lo sé, Juan, ¡pero tengo un dolor de brazo de tirar el perro para arriba!”.
Autor: Un vacacionista en la sierra.