Aun cuando, especialmente en el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa y en el actual del Presidente Andrés Manuel López Obrador, elementos de la milicia han sido encomendados para patrullar las calles de México y combatir la inseguridad y la violencia, ciertamente con estrategias distintas. La del panista, más operativa; la del morenista, más disuasiva.
También se ha analizado harto que los militares no están preparados para ejercer su disciplina en un ambiente civil. Durante el sexenio calderonista, fueron señalados por abusos y afectaciones a los derechos humanos de los civiles. En la actual administración, en menos de una semana, militares atacaron a disparos a dos civiles, resultando una víctima fatal, y otra en condición crítica en el hospital. Los hechos tuvieron lugar en Guadalajara, Jalisco y en Tecate, Baja California.
El primer suceso fue muy notorio a nivel nacional, por la relevancia en el ámbito deportivo de la víctima, pues se trató de quien vida llevó el nombre de Lidy Villalba, además, golfista profesional.
El 17 de marzo de 2022, Lidy tripulaba una camioneta en la que viajaban otras tres personas, era conducida por su chofer. En su camino, ya por la noche, se toparon con camionetas y carros deteniendo vehículos. Se trataba, oficialmente, de un retén integrado por elementos de la Policía Investigadora de Jalisco y de la Secretaría de la Defensa Nacional.
El chofer de la golfista no identificó ningún elemento que le hiciera presumir que aquello era un retén oficial de policías y militares, algunas de las unidades de hechos semejaban ser de civiles. En este contexto de inseguridad que se vive en México, el conductor no detuvo la marcha cuando se lo indicaron. Por el contrario, aceleró.
Las unidades civiles y las militares los persiguieron porque los consideraron “sospechosos”, al ver que al interior de la camioneta viajaban “de tres a cuatro personas”, como si este solo hecho fuese un indicio de la comisión de un ilícito.
Los persiguieron hasta cruzar la frontera de Jalisco con Zacatecas, y ahí les dispararon. De hecho, quien accionó el arma, fue un militar que llevaba una subametralladora mini, tipo M60, calibre 7.62, empotrada en la caja de uno de los pick-ups del Ejército Mexicano. Es decir, toda la fuerza del Estado, con un vehículo balizado, artillado, armado, contra una camioneta Lincoln de color blanco, de la cual -hasta el momento- no existen indicios que hayan iniciado un enfrentamiento armado como de entrada se hizo suponer para justificar el uso de la fuerza.
En el ataque, la golfista resultó herida de muerte. Iba en el asiento trasero de la camioneta. Dos de sus acompañantes fueron heridos.
Al momento, un soldado de Infantería del Ejército Mexicano fue señalado como presunto responsable del disparo y vinculado a proceso penal por el delito de homicidio.
Hace unos días, el 22 de marzo, Gustavo Cabrera Peña, de 31 años de edad, se trasladaba en un su vehículo, una austera camioneta blanca. Su trayecto era de regreso a casa después de salir de trabajar. Iba solo en la desolada carretera del poblado de Jacume en Tecate.
La versión oficial indica que, al igual que el chofer de la golfista, a Gustavo le marcaron el alto desde vehículos para él sospechosos. No se detuvo, emprendió la marcha y le dispararon para “contenerlo”.
El disparo le entró por la nuca, directo a la cabeza. El joven está muy grave. De pronóstico reservado, dijeron los médicos que le atendieron en primera instancia en el Pueblo Mágico bajacaliforniano.
Pero existe otra versión de los hechos: la del propio Gustavo Cabrera que, al estar herido, atendido por los paramédicos y acompañado de familiares, les comentó antes de perder el conocimiento que los militares -sin aviso alguno- detonaron sus armas en contra del vehículo que tripulaba, hiriéndolo. Después de ello, perdió el conocimiento. Fue trasladado al IMSS de Tecate y al día siguiente, debido a la gravedad de su situación, lo enviaron a un hospital de Tijuana, donde permanece en estado crítico.
En la camioneta de la víctima no se encontró absolutamente nada que lo ligara con la delincuencia organizada o al narcotráfico. Ni un arma, ni drogas, nada ilícito. A lo más, una lata de cerveza Sol Clamato.
Lo que sí encontraron los peritos fueron cuatro orificios de bala en la parte trasera del vehículo de Cabrera, todos consistentes con un calibre .556, el cual correspondía a las armas que portaban y accionaron los militares.
Al momento, no hay ningún militar detenido o vinculado a proceso penal por tentativa de homicidio, como sí sucedió en Zacatecas en el caso de la golfista. Las armas de los militares están en posesión de la Fiscalía General del Estado, y se supone que aquellos que participaron en los hechos que tienen en calidad de grave a un civil en el hospital, están “a la mano”, o sea, resguardados en instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional, para “lo que se ofrezca legalmente”.
La familia de la víctima interpuso una denuncia por los hechos que de suyo se persiguen de oficio, pero temen represalias por parte de los militares. Actúan con cautela mientras lloran y piden por la recuperación de Gustavo Cabrera, un civil, el segundo en menos de una semana, atacado a balazos por militares. Los mismos que el Presidente de la República, envía en batallones y escuadrones a distintos estados para inhibir los homicidios y pacificar al país. Desgarradora ironía, vaya.