El autor publicó “Miscelánea”, coeditado en 2021 por Trilce Ediciones y el Fondo Editorial La Rumorosa de la Secretaría de Cultura de Baja California. “Para mí, la poesía está como posibilidad constante en la vida misma”, expresó a ZETA el poeta radicado en Tijuana
Uno de los poetas mexicanos más importantes de la generación de los 50, Eduardo Hurtado (Ciudad de México, 1950), se estableció desde 2018 en Tijuana, ciudad fronteriza donde residió entre 1962 y 1969, en la cual estudió la secundaria y preparatoria, etapa que por cierto fue fundamental en su vocación como escritor.
Radicando en Tijuana, durante la pandemia publicó su más reciente libro, titulado “Miscelánea”, coeditado en 2021 por Trilce Ediciones y el Fondo Editorial La Rumorosa de la Secretaría de Cultura de Baja California.
En entrevista para ZETA, Hurtado confiesa el descubrimiento de “Poesía en movimiento. México 1915-1966” (Siglo XXI Editores, 1966) en la Librería El Día del Centro de Tijuana; los talleres literarios en los que participó con Rubén Vizcaíno y Juan Martínez en la ciudad fronteriza, y en Ciudad de México con Eduardo Lizalde, entre otras ideas sobre poesía, entendida como “una forma de vida”.
EN LA LIBRERÍA EL DÍA
Hijo de Eduardo Hurtado Ruiz y María Montalvo Pascual, Eduardo Hurtado Montalvo nació el 13 de octubre de 1950 en la Ciudad de México. No obstante, en 1962 la familia se traslada a Tijuana.
“Mi padre, que era abogado, decidió venirse a Tijuana porque le ofrecieron un trabajo, que después de un período de muchas dificultades laborales para él, representaba la posibilidad de mejores ganancias y sobre todo de mucha mayor estabilidad para él y para toda la familia; entonces, corría más o menos el año de 1962 cuando nos venimos la familia entera a vivir a la ciudad de Tijuana”, rememoró.
Entre 1964 y 1969, el autor estudió en la Secundaria Federal Aguacaliente y en la Preparatoria de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) de Tijuana. Fue en 1966, durante la educación secundaria, cuando descubrió “Poesía en movimiento. México 1915-1966” (Siglo XXI Editores, 1966), la célebre antología con selecciones y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis; y prólogo de Octavio Paz:
“Me encontré a los 16 años, en el año 1966, con ‘Poesía en movimiento’, esta antología de Octavio Paz, donde tuve la oportunidad de leer a poetas muy actuales, estaban entonces los muy jóvenes Marco Antonio Montes de Oca, por ejemplo, Homero Aridjis, entre los que iniciaban la antología, porque la antología corría de lo más actual a lo anterior”.
— ¿Encontraste “Poesía en movimiento” en la biblioteca de la Secundaria Federal Tijuana?, o cómo diste con ella
“Di con ella en la antigua Librería El Día de la calle Sexta, en la que yo recuerdo que atendía un tal Alfonso… era un librero muy peculiar porque, bueno, entendía que traer títulos o cierto tipo de títulos a su librería no le iba a resultar rentable porque se iban a vender muy poco; pero entonces lo que ofrecía era el servicio de mandarlos traer si tú le decías: ‘Oye, quiero éste’. Pero éste, ‘Poesía en movimiento’, no lo mandé pedir, lo vi ahí, me encantó el título -por cierto, un título que valdría la pena comentar- y lo compré; y ya te digo, esta fue mi entrada a la poesía moderna y fue, además, una entrada por la poesía mexicana moderna. Luego esto me orilló a leer no sólo la poesía de Octavio Paz, sino los ensayos de Paz y, vía ensayística de Paz, empecé a leer a otros poetas modernos de distintas lenguas, en buenas traducciones, porque por entonces yo no podía leer a una lengua distinta al español, a ningún poeta”.
CON RUBÉN VIZCAÍNO Y JUAN MARTÍNEZ
Mientras estudiaba en la Preparatoria de la UABC de Tijuana, Eduardo Hurtado asistió a dos talleres, uno con Rubén Vizcaíno y otro con Juan Martínez.
“Mi taller por entonces fue pues el mismo que tuvimos varios de mi generación y en esta lista incluyo desde luego a Víctor Soto Ferrel, Ruth Vargas, no tiene caso que los enumere a todos. El Profesor Vizcaíno, como todos sabemos, tenía el don de la ubicuidad y estaba absolutamente en todas partes; y donde quiera que sonora un verso y asomara un poeta, tenía ojos y antenas para localizarlo y para convocarlo a sus tertulias. Y ahí en el Café Nelson tuvieron lugar mis primeros talleres no formales, simplemente llegábamos -lo cual no lo hace muy distinto de otros talleres-, sacábamos nuestros escritos de los días recientes, los leíamos y nos tasajeábamos entre nosotros, nos sugeríamos lecturas y, eventualmente, hasta nos echábamos porras, celebrábamos algún verso, algún hallazgo del otro. Así es que ése fue mi primer taller.
“Ahora recuerdo que uno de los contertulios habituales del Café Nelson fue, en los años 68-70, el poeta Pedro Julio Pedrero, que murió joven y sin publicar un libro. Cuando Mario Arturo Ramos inició su incursión en Tijuana, también solía asistir a estos encuentros que, es preciso aclarar, tenían más el carácter de una tertulia que de un espacio para tallerear textos”.
— ¿Y dónde se reunían con Juan Martínez?
“Con Juan era en algunos cafés-torterías, por ahí había alguna que se llamaba Ricardo’s, por ahí había otra que se llamaba El Pulpo y alguna otra en la Avenida Revolución, que era de cadena, no lo recuerdo con precisión, pero era eso: un café de esos de cadena donde reuníamos con Juan, que, fíjate, era un contraste que este hombre de actitud absolutamente marginal, que llevaba una vida bastante callejera, que consumía todo tipo de drogas cotidianamente, tuviera este gusto por los cafés y los cafés-torterías; no era desde luego habitual de las cantinas y de los bares, cosas que sí éramos varios de los que nos reuníamos a su alrededor: Alfonso René Gutiérrez, no se diga Víctor Soto Ferrel”.
— ¿Quiénes participaban en esas reuniones con Juan Martínez?
“Alfonso René Gutiérrez estaba muy presente, Víctor Soto Ferrel también se volvió una presencia habitual. ¿Quiénes más iban? Ruth (Vargas Leyva), y gente que llegaba de pronto a Tijuana, que no vivía aquí, pero que venía con alguna frecuencia: Alberto Blanco, José Vicente Anaya, por poner dos ejemplos; Eugenio Metaca, otro poeta no muy conocido, pero muy cercano a ese grupo.
“En cuanto a Juan Martínez, conviene señalar que, en los encuentros con él, una presencia importante fue la de Luis Cortés Bargalló. La concurrencia era variable, pero nunca muy nutrida. Aquel era un grupo reducido de jóvenes, que disfrutaba reunirse en torno a un poeta 20 años mayor que ellos y que, asunto decisivo, habiendo elegido vivir y crear en la marginalidad, encontró en Tijuana el sitio idóneo. Nosotros nos veíamos, creo, como un grupo de iniciados en los secretos y misterios de la poesía”.
EN EL SEMINARIO DE POESÍA CON LIZALDE
En la formación de Eduardo Hurtado, el poeta Eduardo Lizalde fue fundamental en el Seminario de Poesía entre 1972-1973, cursado durante la carrera de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tal como reconoció Hurtado:
“Otro taller importantísimo para mí tuvo lugar en lo que en realidad era un Seminario de Poesía que daba Eduardo Lizalde; y tal vez este fue mi primer encuentro con un poeta de una generación distinta a la mía, un verdadero poeta, uno de los mejores que tiene y ha tenido este país, y cuya visión de la poesía y cuya mirada crítica, y cuyas recomendaciones de lecturas, fueron fundamentales en mi formación. Así es que, ese taller, el de Lizalde, debo contarlo como el más importante, el que más influyó en mi formación como poeta”.
De ese taller, Hurtado evocó a sus contemporáneos talleristas:
“Entre esos participantes estaba, por cierto, Vicente Quirarte; si mal no recuerdo, Bernardo Ruiz, otro poeta que persistió en la poesía; le llevaba uno nuestras cosas y Eduardo, con ese tono un poco engolado suyo de cantante de ópera, nos daba su opinión, que solía ser muy acertada, muy aguda, muy pertinente. Probablemente se extendió hasta el 75 la carrera de Letras Hispánicas, así es que esto debió haber sido por ahí del año 72 o 73”.
EN LA MÁQUINA DE ESCRIBIR
En 1973, Hurtado publicó “La gran trampa del tiempo” (Injuve, 1973) y en 1974 fue incluido en la antología “Siete poetas jóvenes de Tijuana” (IBO-CALI, 1974), bajo la selección de Alfonso René Gutiérrez. No obstante, en el diálogo con este Semanario, Eduardo Hurtado reconoció la labor de Federico Campbell, quien en 1978 le publicó el poemario “Ludibrios y nostalgias” en la editorial La Máquina de Escribir, dirigida y fundada precisamente por Campbell, donde ya había publicado 16 títulos de autores jóvenes como David Huerta (Huellas del civilizado), Coral Bracho (Peces de piel fugaz) y Juan Villoro (El mariscal de campo).
— ¿Cómo fue ese encuentro entre tú y Federico Campbell para la publicación de “Ludibrios y nostalgias”?
“A Cambpell lo había conocido en Tijuana en el Café Nelson, curiosamente, y luego ambos nos fuimos a vivir a la Ciudad de México. Pero en fin, coincidimos de nuevo en Ciudad de México y nos encontrábamos, eventualmente, a veces en la Universidad, a veces en algún café de Coyoacán, y en alguno de esos encuentros me habló de La Máquina de Escribir, yo ya había visto por ahí algunos títulos, le dije: ‘Oye, pues me encantaría darte alguna cosa’, me dijo ‘venga’, se lo llevé y apareció ‘Ludibrios y nostalgias’, que es un libro hecho fundamentalmente de poemas breves, aunque hay uno no tan breve que se llama ‘Rastro del desmemoriado’, que es un poema tal vez el más ambicioso, aunque no el más logrado del libro y está escrito en distintos cantos”.
MISCELÁNEA
Coeditado en 2021 por Trilce Ediciones y el Fondo Editorial La Rumorosa de la Secretaría de Cultura de Baja California, “Miscelánea” es el libro más reciente de Eduardo Hurtado, donde comulga el aforismo, poesía, breves textos ensayísticos sobre poesía y, por último, haikú:
“‘Miscelánea’ me dio la oportunidad de conjugar en un solo volumen varios géneros; uno, el aforismo, el refrán, la greguería y sus variantes; otro, la poesía tal y como la he venido pensando, sintiendo, escribiendo a lo largo de mi trayectoria; otro, muy importante, la reflexión sobre la poesía; y finalmente, una manera muy peculiar de existir de la poesía en una forma, que es el haikú.
“¿Cuál es la columna vertebral de estas cuatro secciones en las que aparecen en el libro? Son también cuatro maneras de ser de la poesía. El aforismo, lo digo en uno de los epígrafes, tiene mucho de prosa poética. El haikú siendo poema es no solamente una de las formas más breves que existen en poesía, sino aquella en la que el silencio tan importante en la poesía en general, tiene una función fundamental: su soporte al final es ese silencio último que queda después de esa brevedad inmensa que es el haikú, esa brevedad en la que cabe una inmensidad, la inmensidad de un instante”.
En torno a “Fragmentos de una poética improbable”, una de las cuatro secciones de “Miscelánea” donde comparte diversos textos ensayísticos sobre poesía, Hurtado advirtió:
“La reflexión sobre poesía es también una forma de pensar la poesía, de entenderla y de explorarla. La poesía misma, el género poesía, ya es de suyo una manera de aproximarse a la poesía. La reflexión sobre la poesía es un pensar que al mismo tiempo es un sentir la poesía. De manera que la columna vertebral, lo que une a todas estas secciones, es la poesía misma”.
LA POESÍA COMO “UNA FORMA DE VIDA”
Eduardo Hurtado es autor de poemarios como “La gran trampa del tiempo” (Injuve, 1973), “Ludibrios y nostalgias” (La Máquina de Escribir, 1978), “Rastro del desmemoriado” (Joan Boldó i Climent Editores, Fundación Enrique Gutman, 1985), “Ciudad sin puertas” (Ediciones Toledo, 1991), “Puntos de mira” (CONACULTA, 1997), “Sol de nadie (1973-1997)” (UNAM, 2001), “Las diez mil cosas” (Era, CONACULTA, 2004), Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2005; “Bagatelas” (Juan Malasuerte, 2008), “Casi nada” (FCE, 2011) y “Ocurre todavía” (FCE, 2016).
— En “Las diez mil cosas” escribes: “No era verso el de aquel / que antes de ser nosotros te sedujo / no eran manos las tuyas / porque yo no era yo” (página 38). “No es mío, no es mío / lo que escribo. ¿Con quién estoy en deuda? / ¿De quién soy el heraldo?”, escribes en otra parte. ¿Quién habla en el poema o en la obra poética de Eduardo Hurtado?
“No lo sé. Es uno de los muchos misterios que gravitan en torno a la escritura poética. Rimbaud, con inocencia aguda, nos dejó una frase que nos permite asomarnos a las profundidades de ese misterio: ‘Yo es otro’. Puedo decirte que, ahora mismo, esta persona que intenta decir algo a partir de tu pregunta, no es la misma, en sentido estricto, que aquella que escribe los poemas que firmo”.
— ¿Qué es la poesía actualmente para Eduardo Hurtado?
“La poesía ha sido desde el principio una forma de vida, porque para mí la poesía, el hecho poético, precede al poema, a la poesía como escritura que es el poema. Para mí, la poesía está como posibilidad constante en la vida misma y tiene que ver con varias cosas: una ruptura de los automatismos cotidianos, es decir, un dejar de vivir en automático, y sorprenderte de pronto ante algo que se te aparece como asombroso, como distinto, como no visto, como no percibido”.
Citando a Paul Éluard, el autor sentenció: “Hay una frase de Éluard que a mí me importa mucho a la hora de pensar en la poesía: ‘Hay otros mundos, pero están en éste’. Tiene que ver ese hallazgo del que te decía, con la posibilidad y la capacidad de detenerte frente a las cosas y dejar de verlas como lo que simplemente está ahí, y empezar a entender que en cada cosa hay un infinito posible, y que de hecho, cada cosa, a través de la palabra, es capaz de mostrar su infinito posible”.