Triste veintiocho de agosto,
dos mil dieciséis corría,
cuando muere Juan Gabriel
muy cerca del mediodía.
Él “no tenía dinero”,
pero mucho amor que dar,
con su dulce “Amor Eterno”
que siempre nos va a cantar.
Un infarto es el culpable
de que el cantante se fuera,
cuando más lindo entonaba
como verdadera estrella.
Ayer apenas cantó
y su público, feliz,
tarareaba las letras
de su hermoso popurrí.
En Santa Mónica fue
donde feliz entregara
bello y último concierto
a su gente mexicana.
Se fue a reunir con su madre,
a quien él amara tanto,
y un ramillete de flores
le depositaría en las manos.
Juanga seguirá cantando
entre sus buenos amigos,
mientras alegre nos brinda
sus cantos y bellos ritmos.
Juan Gabriel, nunca te irás
porque en el alma tenemos
las notas “a tu guitarra”
y tu gran “Amor Eterno”.
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.